La idea de Javier Milei de una economía primarizada, centrada en actividades netamente exportadoras, empezó a sepultar los negocios de volúmen vinculados al consumo masivo. Como la política oficial de ingresos tiende a paritarias por debajo de una inflación de alimentos estables pero caros, además de tarifazos a los servicios que quiebran el bolsillo, las ventas tendrán en los años siguientes crecimientos mucho más moderados. Es decir, pasarán de moverse a una velocidad importante a una velocidad crucera más bien baja. Ese fenómeno, que primero se ve en el menos gasto hogareño en bienes esenciales, ya empezó a hacer sangrar a las empresas que producen canasta básica y productos frescos. 

Esta semana ocurrieron dos hechos puntuales que muestra la crisis que van a atravesar los productores de alimentos. El más conocido, los 350 despidos en la láctea Sancor. El otro, una crisis en ciernes de los frigoríficos nacionales, que por la caída en las ventas y el dólar planchado (que afecta exportaciones), ya arrancaron con despidos. Según supo Página I12 se trata de un un proceso de baja de trabajadores contratados y temporales. Además, la mayoría de los nacionales también redujeron el ritmo de faena dado que no hay consumo. 

Como el Gobierno no mira este tipo de conflictos vinculados a la marcha del mercado en segmentos de mano de obra intensiva, los que ganaron en esta crisis fueron los frigoríficos brasileños. Con más espalda financiera para resistir, empresas como Marfrig y JBS, la ex Swift, se están llevando buena parte de la tajada de un mercado con mayoría de empresas nacionales. Esta crisis ya hizo que funcionarios del sector carnes le pidieran al Gobierno solucionen. Pedidos en vano. 

Tampoco escapan de la crisis, aunque la pilotean mejor porque su espectro de ventas es más amplio, las firmas que producen alimento procesado que se vende en supermercados. Todos estos inconvenientes se charlaron, meses atrás, en una reunión que mantuvo el secretario de Comercio, Pablo Lavigne, con Carla Bonito, la titular de la Cámara Alimenticia Copal. Los encuentros son más bien una catársis empresaria, porque el Gobierno aclara que no tiene bajo la manga políticas de estimulación del consumo y que los salarios, para que la inflación no se dispare, no pueden crecer por encima del IPC. 

La crisis del consumo, la explicación

Los números del consumo de lácteos y carnes grafican a las claras por qué estos dos sectores están afrontando un contexto muy crítico. En 2024, el consumo de carne vacuna cayó 12 por ciento interanual; mientras que el de lácteos se desplomó casi 10 puntos. Para el que no habitué a los números de la economía, 10 puntos es una caída monumental para cualquier indicador. Ya 5 puntos sería una caída catástrofe. 

Sancor, que ya venía en crisis financiera de años, ahora le montó una crisis de de consumo. Así, hoy trabaja a la mitad de su capacidad instalada (sólo usa 5 de cada 10 máquinas que tiene) y debe 400 millones de dólares a proveedores, tambos y sueldos de empleados. Hace unos días, la empresa de energía de Santa Fe (EPE), donde está una de sus plantas, le avisó a la firma que podría cortarle el suministro eléctrico. 

De acuerdo a cifras del Observatorio de la Cadena Láctea (OCLA), esa caída de 9,7 por ciento en el consumo de lácteos significó una baja de 18,8 litros per capita. Lo más golpeado del rubro son los flanes, la leche en polvo y las leches saborizadas, que se están vendiendo menos que en la pandemia de la COVID. Los supermercados, de hecho, no saben qué hacer con el producto, que permanece en heladeras en volúmenes inmutables casi hasta la fecha de vecimiento. Milei suele asegurar que los alimentos suben menos que la inflación, pero hoy un kilo de queso fresco de una marca barata no baja de los 13 mil pesos y un postre para niños no se vende por menos de 1500 o 2000 pesos. Valores de delirio para la canasta básica de una familia tipo con ingresos medios, hoy en torno a los 600 mil por salario individual. 

La carne no se vende, pero aumenta

Hace unos días, los carniceros avisaron que la carne subirá en febrero por encima del 7 por ciento. El alza es una cobertura por precio para contrarestar la resignación de un negocio de cantidades. En el país de las vacas, por primera vez en la historia se consumió más pollo que carne vacuna. En el 2024 se demandaron 49,3 kilogramos por habitante promedio de productos avícolas, contra 48,5 kilos de alimentos bovinos.

El dato se desprende de estimacione que han hecho el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Bolsa de Comercio de Rosario (BCRA). Asimismo, la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra), advirtió que estos niveles de consumo son los más bajos en 28 años. 

En el caso de la carne, además, el precio es relativamente barato en relación a otros bienes y alimentos, pero el desplome de los ingresos generan una aventura imposible para una familia tipo poner en la mesa, cada semana, alguna pieza de carne. Lo mismo pasa con los lácteos, en un modelo económico en el que vuelan las ventas de propiedad en dólares, las de autos y se desploman productos básicos. Una declaración de principios.