Su sonrisa, su cabellera larga y su voz eran su sello, le gustaba cantar y había relatado en el primer juicio de lesa humanidad en Jujuy, que cuando estudiaba abogacía en Tucumán, tejía y cantaba para cubrir sus gastos. Había sido seleccionada para el pre Cosquín y para ir a un festival en Baradero, le gustaba el folklore.

La dictadura cívico militar eclesiástica le arrebató la juventud a Hilda Figueroa, fallecida ayer en San Salvador de Jujuy tras una vida de militancia. Fue detenida ilegalmente a sus 19 años en julio de 1976, sufrió el hostigamiento y la tortura en el centro clandestino (CCD) de Guerrero, ubicado a pocos kilómetros de la capital provincial. Luego fue trasladada al penal de Gorriti, y recuperó su libertad en enero de 1977. 

Entre el 20 y el 27 de julio de 1976 en las localidades jujeñas de Libertador General San Martín, Calilegua y El Talar se llevó a cabo un operativo cívico militar. Durante aquellas noches se realizaban reiterados cortes intencionales del suministro eléctrico en toda la zona, en medio de la oscuridad fueron detenidas y secuestradas más de 400 personas, 33 permanecen desaparecidas. Para ello se utilizaron vehículos pertenecientes a la empresa Ledesma, propiedad de Carlos Pedro Blaquier.

Hilda testimonió en los juicios de lesa humanidad detallando la crueldad a la que fueron sometidas sistemáticamente las mujeres.

Tras su partida, sus compañeras de militancia, las hermanas Díaz, Guillermina y Virginia, estuvieron acompañando a Hilda y a su familia. “Creo que hoy más que nunca tenemos que estar juntos, a pesar de las diferencias tenemos un gobierno negacionista que busca aniquilarnos”, resaltó Guillermina. “Empieza la persecución de nuevo, tenemos una vida de lucha, tenemos que sentarnos y ver que el enemigo es otro”, dijo. Las hermanas integran Familiares de Detenidos Desaparecidos de Calilegua.

También la despidió Lalo Cáceres, ex preso político sobreviviente del CCD de Guerrero: “El recuerdo que guardo es cuando estudiábamos en Tucumán, ella llegaba con sus muletas, su cartera y su guitarra. Me enternecía cuando cantaba esa canción tan bonita 'entre candilejas yo te amé', era muy dulce su interpretación. Me duele la partida de Hilda, la tortura para una mujer, y más en las condiciones de ella, es terrible. La quise mucho“.

La organización Capoma DDHH expresó: “Hilda apostó siempre por la vida, a pesar de todos los tormentos vividos. Como muchos compañeros y compañeras sobrevivientes, que se aferraron más a la vida. Participó activamente en las conmemoraciones de la Marcha de Apagón, se involucró en la defensa de las personas con discapacidad y todas aquellas personas que se encontrarán en situaciones de vulnerabilidad. Hasta la victoria siempre”.

Por otra parte, Oscar Alfaro, ex preso político integrante de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos de Jujuy, la recordó en el encierro. “Hilda fue la que el primer día que estuve en Guerrero, a pesar de estar vendada, atada, reconoció el lugar donde estábamos. Ella dijo yo estuve en un retiro espiritual acá, díganle al monseñor. Ahí varios pudimos saber donde nos tenían secuestrados”, contó. 

También reflexionó: “Ahora que vemos lo que pasa con el gobierno nacional, nosotros vamos a seguir levantando las banderas de memoria, verdad y justicia. Hilda marchaba con Olga Marquez de Aredez y otras madres. Ella tenía su guardería, un jardín de infantes que ponía a disposición para los compañeros que venían a la marcha del Apagón en Ledesma”.

HIJOS Jujuy manifestó su "profunda tristeza por el fallecimiento de Hilda Figueroa".

Terror, tortura y violación

Hilda Figueroa, militante identificada con la Unión Cívica Radical, en este último tiempo integraba el Comité Provincial para la Prevención de la Tortura en representación de organismos de derechos humanos. Años antes fue delegada de ATE en el Hospital Oscar Orías de Libertador, e integrante de comisión directiva de ATE en los 90.

El ejercicio de memoria fue permanente para reconstruir la historia y sobrellevar el dolor junto a sus compañeros en la búsqueda de justicia sin impunidad. Hilda reconstruyó lo que vivieron testimoniando en los juicios de lesa humanidad. Reclamó el cumplimiento de las leyes reparadoras, la protección a testigos, la defensa de la oralidad en los juicios para que la sociedad conozca lo que sucedió en Jujuy.

En Ledesma empezaron las detenciones en 1974. Hilda relató su vida llena de injusticias. El padecimiento por una epidemia de poliomielitis a los 3 años, una infancia con varias operaciones.

Hilda asistía a la Escuela Normal, en Libertador, su hermana iba a un colegio religioso en San Salvador de Jujuy y la invitó a un retiro espiritual en Guerrero. Cinco años más tarde en ese lugar se levantaba un altar de tortura, el CCD de Guerrero, ella fue una de las primeras testigas víctima de la Noche del Apagón. La mayoría de sus compañeros de la Escuela Normal fueron detenidos desaparecidos.

“Cuando recuerdo, veo la connivencia entre la Iglesia, el Estado, militares y el ingenio Ledesma, porque en Guerrero la gente que estaba era de Calilegua y Ledesma", relataba.

"En Guerrero estaba vendada y atada, sentí la voz del Gallo Cabrera, Juan Jarma, Rubén Molina, Hugo Narváez, Rubén Canseco, a todos ellos los trajeron de la Peña El Alto de la Lechuza, de Tucumán". Ese grupo de jóvenes estudiaba en Tucumán, entre 1974 y1975 habían sido compañeros en Libertador en la Escuela Normal. "En el 75 nos encontramos, nos organizamos, la idea era estar juntos. En ese departamento jamás vi un libro, un arma. Lo que teníamos era música, rock, Sui Generis, eso compartíamos, y si ellos andaban en algo, no sabía". Hilda había ido a estudiar a Tucumán a los 17 años.

El 24 de marzo de 1976 su madre le pidió que regrese a Calilegua. En ese momento Hilda había ganado un pre Cosquín, "tenía para participar en uno de los primeros festivales de Baradero. Como cantaba en la peña La Carreta en Tucumán me conocieron", relató.

Le escribió una carta larga a su madre, contándole lo que había ganado. "Me respondió: 'Te mandé a estudiar'. Tal vez si me hubiera ido a cantar, no hubiera vivido lo que me pasó". "No desobedecí: fui derecha, occidental y cristiana como quería Videla, igual me llevaron", relató al tribunal.

El secuestro

En esas noches de los apagones, el 20 de julio, Hilda con su hermana regresaban de despedir a su madre. "Cuando entramos a Calilegua, veía que sacaban a vecinos vendados en paños menores, y los apuntaban. Mi hermana estaba asustada, don Vargas (el dueño de la renoleta en la que viabajan) nos tenía que llevar a la casa de mi abuela", relató. 

Era un operativo, habían cruzado camionetas con radios y patrulleros. Cuando Hilda y su hermana pasaron por su casa, las rodearon los soldados y las sacaron del brazo. "Mi hermana gritaba y veo que alguien le mete un arma en la boca. A don Vargas le dan culatazos. Me vendan. Me alzan, me suben a una camioneta, el chofer me toca la pierna me dice: 'tranquila, como si me conociera'. Se sentían camionetas con radio. Una voz dice 'a esa no' por mi hermana y la bajan", recordó Hilda sobre su secuestro.

Fue llevada a la Comisaría de Calilegua, luego fue trasladada a la Gendarmería dentro del ingenio Ledesma. "Lloraba mucho, porque estaba muy dolorida, habían pasado 6 días que me habían sacado el yeso de la pierna. Nos golpeaban para que nos callemos". Después los llevaron a Guerrero. "No reconocí al llegar, lo reconocía recién al quinto día", expresó.

Cuando los trasladaron a la Central de Policía, les hicieron hacer un semicírculo. "Me sacan la venda y veo a un compañero: Cáceres, lo veo a Narváez, a Garnica, que estaba muy mal, y no puedo ver más. Aparece un hombre grandote, era Ernesto Jaig, el comisario, y dice: 'están bajo el Poder Ejecutivo Nacional y serán alojados al Servicio Penitenciario de Villa Gorriti'".

Hilda estuvo en Guerrero desde el 21 de julio hasta el 4 de agosto. "No tomé conciencia de los horrores de Guerrero. Éramos cinco mujeres en un rincón, nos trataban que éramos putas y guerrilleras". "Hice largos tratamientos psiquiátricos, y la sanación más grande fue hablar de esto", sostuvo sobre el abuso sexual que padeció.

Entre los represores señalaba al capitán Jones Tamayo, el teniente Ripoll, en la Central de Policía. Hilda recordó que cuando le dió la libertad, el 11 de enero de 1977, Jones tuvo el desvergüenza de remedar un consejo: "Todo esto que ha pasado tenés que olvidarte, y tenés que aprender a poner la otra mejilla, sos muy joven, buena chica, tenés que recibirte en dos años, aprender a perdonar”, le dijo. 

“Esta historia es de los demás", de sus hijos, nietos. "Esto no debe repetirse", sostuvo Hilda en su testimonio. En nombre del colectivo de ex presos políticos pidió "más que justicia, que no haya impunidad".