Ciudad sitiada de Gloria Lenardon (Casagrande, 2024) es una nouvelle en la que el silencio asordinado del pasado se incrusta en nuestro presente. La rapidez de la escritura junto con la brevedad potencian la acción, generando una atmósfera de peligro inminente.

Alude a una ciudad con una larga avenida que da al río, podría ser Rosario pero deja espacio abierto. Nunca hay ni superposición ni saturación de elementos sino que genera con experticia un equilibrio formal donde la espacialización de cada segmento narrativo funciona como bloque pero al eliminar las mayúsculas del comienzo de párrafo otorga un gran dinamismo al conjunto.

Lo alegórico juega un rol fundante; son los perros quienes ejercen el control, máximo volumen, los ladridos en oposición al bisbiseo de la población.

Agilidad narrativa que con pocos trazos describe escenas y hace foco en una familia disfuncional. Familia conformada por una madre, Nena, tres hijas y una tía abuela a la espera de que sea Willie, el marido, quien abra las puertas del sueño americano bajo la condición de que sea aceptado en la Nasa. 

Nena junto con Dulce, su caniche, ocupan la terraza, su única acción repetida es broncearse, seguir los consejos de belleza de Burda (revista muy popular en la década del 70) y prepararse para su viaje a Hollyood. 

Y como si todo esto fuera poco, pintada en el pasillo por la tía abuela está la Bella Durmiente: “la luz molestaba mucho, el sol bajaba con furia de la terraza y devoraba la pared, la bella que dormía.” 

Gloria Lenardon sopesa la materialidad de las formas y confiere velocidad visual al mural. Una mirada atenta donde la sutileza y la ironía juegan para conferirle a esa familia rasgos propios folletinescos y en esa línea, se pueden reconocer filiaciones con los habitantes de Coronel Vallejos de Manuel Puig.

La narración hasta ese momento indeterminada,estalla a partir de una referencia donde irrumpe la historia. 

La acción transcurre en los alrededores de la iglesia donde los puesteros acomodan su mercadería para la procesión que se realizaría al día siguiente. De las cajas asomaban llaveros con la pelota de fútbol, con la imagen de Kempes, plastificada la leyenda “Hay que canonizarlo”.

La imagen de Kempes como única referencia es el punto de quiebre, a partir de ahí el tiempo de los acontecimientos se acelera, genera avalancha: Mundial del 78, dictadura militar.

Esta nouvelle exhibe un fragmento de la historia donde frente a la amenaza y desaparición forzada, los habitantes callan y son indiferentes. La autora revela su posicionamiento ético, un llamamiento a la memoria colectiva.

En el penúltimo párrafo se lee: “El olor a sangre llegaba al río, de lo quedaba flotando en la orilla (...) Los perros se repetían , atacaban por las noches, y lo que quedaba de esos ataques instintivamente lo arrastraban al río (...)”

Después, las barredoras se encargaban de la limpieza y contaban con la complicidad de los medios informativos.

 

Ciudad sitiada genera un efecto doble; por un lado remite a uno de los episodios más oscuros de nuestra historia y por el otro, se precipita hacia nuestro presente; lo toca con el bastón presidencial que tiene labrado en su empuñadura cinco perros.