Este año Lorena volverá a subir al escenario mayor de la Serenata a Cafayate, evento icónico de Salta y uno de los festivales folklóricos más importantes de la República Argentina. Allí, desde el escenario mayor “Payo Solá” podrá expresar lo que siente, piensa y vive, esta vez, como desde hace algunos años, ya con la soltura de decir que es Lorena Carpanchay, coplera diaguita trans del Valle Calchaquí.

Pero su historia se remonta 56 años atrás, cuando veía la luz en pleno campo, entre cerros y quebradas, en una humilde vivienda de las afueras de Cafayate rodeada de la inmensidad del entorno natural y también, de los mandatos que los niños y niñas de aquellos parajes, deben cumplir.

Lorena se fue abriendo camino, a fuerza de golpes, de tropiezos, pero sobre todo, de abrazos solidarios y energía para sobreponerse a cada desafío que le propone la vida.

Luego de largos años en Buenos Aires, volvió a su Cafayate natal donde conserva su modo de vida campesino mixturándolo con las actuaciones que le regala la copla, siempre peleando por los derechos de las diversidades sexuales, tarea que hoy en día, cobra nuevamente una necesidad de gran fortaleza y organización.

Lorena hace un alto en la labor cotidiana y para este intercambio. 

-¿Cómo es tu entorno y cómo es un día cualquiera en la vida de Lorena Carpanchay?

-Vivo en Cafayate, paraje San Luis, donde son 30 familias aproximadamente que viven dispersas, fuera de (la ciudad de) Cafayate, cerca del Cerro San Isidro. Ahora estoy haciendo un curso sobre manipulación de alimentos, entonces me estoy yendo temprano a la mañana. Pero después, por ejemplo, ahora está la época de la fruta, estoy haciendo un poco de dulce de durazno y de higo, y después estoy con la algarroba, la algarroba que ya está terminando de caer. Y también atiendo los animalitos, tengo una yegua con el potro, tengo una burrita criando y unos chivitos.

-¿Naciste en los Valles?

-En realidad yo soy nacida en Orán, mis padres iban todos los años a trabajar en la caña de azúcar en Orán, en el Ingenio el Tabacal. Nací un 31 de agosto, para la fiesta de San Ramón de la Nueva Orán, pero estoy inscripta el 1 de septiembre, por eso el nombre que mis padres me pusieron es José Ramón Carpanchay. Ramón por San Ramón de la Nueva Orán, por la fiesta de San Ramón. Yo nací allá, y después ya me trajeron para acá, así que prácticamente me crié hasta los 12 o 13 años acá, en el campo.

-¿Cómo fueron esos primeros 13 años en el campo?

-Fue lindo, tuve una infancia muy linda, con mis hermanos. Yo era una de las mayores; compartimos, jugábamos, íbamos al campo, a la montaña, a veces me iba a la casa de mi tía, que tenía hacienda en el cerro, me iba en las vacaciones de verano en enero y febrero. Y después volvía a la casa en el pueblo para ir a la escuela.

-En un momento tomás la decisión de irte de Cafayate, ¿Cómo surge esa idea, esa inquietud?

-Fue en el 86, 87, y resultó una experiencia linda. Yo tenía una hermana que vivía en Buenos Aires que vino de vacaciones y no se quería ir. Entonces le dije a mi papá que quería irme yo, que aprovechaba que mi hermana no quería volver y yo la acompañaba. Nos fuimos con mis tíos, en esa época todavía en tren, primero hasta Tucumán y después a Buenos Aires. Ahí llegué con mi bolsito y fue otra realidad de la vida, fue diferente.

(Imagen: gentileza Ale González)

-En la llegada a Buenos Aires, ¿por donde te afincaste? ¿Qué estuviste haciendo?

-Llegué a vivir en un lugar que se llama Floresta, que está en la Capital. Mi tía alquilaba ahí y fuimos primero con mi tía y con mi papá, mi papá vivió un tiempo en Buenos Aires. Ahí estuve un tiempo hasta que compraron un terreno en Merlo, provincia de Buenos Aires. Entonces nos mudamos a Merlo y empecé de nuevo mi vida. Recuerdo que mi tía me decía que sí quería estudiar o trabajar, así que los primeros tiempos estudié, pero después no me gustó y preferí trabajar. Mis primeros trabajos fueron con mi papá que trabajaba en una quinta. Los años pasan y me acuerdo mucho de la quinta, quedaba alejada de Merlo e iba a trabajar con él todos los días. Sacábamos verdura, porque me acuerdo que ellos cosechaban repollo, zanahoria, todo lo que es tomate, venía el camión, los cargaba y se los llevaba al mercado.

-De alguna manera el campo te seguía…

-El campo me seguía siempre. Siempre estaba extrañando la querencia donde uno vive, donde se uno se crió. Pero después empecé a conseguir otros trabajos: de cadete, de lavacopa. En esa época éramos changas, éramos mariquitas, nosotras todas empezamos por ahí, o sea que para llegar a ser hoy en día lo que soy, pasamos por muchos procesos.

-¿Es en ese momento cuando se da el contexto para que puedas comenzar a mostrar quién eras realmente?

-Sí, ya empecé a conocer más gente, a conocer la noche, a conocer los boliches donde uno transitaba y podía ser libre. Ahí ya pude transformarme y comenzar a usar ropa más ajustadita.

(Imagen: gentileza Lorena Carpanchay)

-¿Sentís que hubo un momento en particular en el que pudiste empezar a transformarte?

-Sí, ya casi en el 90’ siento que fue mi transformación, empezar a dejar la ropa de hombre, y soltarme. A la noche me soltaba, me iba a los boliches ya transformada… y después de día trabajaba vestido como un hombrecito, en la oficina o en la fábrica, que eran los trabajos que tenía. Y así fue mi transición, mis primeros años fue fuerte, pero después ya le dije a mi tía que me quería ir a vivir sola, me fui a Capital y alquilaba una habitación, estuve por Once, por Congreso, depende los lugares, de lo que nos pedían y podía pagar. Ahí hacía mi vida sola, prácticamente me crié sola.

-Y en el 2001 volvés para Cafayate…

-Vuelvo como todos los años, que a partir del 90 siempre venía en verano de vacaciones a visitar a mi familia. Y ahí me encantaba escuchar las carpas, ver cómo cantaban. El canto siempre lo llevaba dentro, pero nunca lo desperté como lo empecé a despertar después del 2000. Así que ese verano me vine y me quedé y empecé de nuevo mi transición.

-¿Y cómo fue? Imagino lo complejo que puede ser regresar de una forma tan diferente.

-Vine de nuevo a la casa donde vivía con mis padres en el campo, costó mucho la aceptación de mi madre, de hecho, mi padre se fue sin aceptarme. Mi madre, a duras penas ya me acepta, pero hasta ahí nomás. Ella me sigue tratando como hombre a pesar de que pasaron los años. Hay hermanas que sí me aceptan como soy yo, hay otros que no, pero yo sigo para adelante, ya no voy a retroceder. Pero fue muy fuerte, es muy duro para que me vuelvan a aceptar, pero creo que al cantar se me abrieron muchas puertas, eso me ayudó mucho. Hoy en día me acepta mucho más la gente.

-¿Cuándo empezás a cantar? ¿Cuándo ese canto que llevabas dentro se despierta?

-Cuando vine en el 2000 cantaba en una marcada, en una señalada, en familia o en la montaña siempre cantaba. Pero cantarle al público fue recién en el 2014 cuando fue el Encuentro de Mujeres en Salta y que incluyeron género y diversidad. Ahí fue mi despertar de cantar, y de otras cosas, porque tampoco sabía que había organizaciones de género y diversidad, fue nuevo para mí. Ahí empecé y tuve la oportunidad de conocer a Pía Ceballos, que es una activista muy importante hoy en día, a Lohana Berkins, a Mary Robles, las pioneras, y después a las que vienen hoy en día, que hay muchas chicas nuevas. En ese Encuentro subí a cantar y fue mi despertar del canto.

(Imagen: gentileza Lorena Carpanchay)

-El Encuentro Nacional de Mujeres y Diversidades de Salta fue clave para vos.

-Fue muy clave porque tuve la oportunidad de salir del armario y hacerme conocer. Y desde ese tiempo en adelante empecé a ir a cantar a Salta, porque Pía hacía sus eventos, me convocaba y así empezó mi transitar. El comenzar a cantar me abrió muchas puertas, tuve la oportunidad de conocer a Sushi Shock que también es una pionera, pude viajar a Buenos Aires para mostrar mi arte.

-Desde chica, ¿tu sueño era estar en la Serenata a Cafayate?

-No, nunca pensé que iba a llegar a la Serenata, nunca me imaginé. Lo tenía como algo lejos, inalcanzable para mí estar en una Serenata. Pero las cosas se fueron dando, tampoco pensé que iba a poder conocer a la coplera Mariana Carrizo también parecía inalcanzable, y hoy estamos constantemente en contacto con ella que es una referente, una coplera muy fuerte en el Valle y a nivel mundial. También pude hacer el corto Transcendente, con Joaquín Alejandro González, fue un corto contando mi vida, mi vida en el campo y cómo fue la transición. Fue muy fuerte también porque me ayudó a subir un escalón más abriéndome puertas dándome la posibilidad de hacerme conocer en otros lados.

-En 2020 subís por primera vez al escenario de la Serenata. ¿Qué sensación tuviste al estar en ese escenario, en esa tierra donde vos naciste, pero transformada mostrando a tu gente quien verdaderamente sos?

-Cuando me convocaron no lo podía creer. Me sorprendió mucho, me llovieron muchas entrevistas de diferentes canales de televisión de radio, me llamaban diferentes medios, periodistas. Me acuerdo que una semana antes también me llamaron para cantar en la Fiesta de la Vendimia en Animaná, que es un festival muy lindo. Ahí ya me ovacionaron y me emocioné mucho, fue muy fuerte. Subir a ese escenario con tanto público es una mezcla de adrenalina y nervios que pueden jugar en contra, pero lo supe llevar y canté unas coplas.

-Este año volvés a la Serenata y te toca el sábado, que es un día central. ¿Cómo te preparás?

-Vengo decidida a cantar lo que yo quiero cantar, me estoy preparando bien, armando nuevas coplas sobre la lucha, que también va mucho por ese camino que estoy haciendo. Me siento tranquila y contenta porque voy a estar justo el sábado, la noche del Chaqueño, la noche de Mariana Carrizo y de otros grandes artistas más. Ojalá que me pongan en horario central porque las anteriores presentaciones siempre fuí la primera o segunda. A veces cantaba para las butacas nomás, porque cuando recién comienza no hay gente, recién están entrando. Pero, muy feliz porque se me da de nuevo la oportunidad.

(Imagen: gentileza Lorena Carpanchay)

-¿Escribis tus letras? ¿Por dónde transitan las que estás escribiendo?

-Después de que empecé a cantar y llegué a la Serenata, empecé a escribir. Hoy en día escribo muchas coplas, hago versos, y también me pasan versos de otras chicas, inclusive de otras provincias, gente que me conoce de donde fui a cantar y me pasan. Yo las canto y las nombro. Pero hoy en día aprendí a escribir, la mayoría de las coplas que voy cantando son hechas por mí.

-¿Cuáles son las que más te gustan y siempre intentás cantar arriba del escenario?

-Y la que hoy me empezó a gustar mucho es "Pequeños gusanos", que me gustaría cantar siempre, pero a veces también es como que hay que ir variando. Y después está “La hija de la madre Tierra”, que es uno de los videos más lindos que hice. Pero últimamente hago un cancionero de coplas del Valle y voy metiendo partes de otros versos, como el que dice: "Ya viene la marica cantando la tonada, ya viene la mariposa derribando las miradas", y después me gusta también la que dice "Soy diaguita, también traba y me vas a respetar, tus insultos y tus maltratos no me van a derribar”. Ese me encanta porque habla mucho de lo que somos nosotros.

-Te reconocés de diaguita…

-Sí, me reconozco diaguita porque mi madre es de Jasimaná, y mi padre de La Ovejería, El Cajón, y me siento identificada, porque ellos son de esas comunidades y me enorgullece decir que soy diaguita calchaquí. Hoy en día ya me hice más fuerte y lo puedo decir sin avergonzarme.

-¿Cuáles son tus próximos proyectos?

-Tengo la oportunidad para irme a Europa. Estoy trabajando, juntando mi dinerito y si me sale bien calculo que entre junio y julio me estaré yendo, tengo una amiga que vive en Portugal y quiero irme un tiempo, hacer conocer mi arte. Es una meta fuerte, una meta muy linda. Estoy trabajando con MTA, Mujeres Trans Argentina, y la Diversidad Calchaquí de Cafayate y San Carlos, para irnos a Bolivia a un encuentro que se va a hacer en La Paz el 20 de mayo. La idea es ir ahí tambien a mostrar mi arte para que me conozcan. Después tengo muchos proyectos, fue una alegría tener la oportunidad de trabajar en Terminal Norte, trabajando con Juli Lazo, Mariana Carrizo, y con la gran directora de cine Lucrecia Martel, eso me ayudó a abrir puertas. Es muy gratificante porque nunca pensé llegar a eso, participar en hacer una película. Últimamente también estuve trabajando con Camila Sosa Villada.

-¿Cómo ves el contexto nacional, la persecución ideológica creciente hacia los diferentes géneros? ¿Cómo te afecta?

-Me pega mucho porque trabajamos tanto, luchamos tanto, nos ganamos los derechos en la calle… Muchas chicas han cambiado su identidad, tienen sus propios documentos. Había tenido esperanza de que algo pueda cambiar, pero hoy en día lo que está pasando con los despidos, con la lucha que venimos llevando adelante, el contexto del presidente de Estados Unidos diciendo que hay solo dos géneros, hombre y mujer, algo que acá se repite, esas cosas duelen mucho. Pero no hay que bajar los brazos, hay que seguir luchando, salir a la calle y pelear por nuestros derechos, eso es lo importante.