“Antes pensaba que cuando me muriera iban a apreciarme, pero a esta altura ya no lo sé. En un sentido, soy muy anticuada. Y no olvidés que no soy tan inglesa, porque también tengo mucho de austrohúngara. No creo que mi modo de ser sea demasiado inglés: soy muy segura de mí misma y eso no está bien en Inglaterra, donde uno tiene que estar lleno de dudas”, le dijo Marianne Faithfull a Roque Casciero, en una entrevista publicada por Página/12 en 2011, a propósito del único recital que dio en Buenos Aires. Lo que en ese entonces parecía una autopercibimiento, a partir de hoy sienta bien como epitafio. La cantante, compositora, actriz e icono de la cultura pop murió este jueves, a los 78 años, y ya se le extraña. Tanto como para que sepa, donde quiera que se encuentre, que sí se le aprecia. Y mucho.
La infame noticia la dio a conocer un portavoz suyo: “Con profunda tristeza anunciamos el fallecimiento de la cantante, compositora y actriz Marianne Faithfull. Falleció hoy en paz en Londres, en compañía de su querida familia. La echaremos mucho de menos”. Le sobrevive su hijo, Nicholas Dunbar. Si bien no se informaron las causas de su muerte, una de las artistas más versátiles y con mayor temperamento del Reino Unido padeció las secuelas de la covid en 2020. Incluso luego de los 22 días en los que estuvo hospitalizada. Sin embargo, previamente arrastraba otros problemas de salud. En 2006, se sometió a una cirugía, luego de que le diagnosticaran cáncer de mama, y al año siguiente reveló que tenía hepatitis C. También experimentó varias dolencias articulares en los últimos tiempos, entre ellas la artritis.
Faithfull tuvo otras afecciones que derivaron de su adicción a las drogas, como la anorexia. Su dependencia a la heroína y a la cocaína, de hecho, la llevó a vivir en situación de calle. “Uno de los peligros de reformar tus malos hábitos es que no dejarán de pensar en vos como algo salvaje”, escribió en Memories, Dreams and Reflections, autobiografía de 2007. Y al respecto también despachó: “Ser un drogadicto es glamoroso. Una mujer en esa situación se convierte en puta y mala madre”. Pero lo más tóxico que experimentó fue su relación sentimental con Mick Jagger, con quien estuvo en pareja entre 1966 y 1970. Será porque entre sus antepasados está el escritor Leopold von Sacher-Masoch, del que se desprendió el término “masoquismo”. En 1965, Faithfull se casó con el artista John Dunbar, al que dejó por el cantante de The Rolling Stones.
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Se conocieron un año antes, cuando Andrew Loog Oldham, el mismísimo productor musical de los Stones y de discos como Fieras lunáticas, de los Ratones Paranoicos, les pidió a Jagger y a Keith Richards que compusieran una canción para una chica que poseía una voz angelical. Así nació “As Tears Go By”, pop barroco que no sólo se convirtió en su primer hit, sino en el llamado para liderar el Swinging London, revolución cultural juvenil que tuvo como epicentro el Londres de la segunda mitad de los 60, y que celebraba la modernidad y el hedonismo amante de la diversión. De todas formas, pese a su pasado noble, por el que heredó el título nobiliario de “baronesa”, Mariann Faithfull tuvo una adolescencia como cualquier chica de clase media del conurbano de la capital inglesa, más específicamente de la ciudad de Reading.
Dos años después de publicar su primer álbum, titulado con su nombre, en 1967, tuvo su debut en la actuación: se trataba de una adaptación para el teatro de Las tres hermanas, de Antón Chéjov, donde encarnó a Ofelia. En el cine, hizo de sí misma en el film Made in the USA (1966), dirigida por Jean-Luc Godard, y en otras películas compartió créditos con Orson Welles, Oliver Reed y Alain Delon, a quien Jagger celaba. A propósito del mandamás de los Rolling Stones, la actitud mundana de su pareja, que se potenciaba cuando se juntaba con su amiga Anita Pallenberg, impactó en la manera de componer del grupo. Ella fue fundamental para clásicos como “She Smiled Sweetly” y “Let's Spend the Night Together”, al tiempo que introdujo al cantante y compositor en la novela rusa El maestro y Margarita, sustrato de “Sympathy for the Devil”. En la tarde del jueves, Jagger dejó en las redes una despedida que pareció más bien un trámite: "Estoy muy triste por la muerte de Marianne Faithfull. Ella fue parte importante de mi vida por mucho tiempo. Fue una amiga maravillosa, una hermosa cantante y gran actriz. Será recordada por siempre".
Luego de perder la custodia de su hijo, y mientras las calles del barrio londinense de Soho se convertían en su hogar, Marianne comenzó a darle un giro a su vida. A nueve años de la salida de su último álbum, la luz volvió a iluminar el semblante de una de las rubias más inolvidables de la cultura popular occidental del siglo XX, quien en ese naufragio urbano perdió dientes e intentó desfigurarse la cara con una hoja de afeitar. Entonces sacó un disco de música country, Dreamin' My Dreams (en 1978 fue reeditado con el nombre de Faithless). Si bien le había cambiado su voz, que ahora sonaba cansada por todas esas capas de alcohol, tabaco y drogas, fue bien recibido. Y como la vida da revanchas, la suya estaba por venir. Lo que logró de la mano del productor discográfico Chris Blackwell, dueño del sello Island Records, que confió en ella.
Tras mostrar los demos de los temas “Broken English” y “Why D'Ya Do It?”, ambos sabían que algo bueno estaba por cocinarse. Lo que decantó, para sorpresa del mundo de la música, en uno de los discos emblemáticos del post punk, la new wave y el synth pop (en pleno auge de esos géneros): Broken English, de 1979. Se trató de su trabajo más exitoso desde 1967, cuando publicó Love in a Mist. Volvió a repetir la hazaña de reinventarse en 1987, por intermedio del álbum Strange Weather, de matiz lyncheano. En total publicó 21 discos de estudio, que alternó en simultáneo con su veta en el cine y la TV. El último de ellos apareció en 2021, She Walks in Beauty, donde juntó fuerzas con Warren Ellis (integrante de Nick Cave and the Bad Seeds), para que cumpliera uno de sus sueños: ambientar poesía romántica británica.
Nick Cave se encuentra entre sus fans confesos, al igual que Patti Smith, PJ Harvey, Beck y Metallica. Más allá de que padeció el amor, nunca dejó de volver a intentarlo. Al punto de que se casó y divorció dos veces más: con Ben Brierly (de la banda punk The Vibrators) y con el actor Giorgio Della Terza. Nunca se arrepintió por nada, salvo por darle cariño a sus progenitores. Tampoco se comportó como una víctima: “No creo que solamente haya sobrevivido, hice más que eso”, confesó, en la misma nota para Página/12, este símbolo del feminismo y de la resiliencia. “Mis malos tiempos fueron hace muchísimo. Por supuesto que tuve mis altibajos, pero todo ha salido bien. La palabra sobrevivir me hace pensar en mí como una sobreviviente de un campo de concentración, y realmente no soy eso”.