Es un momento confuso para ser Mohammed Amer, el comediante palestino-estadounidense conocido por sus amigos y fans como Mo. La semana pasada se estrenó la segunda temporada de su innovadora comedia dramática Mo, de Netflix, una serie semiautobiográfica sobre la vida de su familia como refugiados en Houston (Texas). Para Amer, guionista y protagonista de la serie, es un gran momento, pero la alegría que siente se ve contrarrestada por la inimaginable tragedia que está ocurriendo en Palestina.

En la primera temporada de Mo, estrenada en 2022, Amer interpretó una versión ligeramente ficticia de sí mismo: un inmigrante sin documentación que hace todo lo posible por mantener a su madre y a su hermano vendiendo bolsos Gucci y Rolex falsos en el baúl de su auto, algo que Amer también hizo durante las décadas que pasó esperando asilo tras emigrar de Kuwait a los nueve años. Amer nació en Kuwait después de que sus padres fueran desplazados de Palestina en la Nakba de 1948, en la que unos 750.000 palestinos fueron expulsados de su tierra natal en la creación del Estado de Israel.

Mo se convirtió en un éxito de boca en boca, cosechando elogios de la crítica y una inusitada puntuación del 100% en Rotten Tomatoes, lo que convirtió a esta segunda temporada en uno de los estrenos más esperados del año. Es el resultado de mucho trabajo y amor, pero también de un inmenso dolor, escrito tras la masacre de más de 1.400 israelíes perpetrada por Hamás el 7 de octubre y la consiguiente campaña militar de Israel en Gaza, que mató a más de 45.000 personas.

"Fue extremadamente difícil", dice Amer ahora, a través de Zoom desde el Distrito Escolar Independiente de Alief (Texas), donde vive con su mujer y su hijo pequeño. "Es la forma más suave de decirlo. Fue agotador: mental, espiritual y físicamente". En la sala de guionistas -un grupo heterogéneo de judíos, musulmanes y cristianos- se mantuvieron conversaciones difíciles y se exacerbaron las emociones. Al principio se planteó si la serie debía reflejar estos nuevos horrores, antes de que Amer decidiera no hacerlo.

"Cada vez que nos adentrábamos en esa madriguera, surgían un montón de problemas. Se volvía muy didáctico", dice el director de 43 años. "Además, lo más flagrante es que al hacerlo parecería que todo lo que ha afectado a mi familia empezó con el 7 de octubre, y eso no podría estar más lejos de la realidad. Por extraño que parezca, uno cree que cambiaría la trayectoria de nuestra historia, pero, francamente, se trata de la misma cantinela multiplicada por 1.000".

En la segunda temporada de Mo, la geopolítica sigue ocupando un segundo plano frente al humor y el desarrollo de los personajes. En un episodio, Mo intenta desesperadamente conseguir una reunión con el embajador mexicano para poder volver a entrar en Estados Unidos después de haber sido traficado accidentalmente por la frontera en la parte trasera de un camión. Pero la reunión fracasa, no porque Mo se niegue a hacer un trío con el embajador y su mujer, sino porque no está de acuerdo con la terminología de "conflicto Israel-Palestina".

Hablando con Amer, está claro que cualquier frontera entre él y Mo es muy tenue, si es que existe. Comparten un afable encanto tejano tan efusivo que se puede sentir a través de la pantalla, como un brazo colgado del hombro. Ambos llevan una gorra de camionero y fuman de la misma manera: inhalaciones agudas y exhalaciones largas, lentas como su acento de Houston. Es revelador del trabajo de Amer que se ría tan rápido en una conversación como que de repente le invada la emoción.

"Es mi forma de sobreponerme. Es como si lloraras, lloraras, lloraras y luego empezaras a reír sin saber por qué. Casi parecés un psicótico, pero creo que es una reacción natural", dice. "La vida es equilibrio, existe el bien y el mal. Llorás, reís. Así son las cosas".

Dicho esto, para Amer, hacer la segunda temporada de Mo supuso llorar mucho más. Varios momentos están sacados directamente de la vida de Amer, como su viaje a Burin, en Palestina, en 2009. "Fue brutal, para ser sincero", dice sobre la recreación de algunas de las escenas más dolorosas de su difunto padre, de quien, sólo décadas después de su muerte, Amer supo que había sido capturado y torturado durante la guerra del Golfo.

"Es imposible no emocionarse cuando hablo de ello, me emociona enseguida", dice Amer, y se toma un segundo para serenarse. "Por suerte, fue tan insoportablemente doloroso que pude aprovechar las emociones fácilmente para la escena", dice riendo. "Mi terapeuta me sacó tres sesiones".

Desde el punto de vista logístico, la segunda serie también planteó problemas. La mayor parte del final, ambientado en Palestina, tuvo que rodarse en Malta; se envió un equipo a Israel y Cisjordania para rodar las secuencias de conducción, los exteriores y los cortes. Qué metamensaje, sugiero, que una serie sobre ser palestino y no poder volver a casa no pueda rodarse en Palestina. "Sin duda me pareció simbólico de lo que está pasando", dice.

Después de terminar la segunda temporada, Amer y su familia volaron a Jordania. "Fue muy difícil saber que estaba a sólo 45 minutos en coche de casa de mis abuelos en Burin y no podía ir. Mi propia tía me decía que no fuera porque era demasiado peligroso", cuenta. "Llevaba conmigo a mi hijo recién nacido. Quería vivir esa experiencia, que él supiera de dónde viene y yo no podía hacerlo. Fue muy triste estar tan cerca y a la vez tan lejos".

Incluso en su segunda tanda de episodios, Mo es un programa que sigue pareciendo insistentemente fresco, sin duda en parte porque es el primer programa de televisión dirigido por palestinos en Estados Unidos. Amer, sin embargo, considera que esa supuesta carga de representación es cualquier cosa menos eso. "Eso es lo que me emociona", dice. "Siento que toda mi existencia consiste en hacer cosas que nadie ha hecho antes. En mis primeros años de monologuista y de gira, no había cómicos árabes o musulmanes; ahora estamos apareciendo por todas partes. Al principio fue una experiencia muy solitaria, no había nadie. Muchos de estos cómicos repiten chistes que yo hice hace 20 años".

Al principio de su carrera como monologuista, Amer recorría los "recovecos" del Sur. "Tomaba un Toyota Camry y le hacía 5.000 kilómetros para viajar a todos esos lugares de una sola noche a los que nunca he vuelto porque son muy oscuros", dice. "Sinceramente, al día de hoy puede que yo sea la única experiencia de un árabe-musulmán para algunas de esas personas. Lo sentí como una responsabilidad, pero no me sentí sofocado en absoluto".

Amer sabe un par de cosas sobre multitudes difíciles. Al principio de su carrera, antes de tener pasaporte estadounidense y viajar aún con un documento de refugiado, hizo una serie de giras actuando para las tropas estadounidenses en países como Guam, Kuwait e Irak. Su primer viaje fue en abril de 2001, cinco meses antes del 11 de septiembre. "Las cosas cambiaron radicalmente después de aquello", dice. "Me di cuenta de que tenía que estar más presente que nunca y de que no tenía que tener miedo de ser yo mismo, porque durante un tiempo me aterrorizaba ser yo mismo". (Aclara que el miedo nunca fue por vergüenza -"nunca me he sentido jodidamente avergonzado"-, sino por supervivencia, porque "eran tiempos de miedo y la gente estaba sedienta de sangre").

"Me dije a mí mismo: si puedo actuar delante de las tropas estadounidenses cuatro meses después del 11-S, estoy seguro de que puedo hacerlo delante de cualquiera", ríe. Sin embargo, la noche antes de partir para su primer viaje tras el ataque terrorista, Amer escribió una serie de cartas de despedida "por si acaso"». Cuando regresó sano y salvo a Houston, lo quemó todo. "Fui muy realista conmigo mismo, iba a salir ahí fuera y ser yo... a velocidad crucero".

Su comienzo fue así: Amer entraba en el escenario delante de una tropa bien pertrechada y decía: "Hola chicos, me llamo Mo, que en realidad es la abreviatura de Mohammed. Sorpresa, putas. Hoy es el día". Les encantó. "Esos militares también tienen un sentido del humor enfermizo".

En uno de esos viajes regresó a Kuwait por primera vez desde que su familia se vio obligada a huir en 1990. "En cierto modo, fue una experiencia ir allí y aplastar todo ese trauma", dice. Amer quería quedarse unos días más para ver a su tía, pero el protocolo militar exigía que un soldado lo acompañara hasta el avión. "Intenté decirle al tipo que no pasaba nada, que nosotros nos encargábamos, pero me dijo que teníamos que hacerlo", explica. "Entonces recibió una llamada, volvió corriendo al Suburban y regresó diciendo: 'Lo siento chicos, tengo que recoger a Bradley Cooper; acaba de aterrizar de Afganistán'. Lo único que podía pensar era: gracias a Bradley Cooper puedo abrazar a mi familia". Su tía murió el año pasado.

Mo (Imagen: Netflix)
 
 

Amer es de los que aprovechan las oportunidades. Un ejemplo: cuando en 2016 se encontró al lado de Eric Trump en un vuelo a Glasgow, reconoció inmediatamente el potencial cómico: ¿un cómico musulmán orgulloso sentado al lado del hijo del político posiblemente más islamófobo? No se pueden inventar estas cosas. Amer tomó una foto de sí mismo y el hijo del futuro presidente sonriendo, acompañada de las palabras: "A veces Dios simplemente te envía el material".

"Aterricé en Glasgow con la cantidad más insana de mensajes", dice Amer ahora. "Ni siquiera sabía qué hacer, los dos lo ignorábamos. Era como si acabáramos de tener un romance de una noche y nos miráramos como diciendo: 'quizá no deberíamos haber hecho esto'. Dios sabe qué tipo de mensajes recibió él".

Por cierto, casi 10 años después, Donald Trump es presidente por segunda vez; cuando hablamos es la semana de su toma de posesión, y su presidencia desata un temor generalizado por sus acérrimas políticas antiinmigración. Aunque Amer obtuvo la nacionalidad estadounidense en 2009 -un proceso que duró aproximadamente 20 años-, teme lo que un segundo mandato de Trump pueda significar para los que son como él. "Hay gente que solo intenta llegar aquí con más fuerza que nunca, para intentar buscar ese futuro que desean para ellos y sus familias, así que es doloroso ver cómo deshumanizan a los refugiados hasta tal punto que no los ven como un alma más", afirma. "Se convierten en carne de cañón política. Es una forma de incitar a las masas".

 

Aunque Mo se toma la política con ligereza, los titulares diarios pesan mucho en Amer. Las recientes noticias sobre un acuerdo de alto el fuego entre Hamás e Israel lo llenaron de esperanza, aunque también de una gran dosis de sal. "Realmente no confío en nada", dice. "Pero tengo fe. Siempre tendré fe y me aferraré a ella. Creo que todo el proceso pretende quebrar el sentido de fe y creencia de la humanidad, pero creo que esto seguirá su curso y podremos estar en un lugar mucho más brillante. Espero que todo el mundo tenga una profunda compasión con la mejor de las intenciones". Se toma un tiempo y se ríe de la manera que se hace cuando algo no tiene ninguna gracia. "Pero sí, he visto esta película antes".

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.