El 30 de abril van a seguir las discusiones que empezaron en 2020. Se van a renovar algunas otras. Que Ricardo Darín sí, que Ricardo Darín no va a seguir siendo tema de debate, tal como sucedió cuando se anunció que Juan Salvo llevaría su cara en la adaptación de Netflix. Lo nuevo será si las decisiones tomadas por Bruno Stagnaro y equipo con tal o cual personaje estuvieron bien, que si la escena inicial correspondía o si había que resucitar a Francisco Solano López para que haga un cameo de sí mismo como en las primeras viñetas de El Eternauta

Son cosas que se van a discutir como se discute cualquier adaptación de un relato emblemático. Y dado el contexto político nacional e internacional, seguramente se llenará de voces quejándose de que la adaptación de El Eternauta es “woke”, una conjura del comunismo internacional o que “politizaron demasiado” a un relato que –según su propio autor- hablaba del héroe colectivo y narraba una resistencia contra la dominación externa. Cosas que van a pasar y que habrá que tolerar con la misma paciencia con la que se esperó una adaptación que le hiciera justicia al clásico de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. Y después de tanta espera, al menos en el primer capítulo al que pudo acceder la prensa, en estas líneas se dirá que sí, que se hizo justicia.


Pero discusiones al margen, lo concreto es que la adaptación de El Eternauta –la fundamental historieta de Oesterheld y Solano López- llegará finalmente y después de una larga espera (cinco años para algunos, 35 para otros, casi 68 para sus primeros lectores) a las pantallas no ya argentinas, sino de todo el mundo, a través de la plataforma de streaming de la N roja. El responsable detrás del proyecto es Bruno Stagnaro (Pizza, birra, faso; Okupas), quien dirigió y co-guionó la serie. En los guiones lo acompañaron Ariel Staltari y Martín Oesterheld, el nieto del legendario guionista de historieta que ofició de consultor creativo, aunque en el mundillo de las viñetas argentinas hace rato es un secreto a voces de que en la producción participaron en distintos roles guionistas y dibujantes argentinos de distintas generaciones. En la presentación para la prensa se advirtió por parte de los creadores una devoción sincera por la historia original, que redundó en amor y cuidado por la producción audiovisual.

Frente a cámaras está Darín, claro, pero también un elenco que incluye a Carla Peterson, César Troncoso, Andrea Pietra, Ariel Staltari, Marcelo Subiotto, Claudio Martínez Bel, Orianna Cárdenas y Mora Fisz, entre otros que tuvieron el desafío de recrear la atmósfera inquietante, la sensación de abismo y de causa perdida que transmitía la historia en el papel, en riguroso formato apaisado, que empezó a publicarse en 1957.

“Esperemos que haya quedado algo de nuestras vidas encapsulado en estos capítulos”, sintetizó el director ante la prensa. Fueron, contó, siete años de producción a lo largo de los cuales les pasó “de todo”. La sensación que transmitía el equipo de producción –a Stagnaro lo acompañaron Leticia Cristi y Matías Mosteirín- era la de tener plena consciencia de que habían conquistado un hito histórico para la televisión nacional al llevar a la pantalla –por ahora en una temporada de “apenas” seis capítulos- una de las grandes historietas argentina.

Para el medio argentino, El Eternauta es mucho más que una simple historieta popular. Se trata de una historia que redefinió el noveno arte local incluso en aspectos formales. Por ejemplo, consolidó el uso del globo de pensamiento y dio prioridad al universo interior de los personajes que enfrentaban la aventura. Corrió también del lugar de héroe a los hombres excepcionales para poner ese rol en la figura de tipos comunes y corrientes. Y desde luego, trajo la aventura a las calles conocidas de Buenos Aires y el conurbano bonaerense. Un cambio de escenario que a la postre resultaría central para muchas de las grandes narrativas dibujadas de la Argentina. Además, fue una historieta pensada desde la independencia y la autogestión, pues Oesterheld la lanzó en la revista que él mismo gestionaba.

Ariel Staltari también colaboró en el guión.

Hasta ahora, todos los proyectos para traducirla al lenguaje audiovisual habían quedado en la nada. Incluso la enorme Lucrecia Martel había declarado su intención de encarar el proyecto. Pero nada se había conseguido más allá de un pequeño cortometraje (“Huellas de la invasión”) que había dejado a los lectores con ganas de más (de mucho más) y que se había podido ver en una muestra en Tecnópolis. Pasaron años hasta que empezaron los rumores del avance de un nuevo proyecto. Finalmente tomaron forma con el anuncio de Netflix, en 2020.

“Para que una industria cinematográfica progrese necesita no sólo una gran exigencia, como la que nos puso Netflix, sino también políticas públicas. No sólo recursos, sino políticas que permitan que el esfuerzo que hace el talento de acá tenga un destino y un resultado, y ese es el resultado que también generará recursos”, señaló Mosteirín, visiblemente emocionado. Una emoción que sugiere que si lo de los personajes es una épica, una patriada, la producción sintió algo parecido en estos siete años de lenta urdimbre. “En esta serie participaron equipos de todo el mundo e impresiona lo que logró el equipo argentino. Hacer El Eternauta es una gran responsabilidad, pero cuando hay algo que contar, que tiene que ver con nosotros mismos, lo damos todo. Así que yo pido que acompañen, en lo que puedan, por lo que significa para el progreso de nuestra industria”.