A la espera de poder cerrar un acuerdo con Estudiantes de La Plata que se ha demorado demasiado, el inversor estadounidense Foster Gillett se ha transformado en el nuevo prestamista del fútbol argentino. Compra jugadores por cuenta y orden de distintos clubes y luego los ofrece. El caso más saliente es el de Rodrigo Villagra, adquirido a River por diez millones de dólares. Pero también entran en esta lista Hernán López Muñoz, que llegaría a Vélez por una gestión del propio Gillett, y Kevin Zenón, a quien pretende llevarse de Boca pagando la cláusula de rescisión de quince millones de dólares como lo hiciera con Cristian Medina para colocarlo en Estudiantes o bien en el fútbol europeo.

Esta aparición del financista estadounidense, representado en el país por el empresario Guillermo Tofoni, distorsiona aún mas un mercado de pases artificialmente extendido hasta el 12 de marzo. Gillett ofrece sus millones de procedencia dudosa a cualquier club que necesite reforzarse. Los usa como vidriera. Presta sus jugadores por un año o el tiempo que se necesite para ganar un título o jugar una copa internacional. Y luego se los lleva. El destino final es Europa. Pero también puede ser cualquier país sudamericano (esta semana quedara cerrado el gerenciamiento de Rampla Juniors, de la segunda división del fútbol uruguayo) o incluso México. Su agenda internacional es variada.

La distorsión llega a tal extremo que por estas horas River opera para que Villagra no vaya a Vélez sino al CSKA de Moscú, cuestión de poder habilitar un cupo más en el sistema TMS de transferencias y traer un jugador desde el exterior. Todo resulta éticamente reprobable. Pero el fútbol argentino nunca se detuvo en estos detalles. Los equipos necesitan vender y comprar. Y en esa carrera, la billetera de Gillett se abre con facilidad. 

Como prestamista de última instancia, Gillett opera en la zona gris de la pelea entre el gobierno nacional y la AFA por la conversión de los clubes en sociedades anónimas. Ambas partes parecen tolerarlo. Porque esa pelea ya no sería tal. Según se rumorea en el ambiente de la pelota, las posiciones antes enfrentadas se habrían acercado y AFA podría presentar entre marzo y abril un nuevo régimen que permitiría el ingreso de capitales privados para la gestión del fútbol. Pero sin convertir a los clubes en sociedades anónimas deportivas como pretenden Javier Milei y Mauricio Macri.

Todos se declararían satisfechos si esto sucediera. Los clubes seguirían siendo asociaciones civiles sin fines de lucro en poder de sus socios como lo viene siendo desde fines del siglo diecinueve. Pero a la vez, podrían gerenciar el fútbol con el ingreso de inversores y financistas nacionales y extranjeros. Foster Gillett se anticipó a todos. Y mientras aguarda el si (o el no) de Estudiantes para cerrar trato por treinta años, compra, vende y se mueve como el nuevo rey de los pases del fútbol argentino. Sin que nadie le conozca la voz.