La reciente edición del Grammy todavía sigue dando de qué hablar. Cuando Khruangbin salió a tocar la canción “May Ninth” al escenario del Crypto.com Arena el domingo pasado, como parte de las performances de la ceremonia principal, lo hizo en calidad de aspirante a llevarse la estatuilla en la categoría de “Mejor artista nuevo”. Parecía una ironía, porque el grupo estadounidense ya tenía 14 años de actividad, en los que cosecharon varios discos y giras mundiales (en noviembre de 2019 actuaron en Buenos Aires). Si bien el gramófono lo terminó levantando la cantante pop Chappell Roan, a quien sí le cuelga la chapa de “novel”, en la antesala de la edición 67 del galardón la decisión de incluir al trío en el rubro generó sorpresa y también críticas sobre el criterio de selección.
El baterista de la banda de la ciudad de Houston, Donald “DJ” Johnson, se enteró de la nominación en noviembre, luego de la prueba de sonido del show que tenían previsto dar ese día en Berlín. Al volver al camarín, se encontró con varios mensajes alusivos en su WhatsApp y con un ramo de flores que contenía una tarjeta que decía: “¡Felicitaciones!”. “Definitivamente, no fue una prueba de sonido típica”, recordó el músico semanas más tarde. Mientras que la bajista Laura Lee opinó: “Independientemente de si el oyente puede o no saber de qué se trata, o si se encuentra en el mismo lugar en el que estábamos nosotros, creo que de alguna manera un reconocimiento así te permite soñar despierto. Si bien los premios son un evento más de la esfera pop, no puedo negar que la noticia me sorprendió”.
La terna “Mejor artista nuevo”, que fue creada en 1960, en la segunda entrega del Grammy, sufrió varias transformaciones a lo largo del tiempo. En esta época en particular, la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación, organizadora del galardón, estableció que para ser elegible para esta categoría un artista debe cumplir con los siguientes requisitos: “Haber lanzado al menos un álbum o cinco sencillos”, “Haber logrado un gran avance en la conciencia pública” o “Haber tenido un gran impacto en la industria musical durante el año de elegibilidad”. Khruangbin cumplió con las tres condiciones. Además, de entre los ocho nominados, no sólo fue el abanderado de la escena musical indie, sino también el único practicante de una propuesta sonora netamente instrumental.
La inclusión en la premiación del trío, que dejará de ser ignoto a partir de ahora, permitirá que otros artífices con estéticas afines, como Hermanos Gutiérrez (la dupla ecuatoriana-suiza se presentará en C Art Media el próximo 5 de abril) o la jazzista pakistaní Arooj Aftab, puedan ser considerados en venideras ediciones del Grammy. “May Ninth”, el tema que tocaron en la gala, forma parte de su más reciente álbum, A la sala, publicado en abril de 2024 a través de los sellos independientes Dead Oceans (abarca el mercado norteamericano) y Night Time Stories (apunta hacia el público europeo). Se trata de un disco que, al igual que sus antecesores, explora la manera asiática de comprender el ritmo: desde Tailandia hasta Oriente Medio. Y eso se tradujo en una suerte de antropología melódica de la psicodelia.
Como parte de la agenda promocional de este cuarto álbum, Laura Lee y DJ Johnson hablaron con Página/12, vía zoom, desde la capital texana. Sin embargo, antes de adentrarse en éste, la bajista destaca que su debut porteño, en Teatro Vorterix y donde compartieron cartel con la banda canadiense de nü jazz Bad Bad Not Good, está entre los recitales “más exquisitos” que dio con su grupo. “El público de allá fue funcional al show, tanto al arengar algunos pasajes de nuestros temas como al cantar las partes instrumentales”, evoca. “Nunca vi a nadie que hiciera eso en ninguna de las ciudades en las que tocamos”. En ese entonces, Khruangbin vino a Buenos Aires de la mano de su segundo disco, Con todo el mundo (2018), con el que se convirtió en una de las sensaciones de la escena indie.
No obstante, en contraste con esa inoculación groovera, A la sala apela a la intimidad. De hecho, el título invita a esa sensación. “Creo que se siente como si estuvieras en el living con nosotros, mientras tocamos”, ilustra la música. “Me gusta además la imagen de optimismo que intentamos proyectar”. Pese a que no participa en la entrevista, el guitarrista Mark Speer ha manifestado que Lee es el cerebro detrás del grupo, así como quien trae esos nombres en español (de los discos y los temas) y esas ideas que recrean la teoría de la “Aldea global” que acuñó el erudito Marshall McLuhan. “Este disco nos llevó a nuestras raíces”, afirma la artista de origen mexicano. “Todos trajimos propuestas al estudio, y las probamos a ver cómo funcionaban. Y empezamos a encajar las piezas como si fuera un rompecabezas”.
El baterista, por su parte, explica que lo primero que terminan es la música, y luego resuelven si meten alguna textura vocal u otro añadimiento. En tanto Lee agrega: “La narración de Mark se siente como palabras, aunque no haya palabras. Y mi narración se siente como matemáticas, aunque no haya números. DJ es el traductor entre mi idioma y Mark de alguna manera. Tenemos un estilo lírico”. Desde sus inicios, la banda apostó por hacer música instrumental y de a poco ampliaron los artilugios narrativos. “Hacer música instrumental tiene muchas ventajas porque borra la barrera del idioma”, reconoce la bajista. “Cuando tocamos en lugares en los que la gente no habla inglés, conectamos rápido. Así que podemos transmitir un sentimiento a través de una melodía o de una progresión armónica específica”.
Por más que “May Ninth” es su primer tema explícitamente cantado, no fue la única vez que probaron ese recurso. En 2020 apareció el EP Texas Sun (2020), en el que unieron fuerzas con el cantante de soul Leon Bridges, al que le secundó dos años después el EP Texas Moon, también junto al nativo de Atlanta. Meses más tarde, presentaron el disco colaborativo Ali, que tributa el cancionero del blusero maliense Ali Farka Touré, en complicidad con su hijo Vieux. “Nos conocimos en el Reino Unido, y nos dijo que quería hacer un álbum homenaje a su padre. Así que para nosotros fue una obviedad hacerlo”, espeta Johnson. “Los procesos de grabación de un artista y otro son diferentes, pero en Ali concebimos uno propio entre ambos. Luego, grabamos A la sala, con nuestra manera de hacer las cosas. Y eso se refleja en el acabado”.
Amén de coincidir en el flequillo, a Lee y Speer los unió su admiración por la música afgana y la arquitectura del Oriente Medio. Y se armaron Khruangbin (significa “avión” en tailandés), que tras ir encontrando su identidad despachó, en 2015, The Universe Smiles Upon You: disco debut que hizo nuevamente del exotismo un elixir sonoro. “Mi vida está muy llena gracias a la música”, sentencia ella. “Si bien parece rutinario tener un trabajo así, yo lo vivo con asombro. Cada parte del proceso es creativo, desafiante y laborioso. Exige mucho de vos, y si estamos a la altura de esa circunstancia es porque nos encanta hacerlo. Es un gran honor y privilegio haber hecho esto durante tantos años. Y más en esta época, en la que se resaltaron las diferencias ideológicas y políticas. Así que vemos en la música una posibilidad para conectarnos”.