“Maestro, reprende a tus discípulos” … Pero él respondió, “Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras” (Evangelio de Lucas 19, 39-40)

El sábado 1 de febrero nos dimos cita, aún con el solazo y el calorazo porteño, cientos de miles, necesitando ese baño de sudor y, literalmente, del codo con codo, para protestar y resistir festejando. Es una de las mejores herencias que nuestro pueblo sabe destapar cada tanto, con o sin dirigencias que lo interpreten y convoquen. Discernir cada momento oportuno para salir a las calles es parte del buen olfato popular, que atrae una a otra, otro a uno, unes a otres, y entre todas las conjugaciones posibles del amor que podamos imaginar.

Intentamos reunirnos, como “campito de la fe”, autopercibidxs así desde la Mesa Ecuménica, en el arranque, cerca de San José y Avenida de Mayo. Allí estaban algún militante de Derechos Humanos Oscar Romero, un puñadito de curas en opción por las y los pobres (copp), militantes sociales cercanos a alguna capilla de Merlo, y algún religioso paulino. Georgina Orellano de AMMAR nos reconoció e invitó a marchar, aunque nos fuimos, unos demorando, otros adelantando. Un buen trecho, hasta traspasada la 9 de Julio íbamos entre la banderas del CICOP y la del Hospital Laura Bonaparte en Lucha, y otra - muy adornada - de las Migrantadas. Desde las inmediaciones del Cabildo, un compañero quilmeño de copp nos advertía de las vallas que el gobierno le impuso a la Catedral, ¿como signo de un bozal? para una iglesia que - aunque muy visiblemente no marcha - quiere ser más amigable con las búsquedas y expresiones populares de hoy. No obstante, para no pocos cristianos, está clavado en nuestra memoria el corpus cristi y el “cristo reina” del bombardeo genocida del ’55.

Una compañera de la Comisión para los Refugiados y Migrantes (CAREF) se incorporó a la marea pasando la 9 de Julio, en una zona que pronto contagió danzar al ritmo de batucadas. Sin pretender ser exhaustivo, ¡felizmente imposible!, supe que había un puñadito de religiosas y laicos de “Crece desde el Pie” de la Diócesis de Merlo-Moreno, y varixs veteranxs de la Asociación Sobrevivientes de la Tortura. Se repetían carteles fijos al costado “Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”. Los más sabios y despertadores carteles “de entrecasa”, para pensar, iban en manos de sus artesanxs: “no hace falta que nos persigas, aquí estamos”, “los hombres con vestido que abusan de menores no son drag queens” (con clérigos graficados), “el fascismo no es una opinión, es un delito”, , “vivan los putos, vivan las travas y viva Perón”, “el león resultó ser un dinosaurio”, “todxs somos putxs, zurdxs y villerxs”.

Una marea fluída nos fue llevando hasta la bandera rosada de Familiares de los Doce de la Santa Cruz, los paraguas de la APDH, y la de arrastre de la Mesa de Organismos de Derechos Humanos, y por allí nos encontró otra compañera del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH). Nos venían acompañando tres mujeres danzando incansables con castañuelas delante de una bandera roja que rezaba: “Comunidad Antirracista Afrodiaspórica Afroargentina Afrodescendiente Negra, Africana, Indígena”. Ya cerca de nuestro destino, pasaron de pronto y con apuro, por debajo de la bandera de Jubiladxs Insurgentes, Carmen Arias y la Asociación Madres de Plaza de Mayo.

Los cantos más reiterados que cada tanto algunx iniciaba eran los de “Milei basura …”, “Como a los nazis les va a pasar …”, “A dónde está, que no se vé, esa famosa CGT” (aunque atrás y en calles laterales había militancia sindical – y política – variopinta que daba el presente). Y hubo hurras al alcanzar la 9 de Julio, y luego, cuando Lali Espósito, María Becerra y Taichu saludaban desde algún costado de tremenda Marcha.

Las ventas callejeras, desde libros hasta pines, banderas multicolores del orgullo hasta choripanes, aguas hasta fernanditos y birras, iban siendo desbordadas por la inundación de una pacífica indignación humanista, ocupando avenidas, calles laterales y veredas. Los protocolos berretas quedaron para otros momentos, como cuando ellos suelen hacerse fuertes con los débiles en desconcentraciones y marchas menos amenazantes que la de anteayer.

Costó llegar a la Plaza, donde parece que había alguna radio abierta, se escuchaba y danzaba música tecno, y muchxs acampaban mateando entre amigxs en toda su extensión, mientras niñxs y no tanto ponían las patas y los cuerpos en la fuente – me pareció una actualizada versión del legendario 17 de octubre -.

Me fui yendo con la ilusión de ver cumplidos - lo más pronto posible - los sueños que leí en algunos carteles: “la libertad no se mendiga, se conquista”, “el líder que odia a su pueblo es un tirano y de nosotros depende bajarlo del trono”. Una bella sorpresa me esperaba cuando, en el subte A al que me subí en Plaza de Mayo, y lleno de compañerxs multicolores compartiendo, pasando la estación Piedras, la guardatrén, además de pedir que no trabaran las puertas, dijo estar orgullosa de llevar al pueblo que con coraje esa tarde salió a las calles.

* El autor es hermano franciscano y cura en opción por las y los pobres.