A sus 70 años, Carmelo Vecchi conversa con Buenos Aires/12 para no olvidar. Para que la sociedad no olvide. Para que Olavarría, su ciudad natal, cuna del cemento y hogar de Loma Negra, no olvide la actitud colaboracionista de las empresas que en la dictadura optaron por entregar información de aquellos trabajadores que reclamaban por sus derechos.
En su relato, recuerda a Carlos Moreno, abogado laboralista detenido en Olavarría por defender a los trabajadores de la cementera administrada por décadas por la familia Fortabat. Fue asesinado en Tandil, en la recordada Quinta de los Méndez, recientemente expropiada por el Gobierno provincial para convertirse en un sitio de la memoria.
“Lo de las empresas no era complicidad, era participación neta”, señala Vecchi, coordinador de la Comisión por la Memoria local. En medio de un contexto nacional donde la vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, exhibe su empatía por las operaciones militares que marcaron a fuego y sangre aquella época, el ex militante de la JP habla.
Habla porque puede, porque sobrevivió a su paso por el Centro Clandestino de Detención Monte Peloni, a cinco años de detención, a recorridas en cárceles, torturas, y encierro en “buzones”, y porque como trabajador e hijo de trabajadores está preocupado por los discursos que operan contra la organización sindical.
Por eso, trae sobre la mesa varios ejemplos de aquellos años. Todos de Olavarría, ciudad que hoy atraviesa una crisis operativa a raíz del desplome de la construcción producto de las decisiones de Javier Milei. Sólo a modo de ejemplo, los últimos datos señalan que el despacho de cemento cayó un 30 por ciento en 2024 y la capacidad instalada de canteras de piedra ronda el 40 por ciento.
Vecchi deja el caso de Loma Negra para cuando la charla avance. “Un mes después del 24 de marzo detuvieron a un grupo de empleados de FABI, una fábrica de bolsas industriales que estaban armando un sindicato”, empieza la historia. Recuerda que a ese sindicato lo comenzaron a armar con la asesoría de Moreno, padre de Matías ‘Gitano’ Moreno, actual subsecretario de Derechos Humanos de la provincia.
Cuando habla de FABI, menciona a Branco Zuljevic, gerente de la planta investigado en el juicio de Monte Peloni II. “Juntó a los empleados, llamó a la policía y marcó a los que estaban haciendo el sindicato”, relata. Cuenta que todos estuvieron presos y que cuando salieron fueron "a la fábrica a retomar el laburo el mismo tipo que los mandó en cana les preguntó dónde habían estado y los dejó sin trabajo”.
Un caso tras otro
Vecchi va enumerando, mes a mes, lo que se vivió en Olavarría. En todos los casos, subraya un nombre, el del capitán José Luis Álvarez, interventor del Ministerio de Trabajo en la región. Lo dice Vecchi y también los testigos en los múltiples juicios de lesa humanidad: Álvarez era el puente entre las fuerzas armadas y los directivos de las empresas. “Él les decía que cuando haya algún conflicto, lo llamaran que el intervenía, cosa que hizo en FABI, Loma Negra y la empresa de cerámicas Losa”, rememora.
Efectivamente, meses después de la situación de FABI llegó el turno de las primeras detenciones en Loma Negra. Vecchi narra el conflicto laboral que surgió por unas bolsas de cemento cuya boca de llenado vino fallada y era más chica de lo que se necesitaba para la máquina empaquetadora. Las bolsas reventaban con el cemento caliente, generaba quemaduras en las manos de los operadores, se perdía producto y, como frutilla del postre, los trabajadores veían caer sus ingresos porque cobraban por productividad. Al empaquetar menos bolsas, sus sueldos bajaban.
“Le pidieron a la empresa que, aunque sea, mezclen las bolsas y evitar perder tanto, por lo que pidieron una reunión a Cladera”, detalla Vecchi. Cladera se llamaba Ernesto. Era uno de los capataces de Lomas Negra en 1976 y está denunciado dentro del juicio de La Huerta. Junto a Jacinto Takieldín, denunciaron a seis trabajadores ante el capitán Álvarez.
Pocos días después, el comisario Alberto Balquinta ordenó las detenciones de Andrés Staldeker, Eustorgio Arenzo, Walter Peralta, Manuel Antúnez, Antonio Álvarez y José Ricciardi. Todos terminaron presos en Azul. “La empresa llamó al Ejército que llegó a rodear las casas con tanques para asustarlos y terminaron todos en cana”, recuerda Vecchi.
Meses después, dice Vecchi, la fábrica de cerámicos Losa, parte del Grupo Techint, bajo el argumento de que se habían pintado unos baños, detuvieron a ocho trabajadores que fueron torturados. Las detenciones de los operarios de la ladrillera estuvieron vinculadas a su actividad sindical en la Federación Obrera Ceramista de la República Argentina y a la defensa laboral por causas de silicosis, una enfermedad causada por la intoxicación pulmonar con sílice.
La defensa fue realizada por los abogados Mario Daniel Gubitosi y su socio, ‘El Negro’ Moreno, quien tomó los casos que Gubitosi había abandonado por considerarlos “peligrosos”.
Los abogados, Monte Peloni y la gráfica
Vecchi se toma el tiempo para relatar el caso de “los abogados”, como le conoce popularmente. Los abogados son José Pareja y del ‘Negro’ Moreno. Ambos, detenidos, desaparecidos y asesinados en 1977 cuando se encolumnaron en el cuidado de trabajadores y fomentaron su organización gremial.
“El 12 de marzo del 77 detuvieron a Pareja, mi cuñado”, relata. Se había recibido en 1975 y se abocó junto a Moreno en defender a obreros como los de Loma Negra que, faltos de toda medida de seguridad, con hornos sin filtros, padecían enfermedades pulmonares provenientes de la molienda de piedra.
Moreno fue detenido en abril de 1977 y asesinado el 3 de mayo de ese mismo año cuando fue recapturado tras un intento de escape. A fines de octubre del año pasado, este diario contó la labor de su hijo, el Gitano, la gestión de Axel Kicillof y de la Legislatura para lograr expropiar la Quinta de los hermanos Méndez en Tandil para que se convierta en un Centro de la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos.
A partir de entonces, se profundizó el accionar de la dictadura en la ciudad. Para septiembre, Vecchi fue detenido en su casa por militar en agrupaciones peronistas. “Eran las 4 de la mañana, estaban todos encapuchados menos uno, y con toda la manzana rodeada de camiones militantes y civiles”, recuerda.
De allí, fue trasladado durante media hora a Monte Peloni, el ex CCD que funcionó en Olavarría. “Nos recibieron con la picana y nos interrogaron durante varios días, donde hubo golpes con gomas, pinchaduras y quemaduras”, relata. “Así fue durante casi todo el tiempo en los dos meses que estuve, para luego pasar a cárceles, donde te recuperaban porque por el sistema carcelario pasaba la Cruz Roja”, cuenta.
O sea que a las torturas siguieron en las cárceles y los calabozos. Era un sistema de tres guardias, donde una era la mala que te pegaba todo el día, después llegaba la segunda que no te golpeaba directamente, pero que si hacías algo “te cagaban a palos”. Luego la tercera, “la buena”, que venía en búsqueda de información con buen trato. “Un sistema de tortura para actuar sobre el estado de ánimo y quebrarte”, dice Vecchi.
Actualmente desarrolla su actividad al frente de una gráfica donde, asegura, impusieron el sistema de plotteo en la ciudad hace treinta años. Estudió ingeniero electricista, carrera que terminó cuando salió tras más de cinco años de estar detenido. Fue en 1982, tras la derrota en la Guerra de Malvinas, que se abrió la ventana para recuperar la libertad tras pasar años en la prisión de Azul y en La Plata.
Cuando recuperó su libertad fue a La Rioja a buscar trabajo en el pujante parque industrial de la provincia norteña. Pero, con el triunfo del peronismo en Olavarría en 1987, volvió y fue convocado para ser funcionario. “Era difícil tener trabajo estable por mi condición ex preso”, subraya.
A principios de los años noventa fue que empezó a transitar por la imprenta de su suegro de apellido Pareja. Si, el padre de José. Su mujer es María Rosa Pareja. Dice que hoy está sumando a su hijo "para que el negocio siga".
Recuerda más casos. Habla de la Quinta de los Méndez pero más de Monte Peloni, donde estuvo encerrado. Donde fue torturado. Un espacio que fue recuperado hace dos años de las manos de Fabricaciones Militares y que hoy administran desde la comisión junto a otros compañeros. Hoy es un espacio de memoria. De la suya y, espera, del resto de Olavarría.