A lo largo de sus 80 años de vida, Giuliano Canterini cambió varias veces de piel. La primera mutación ocurrió cuando, siendo niño, emigró de Italia a la Argentina. La segunda llegó con los discos de Little Richard y Elvis Presley que lo impulsaron a iniciar una carrera musical. Bajo el seudónimo de Billy Bond, las transformaciones continuaron. Pasó del beat cándido de Los Guantes Negros a la furia valvular de La Pesada del Rock and Roll. De hacedor de La Cueva, reducto de los pioneros del rock local, a productor de álbumes seminales como los debuts de Sui Generis y Seru Giran. A finales de 1974, amenazado por Triple A, se radicó en Brasil. Allí tuvo lugar su metamorfosis más sorprendente: de cantante de los furibundos Joelho de Porco a empresario teatral. Desde su establecimiento en la tierra verde y amarilla, no volvió a brindar un concierto en el país. Medio siglo después, y ante un Teatro Gran Rex atiborrado, El Bondo regresó y triunfó.

Flanqueado por una agrupación - entre secciones de cuerdas, vientos, coros, teclados, bajos y baterías - de veintitrés músicos, ofreció un recorrido por su trayectoria. Los entendidos disfrutaron de “Mi limón, mi limonero”, de José Carlos Burle, y “El toro campeón”, una joya con melodía de Hugo Fattoruso y letra del sanitarista Florencio Escardó que se mofa de los rituales de la Sociedad Rural. La revisión de la etapa donde se lo conocía como Billy Bond, “El Rebelde” terminó con una relectura soulera de “No pibe” junto a Patricia Sosa. La primera conmoción, para los adoradores de La Pesada, se produjo con “Verdes prados” y “Voy a ver a un amigo”. Esta última con Daniel Melingo y el violinista Wally Escobar quien reprodujo, con exactitud, los arreglos originales del recordado Jorge Pinchevsky. Pappo fue homenajeado con “Adonde está la libertad” que contó con Carlos “Machi” Rufino en bajo y Juan Carlos “Black” Amaya en batería.

Tras un fragmento de “El Parque”, tema de Luis Alberto Spinetta incluido en el primer trabajo de La Pesada, apareció Don Vilanova. El invitado le sacó chispas a un pedal steel y, luego, a su guitarra en “Conscientemente, todo lo podrás lograr” y “Para qué nos sirven”. Tras ello, copó el escenario Boom Boom Kid quien, junto al anfitrión, regaló la catártica “Salgan al sol”. Billy no alcanzó a presentar al siguiente convidado porque este interrumpió su relato para darle un abrazo. Alejandro Medina, sobreviviente de mil batallas, arremetió con “La maldita máquina”. Ver a ambos entonando aquellos versos contra el autoritarismo - con El Bondo portando una bandera argentina – fue una postal conmovedora. “Me hago el canchero pero, en el fondo, estoy super emocionado”, confesó Canterini. En “La pálida ciudad” participaron dos “pesados”, el guitarrista Kubero Díaz y el baterista Juan Rodríguez. Otro momento épico llegó con “La marcha de San Lorenzo”, incluida en la segunda placa del combo y prohibida por la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse. Durante su ejecución, el cantante se mezcló entre el público. Tras ella, el auditorio respondió con un atronador “¡Patria sí, colonia no!”. El Negro Medina volvió para “Tontos” obra que embiste contra la represión, el capitalismo y una sociedad pacata y, a la vez, funcional a sus verdugos. La entrega, como muchas de la velada, no perdió un ápice de vigencia. El segmento dedicado a la mítica banda concluyó con la festiva “Gracias al cielo” junto a Melingo y Pipo Cipolatti.

El ritual entró en su recta final con “Las guerras”, de Vox Dei, junto al guitarrista Ricardo Soulé. Antes del cierre, dos rescates: “El héroe”, de la discografía brasilera del vocalista, y “Loco, ¿no te sobra una moneda?”, canción que Charly García aportó al disco “Billy Bond and The Jets”. León Gieco ofrendó “Cuando ya me empiece a quedar solo” que contó con el bandoneonista Rodolfo Mederos, quien había puesto su fueye en la versión primigenia de esa gema de Sui Generis producida por el mismísimo Bond. Con más de cincuenta músicos en escena, el telón bajó tras “Soy el rock”, uno de los estrenos de la noche.

Después de esa jornada funesta en el Luna Park, cincuenta y tres años atrás, Billy Bond fue estigmatizado. Propios y extraños lo acusaron de terminar con un género que, paradójicamente, contribuyó a desarrollar como nadie. El recital del viernes (bautizado “Rompan todo” por esa expresión que pronunció - o quizás no – aquél día) fue una reparación histórica para una figura central del rock vernáculo. El abrazo de cada invitado y el aplauso de los espectadores representaron un amoroso acto de justicia. El Bondo, sin lugar a dudas, volvió a romper todo.