Las declaraciones de Milei en Davos son de una ignorancia, falta de respeto, fachismo y crueldad inéditas pero también, como un juego dialéctico, las más interesantes, profundas y debatibles que haya expuesto desde diciembre de 2023 en el concierto del mundo “occidental” y, sobre todo, en la perspectiva de la decadencia prepotente y colonizadora norteamericana.
Se trata tanto de un político como de un personaje teatral, crea una puesta en escena, se maquilla, habla de historia, de historias y, sobre todo, hace doler. Es teatro de la crueldad. No apunta a que se entienda lo que dice. No tiene sentido. Es como intentar comprender la lógica nazi, solamente se comprende la brutalidad, quiénes son sus enemigos y a quiénes irá a “buscar dónde estén”. Su posición maniqueísta “copyright yanqui” de los buenos y de los malos es tan infantil como peligrosa. Los malos son los zurdos, la diversidad sexual, el feminismo, “y su justificación fue la siniestra, injusta y aberrante idea de la justicia social, complementada por entramados teóricos marxistas cuyo fin era liberar al individuo de sus necesidades”.
La cuestión es blanco o negro y te van a ir a buscar a donde estés. Das clase en la facultad hace treinta años ¡estás adoctrinando estudiantes! Aunque el programa sostenga que tenés que enseñar El Príncipe de Maquiavelo, obra considerada el nacimiento de la política moderna. Este autor sostiene que en política es mejor ser temido y odiado que amado. El poderoso tiene que ser cruel y Milei lo logra: ¿Qué es eso de justicia social? Sólo libertad, libertad, libertad.
En el teatro de la crueldad es mejor odiar. El amor genera insatisfacción, el odio es más profundo, se vuelve eterno, por eso habla de motosierra, de licuadora, recesión, somos el país de la bicicleta financiera y del endeudamiento que rápidamente se vuelve pagadero por todos.
Y el presidente, un actor en escena que tiene la misión de desquiciar a la gente, de que hablen de él. No tiene sentido lo que dice. Simplemente lo que hace es “chupar”. Es un partido de ultraderecha que chupa a otro partido de derecha que a su vez chupa a otro partido de derecha anterior y que llegan hasta 1880 en los comienzos de la organización política argentina. Chupa la sangre del pueblo y lo vuelve minoría y le chupa lo que digan de él. Los supremacistas han tomado la palabra y lo que dicen tienen razón: tienen un auto mejor que el tuyo. Sostienen que es una pavada eso que se dice de la harina y del calentamiento global, que el ser humano se adapta a todo, que hasta nos adaptaremos a esta gente.
Lo único que no nos podemos chupar es el odio. El problema según Fanon es que el odio si no se organiza y no se lo dirige bien te queda atragantado, envenena a cada cual y a los que tiene más cerca. Y eso es un gran éxito para ellos. No necesitan ni ir a buscarte.
Libertario se llama, tomando el nombre del movimiento anarquista que intentó ir contra el Estado pero por otra razón: no lo querían porque era un opresor de clase. Milei toma ese nombre y es falso que quiera destruir al Estado sino exactamente lo contrario, no lo convence porque no oprime como corresponde: cree en forma tan pueril como peligrosa y lo repite dos veces en su discurso de Davos “...no existen las fallas de mercado. Lo repito nuevamente: no existen las fallas de mercado”.
Ningún economista en la Tierra ni ningún manual de economía dicen esto: el mercado produce monopolios, oligopolios. Nunca la libertad de oferta y demanda es libre.
No tenemos que confundir libertad con ser libre, la libertad es un concepto complejo y hasta puede llegar a ser reaccionario como es el caso. San Martín no dijo "libertad" sino dijo “seamos libres, lo demás no importa nada”. para ser libres es necesario saber contra quién uno lucha y en eso Milei nos está dando una gran lección.
Y ahora encontró una nueva palabra, wokismo, para referirse a los movimientos progresistas que hablan de la distribución social, lucha de género, el feminismo. Todos los que están del otro lado, los que quieren un agrandamiento del Estado y que dificultan que el mercado se maneje en libertad. Ninguna crítica a la noción de mercado ni al supremo egoísmo que lo “hace libre”, ni la acumulación en un porcentaje menor al 5 por ciento de la riqueza planetaria en pocas manos.
Jamás va a reflexionar ni hacer una crítica de la propia posición, de cómo la derecha argentina se sostuvo y se sostiene en la prebenda del Estado, y cómo el Estado finalmente es el único que puede sostener las barbaridades que dice. Su supina ignorancia solo tiene valor en tanto la gente que lo ha votado y que lo sigue sosteniendo que nos muestran un enorme interrogante y un enorme desafío de cambio.
Martín Smud es psicoanalista y escritor.