A lo largo de los años, más de una docena de autores han escrito libros sobre la vida y la música de Joni Mitchell. Sin embargo, a nadie antes de Henry Alford se le ocurrió empezar su relato con una historia tan reveladoramente arcana como la que da comienzo a su nuevo libro I Dream of Joni, "Soñé con Joni".

La anécdota comienza en 2000, cuando Mitchell estaba siendo homenajeada con un concierto en Nueva York en el que estrellas como Elton John, James Taylor y Cyndi Lauper interpretaban reverentemente su obra. Sentada en un palco visible para todo el público, Mitchell se pasó momentos clave del concierto dando mordiscos gigantes a una banana madura, un movimiento que dejó paralizado a Alford, que estaba presente.

"Uno esperaría que alguien como Joni Mitchell, que escribe letras tan exquisitamente sensibles, fuera a su vez exquisitamente sensible con otros intérpretes y no hiciera algo tan molesto como comer una banana mientras tocan", dice Alford por teléfono desde su casa en Nueva York. "Al menos ese fue mi primer pensamiento. Luego pensé, esto en realidad tiene mucho sentido para una mujer que ha hecho toda una carrera de ser privada en público. Luego pensé por tercera vez que tal vez le gustaban mucho las bananas, y entonces me di cuenta de que la autora de la canción 'Both Sides, Now”' acababa de hacer lo mismo conmigo". Es decir, que había inspirado a Alford a observar su percepción desde todos los ángulos posibles -arriba y abajo y ganar y perder- para intentar comprender algo que siempre permanecerá insondable.

Para su libro, Alford encontró una forma decididamente peculiar de ampliar esa misión. Con el subtítulo A Portrait of Joni Mitchell in 53 Snapshots ("Un retrato de Joni Mitchell en 53 instantáneas"), I Dream of Joni pretende descifrar el código Mitchell en 53 capítulos del tamaño de un bocado, compuestos de anécdotas reveladoras, astucias socarronas y reflexiones punzantes, junto con citas demoledoras de la propia artista, a menudo a costa de otras personas. Alford se basó en fuentes anteriores para gran parte de su información -no llegó a hablar con la estrella en persona-, pero su ingeniosa forma de abordar el material hace que todo resulte estimulantemente nuevo. Alford, humorista de The New Yorker desde hace mucho tiempo, tomó como modelo el excéntrico libro de Craig Brown de 2017 Ma'am Darling: 99 Glimpses of Princess Margaret. "Tiene un capítulo entero ahí que no es más que citas de la princesa Margarita en otros libros", dice Alford.

El tono humorístico del libro no sólo refleja la sensibilidad de Alford, sino también la de Mitchell, un aspecto de su carácter que rara vez se le reconoce. "La gente no la considera divertida porque a veces es mojigata y otras carece de sentido del humor", dice Alford. "Por la misma razón, es alguien a quien invitan al 80 cumpleaños de Milton Berle, mira a una sala llena de gente con cirugía plástica y elige interpretar su canción 'Happiness Is The Best Face-Lift'".

Aunque la forma surrealista del libro recorre a saltos la carrera de Mitchell, está anclada en una pregunta central: ¿qué la motivó a crear una obra tan asombrosamente original y sin concesiones? Naturalmente, una parte fundamental de esa búsqueda consiste en examinar la relación con sus padres, sobre todo con su madre, Myrtle. En un momento decisivo, Myrtle le dijo a la joven Joni: "Tenés que aprender a controlar tus emociones", una orden chocante para alguien que se convertiría en lo que Alford describe como "la mayor proveedora de autoexplosión" de la música.

Como en todos los libros sobre Mitchell, su madre se muestra asombrosamente crítica. A lo largo de su vida, Myrtle llamó a su hija "desertora" por la sencilla razón de que había dejado de tomar clases de piano cuando era niña. Asimismo, cuando Mitchell se disponía a subir por primera vez al escenario del Carnegie Hall en 1969, su madre echó un vistazo a su atuendo, un abrigo de cuadros verdes y blancos combinado con una falda larga de lentejuelas presentando un alcaucil y un águila americana calva, y le dijo: "¿Vas a salir con esos harapos?". Como para certificar su obsesión, Myrtle también era una limpiadora compulsiva. "¡Incluso pasaba la aspiradora por el garaje!", dice Alford. "Sólo eso ya era suficiente para ayudar a alimentar el desenfreno de Joni".

Por mucho que Mitchell se rebelara contra la mojigatería de su madre, acabó reflejando su facilidad para criticar a los demás, especialmente a sus colegas artistas. En un capítulo, Alford relata algunas de las mejores bromas de Mitchell, como las dirigidas a Crosby, Stills and Nash ("siempre desafinan"), Madonna ("¿qué diferencia hay entre ella y una prostituta?"), Jackson Browne ("un mini-talento, un farsante") y varias de las poetas confesionales con las que se la compara, como Sylvia Plath ("mórbida") y Anne Sexton ("mentirosa").

Sin embargo, su blanco más constante ha sido el otro gran cantautor de los últimos 70 años, Bob Dylan. A lo largo del tiempo, Mitchell le ha llamado plagiario, farsante y "mocoso perverso". Alford cree que sigue lanzando improperios contra Dylan, en parte, porque "eso la estimula creativamente". Asimismo, cree que habla y escribe tan a menudo sobre las críticas de su madre porque "entiende el valor de tener un aguijón".

Alford remonta la motivación de su trabajo a mediados de los años sesenta, cuando tuvo que renunciar a un hijo porque no estaba preparada para ser madre. En aquella época, el aborto no era legal en su Canadá natal, y la píldora anticonceptiva era difícil de conseguir; la única opción era dar al bebé en adopción. Como prueba de la herida que esto le causó, Alford señala que Mitchell empezó a escribir febrilmente inmediatamente después de separarse de su hija y no dejó de hacerlo hasta que se reunieron en 1997. En ese momento, no volvió a componer una canción en toda una década.

 

Por el camino, el libro de Alford incluye capítulos tan ingeniosos como uno en el que compara el escaso uso que Mitchell hacía de la puntuación en sus letras de los sesenta con su uso rococó de la misma en los ochenta, este último distinguido por un alarmante número de signos de exclamación e interrogación. Amontonados en la página parecen anotaciones musicales, pero, para Alford, la frenética variedad de jeroglíficos ofrece "una forma visual perfecta de representar lo horrible que fue esa época para ella". Durante los años ochenta, Mitchell sufrió múltiples enfermedades, se sometió a importantes operaciones dentales y experimentó un gran declive comercial en su música.

Aunque la búsqueda de las motivaciones de Mitchell constituye el motor principal del libro, Alford se detiene a menudo en las numerosas y fascinantes contradicciones de su carácter. Uno de los contrastes más persistentes es su conocida aversión a los escritores y admiradores que examinan su vida personal con su compulsión a hablar y escribir todo lo posible sobre su vida personal en canciones y entrevistas. Sobre su espinosa relación con la prensa, Alford dice: "Existe esa loca tensión en juego de una persona que rara vez concede entrevistas, pero cuando lo hace, duran cinco horas. Obviamente, es una habladora y una reveladora, pero después puede sentirse quemada".

Tampoco ayuda el hecho de que sus relaciones, sobre todo las sentimentales, se hayan utilizado cruelmente en su contra. Un infame artículo de Rolling Stone de fines de los sesenta mostraba un gráfico de una galaxia de sus amantes estrella. Es quizá el peor y más temprano acto de chismorreo de la historia del rock. Poco dada a dejar pasar los desaires, Mitchell respondió años después en un evento de la industria lanzando una copa a la cara del editor de Rolling Stone, Jann Wenner, al tiempo que le llamaba imbécil. Estos actos arriesgados, encantadores para Alford, son la prueba de que "a Joni Mitchell le importa un carajo lo que piensen los demás", según afirma. "Irónicamente, creo que ésa es una de las razones por las que es tan querida".

El compromiso inquebrantable de Mitchell con la expresión honesta ha dado algunos de sus saltos más atrevidos en sus letras. Sin embargo, incluso cuando ha escrito canciones muy reveladoras sobre ex famosos, como Leonard Cohen ("Rainy Night House"), Sam Shepard ("Coyote") y James Taylor (partes clave de su álbum For the Roses), la belleza y la perspicacia de sus palabras han hecho que sus temas sean más agradecidos que molestos. En particular, ha conservado una buena amistad con casi todos sus antiguos amantes, con la única excepción de Jackson Browne. Alford cree que esto podría deberse a que él dejó a Mitchell y no a la inversa, que parece ser el escenario más común.

En los años 90, Mitchell escribió una canción sobre Browne titulada "Not to Blame", en la que parecía culparlo del suicidio de su mujer, Phyllis, a la vez que retomaba una historia sensacionalista sobre una supuesta agresión física de él a su novia de entonces, la actriz Daryl Hannah. Es la única agresión de Mitchell que Alford considera irredimible.

 

De todas las ironías y contradicciones examinadas en su libro, quizá la más profunda corresponda al tema más querido de Mitchell: el amor. Por un lado, lleva décadas escribiendo sobre su ferviente búsqueda de lo que una vez llamó en una letra "un amor que se queda". Por otro, ha suspirado por la libertad a toda costa. "En ese escenario, la brevedad de sus alianzas románticas parece casi autocumplida", dice Alford.

Sin duda, el decidido deseo de independencia de Mitchell es parte de lo que la ha convertido en un modelo para las feministas. Desde su primer álbum, escribía canciones como "Cactus Tree", que invertía el cliché de la dinámica hombre-mujer al plantear a la mujer como la que no se deja sujetar. Al mismo tiempo, a menudo se muestra condescendiente con las feministas y ha dejado claro que prefiere la compañía de los hombres. "Su frase es que el feminismo siempre le ha parecido 'demasiado apartheid'", dice Alford. "¿Por qué no podemos trabajar todos juntos?".

Por muy controvertidas que sean las opiniones de Mitchell, ella sigue siendo desafiante. Para empezar, es una fumadora impenitente que rara vez, o nunca, reconoce sus riesgos para la salud. En su libro, Alford la cita diciendo que fumar cigarrillos a los nueve años "fue lo mejor de mi infancia". Es igualmente intransigente en sus discusiones sobre la raza. A menudo ha dicho que se siente negra por dentro. En 1977, en la portada de su álbum Don Juan's Reckless Daughter, apareció disfrazada de negra, algo por lo que nunca se ha disculpado. "Puede parecer iluso", dice Alford, "pero no está intentando enojar a la gente. Simplemente es lo que siente".

Curiosamente, la inmensa mayoría de los fans y los críticos le han dado la razón en este asunto o incluso lo han celebrado, incluso destacados críticos negros como el difunto Greg Tate. Para Alford, esto no es más que otra parte intrigante de toda la gestalt de Joni.

Al final de su libro, Alford concluye que las contradicciones de Mitchell no son problemas que haya que resolver, sino dimensiones que hay que celebrar. "Sus contradicciones son una enorme fuente de textura en su vida y en su obra", afirma. Son parte de lo que la hace tan fascinante". Los fans pueden pasarse horas maravillados por el hecho de que la misma mujer que escribió el himno 'Woodstock', que nos insta a volver al jardín, no sea vegetariana, no conduzca un coche eléctrico y no le gusten los hippies. Esas cosas no me parecen hipócritas. Me parecen humanas".

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.