Dos de los hombres más poderosos del mundo parecen haber decidido que la cooperación internacional no tiene lugar en sus agendas. Elon Musk, el hombre de los cohetes y las redes sociales, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump tienen en la mira a la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), el organismo encargado de planificar y administrar la asistencia económica y humanitaria en el mundo. Para Musk, USAID “es una organización criminal que debe morir”; para Trump, es hora de darla de baja. Y si estos dos logran su cometido, las organizaciones no gubernamentales (ONG) en Argentina recibirían un golpe devastador.

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Con más de seis décadas de historia, USAID es uno de los pilares fundamentales de la cooperación internacional. La agencia se encarga ( o lo hacía) de gestionar miles de millones de dólares para proyectos de salud, educación, y fortalecimiento democrático en todo el mundo. En este contexto, en 2024, más del 40% de la ayuda humanitaria registrada por las Naciones Unidas fue financiada por USAID, lo que demuestra su rol clave en la atención de crisis globales. 

Sin embargo, todo esto podría estar en peligro, porque Musk y Trump consideran que la agencia debe desaparecer. Este lunes, Musk en un incendiario post en su red social X (ex Twitter), fue claro: “USAID está llena de radicales” y debe ser cerrada. Como si la cooperación internacional fuera un lujo que no se puede dar el gobierno de los Estados Unidos.

La amenaza para las ONG argentinas 

La propuesta de eliminar la USAID va más allá de un simple ataque a una agencia gubernamental; constituye una amenaza directa para miles de organizaciones sociales, de derechos humanos y de ayuda humanitaria que dependen de su apoyo en nuestro país. Las ONG cumplen un importante papel en el acompañamiento de los sectores más vulnerables, y la desaparición de la USAID podría generar un efecto dominó: proyectos en áreas clave como salud, educación, asistencia a comunidades en situación de vulnerabilidad y programas de transparencia democrática quedarían sin rumbo.

Un claro ejemplo del impacto de esta situación lo representan dos organizaciones locales: la Fundación Tzedaká, que se dedica a proteger a los miembros más necesitados de la comunidad a través del apoyo y desarrollo de iniciativas sociales y educativas, y la Fundación Avina, que lidera proyectos en áreas clave como innovación democrática, economía justa y acción climática. Ambas trabajan hace años en estrecha colaboración con la USAID. 

Estas instituciones, fundamentales para el desarrollo de proyectos que mejoran las condiciones de vida de miles de personas, podrían verse obligadas a reducir su alcance o, en el peor de los casos, cerrar sus puertas. La pérdida de financiación de la USAID dejaría a muchas de estas organizaciones locales en una situación crítica, sin recursos ni alternativas viables para seguir adelante con su labor.

Es difícil no ver la ironía en todo esto. Mientras Musk manda cohetes al espacio y Trump sigue luchando por la construcción de su muro, miles de personas en América Latina podrían quedar desprotegidas, viendo cómo se derrumban proyectos de asistencia esenciales. En un mundo cada vez más dividido, la cooperación internacional parece ser una de las primeras víctimas de una política de aislamiento y recorte, que no solo afecta a las ONGs, sino que también atenta contra la solidaridad global.

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