El 28 de diciembre, tras ser designado por el papa Francisco, Monseñor Gustavo Carrara inició su ministerio pastoral al frente de la Arquidiócesis de La Plata. Lo hizo en un momento especial, dado el comienzo del Año Jubilar y el contexto político y social que pone a la Iglesia Católica como uno de los pilares de consulta permanente.

Carrara recibió a Buenos Aires/12 en su despacho de La Plata, donde dio cuenta de las expectativas que trae para la Arquidiócesis que no solo alcanza a la capital bonaerense, sino también a los municipios vecinos de Berisso, Ensenada, Magdalena y Punta Indio.

Con una amplia trayectoria que lo tuvo 17 años al frente de parroquias en las villas y barrios populares, Carrara llegó a la provincia con un mensaje que, advierte, no le pertenece a él sino a Jesús: “Compartir con los pobres la alegría del Evangelio”.

–¿Cómo lo recibió la sociedad platense y de la región?

–Para mí es una sorpresa estar acá. Desde que me avisaron que el Papa me ofrecía ser arzobispo a mediados de noviembre, no lo esperaba. Había venido en alguna excursión escolar y a misas en la Catedral, pero no conocía La Plata. Este primer tiempo es de escucha, de conocer. Me parece que esa tiene que ser la actitud porque la historia no empieza con uno. Estoy escuchando a los sacerdotes, que son los primeros colaboradores del obispo, cuando cuentan las realidades de sus parroquias. La parroquia es la Iglesia entre las casas, no es solo un templo. Hace poco fui a una que tiene presencia en la zona donde la comunidad boliviana trabaja en las quintas, en esas visitas voy conociendo. También estoy recibiendo a las distintas pastorales, por ejemplo a la pastoral de migrantes, que me contaron cómo trabajan y cómo intentan seguir lo que el Papa propone en cuanto a acoger, proteger, promover e integrar. También recibo a movimientos sociales, personas de la política. Nos estamos conociendo.

–¿Qué le pidió el Papa cuando le encomendó esta tarea?

–Pudimos hablar cuando lo fui a visitar, algo que no hacía desde 2019. Le pregunté cómo es ser obispo como último responsable, porque hasta ahora era auxiliar. Me contó algunas cosas que él conocía de la Arquidiócesis, tuve la oportunidad de hablar con el cardenal (Víctor Manuel "Tucho" Fernández, ex Arzobispo de La Plata). Al Papa lo conozco mucho, desde el año 1992 cuando estaba en el seminario. Una de las cosas que me dijo es que sea cercano a los curas.

–¿Qué pasaba que no se encontraba el camino que el Papa estaba buscando?

–No lo sé y no lo pregunté. Me parece que hay que mirar para adelante. También he tenido diálogos con Monseñor Aguer y Monseñor Mestre. Mi idea es dialogar con todos, nadie es dueño de la verdad absoluta. La verdad existe y vamos en búsqueda de ella. Todos aportan algo a la mirada del conjunto. Ahora cada día que pasa voy aprendiendo algo más de la Arquidiócesis que tiene realidades distintas ya que no solo alcanza a La Plata.

–En su primera intervención usted habló de acercar la Iglesia a los pobres. ¿Cómo va a ser esa dinámica?

–No es un invento mío, es de Jesús. Yo traté de compartir eso desde el inicio. El camino de Jesús empezó desde y con los pobres a todos. Un poco es mi experiencia de los últimos 17 años que viví y trabajé en los barrios populares. Se pueden tender puentes. Por ejemplo, en el trabajo de universitarios que eligen trabajar en un barrio popular, donde también hace bien esa integración. Tuvimos vínculos con la UCA, la UBA, la UMET y varias otras donde se hacían proyectos de investigación que volvían al barrio o el otorgamiento de becas a chicos de esos barrios. Hay un diálogo virtuoso que se puede dar entre los diversos mundos. Por ejemplo con el club parroquial que teníamos podíamos entrar en contacto con otros clubes para plazas a las piletas o la formación de una liga para seguir acompañando a los jóvenes. Ese es el espíritu a seguir, pero primero tengo que escuchar todo porque seguro hay muchas cosas buenas que se están dando. A veces el arzobispado puede ser puente de alguna iniciativa, pero hay que estar atentos a lo que pasa en el territorio porque se dan experiencias que están muy buenas para que se repliquen en otras.

–Los sectores populares son blanco de estigmatización. ¿Cómo se reconvierte esa mirada?

–No tenemos que perder la humanidad. Se trata de un ser humano que atraviesa una situación difícil que uno se podría preguntar por qué no me tocó a mí y la respuesta es algo misterioso. Los pobres reclaman vivir con dignidad. Hay barrios sin accesibilidad a los servicios básicos. Apuntan a lo esencial para vivir con dignidad, que el Papa Francisco lo ha captado muy bien en diálogo con los movimientos populares: tierra, techo y trabajo. Una tierra para construir un techo y cuidar a una familia. La Argentina es muy rica en recursos naturales, en territorio, a nadie le debería faltar un pedacito de tierra para hacer su casa. Hay que planificar y repoblar, porque tener un país poblado también es estratégico porque somos apetecibles para las grandes potencias. Tener un país poblado, bien distribuido, donde todos tengan un piso de dignidad es clave.

–¿Cómo es su relación con la política?

–Soy muy respetuoso del pueblo que elige a sus representantes y el gobernante que elige sus funcionarios. Entonces cuando uno entra en diálogo con ellos, tiene que ser franco, honesto y tratar de acercar una mirada sobre alguna cuestión en particular que aporte. A veces en esa búsqueda de diálogo se logran destrabar situaciones que terminan siendo algo bueno para la gente.

–¿Pudo hablar con el gobernador Axel Kicillof?

–Todavía no nos reunimos. Él vino al comienzo de la celebración, que inició con una peregrinación desde San Ponciano hasta la Catedral y nos acompañó. Fue un gesto de cercanía que valoro mucho, pudimos intercambiar algunas palabras. Estamos en tiempo de arranque del año, así que pronto tendremos alguna audiencia.

–¿Qué opinión tiene de la política y los discursos del Presidente de la Nación?

–Creo que es una revisión que tiene que hacer toda la política en general y los que más responsabilidades tienen, siendo Presidente más aún. A veces se confunde la política con la interacción en Twitter o con una historia de Instagram. Hay ciertos espacios de mucha agresividad, pero el camino no es la agresividad ni el rechazo, todos podemos estar tentados de algún tipo de racismo, aporofobia, querer cancelar al que piensa diferente a uno. Cuantas más responsabilidades tenemos más bien podemos hacer, pero también más daño. A mí no me gusta apuntar, primero la pregunta me la hago a mí, si escucho o no, si encasillo sin oportunidades o no. Es un clima de época.

–¿Ve a la sociedad argentina más cerca o más lejos de Dios?

–A mí me da esperanza que Dios siempre está cerca nuestro. La relación con él tiene expresiones exteriores, pero en líneas generales considero que hay una apertura a lo religioso. Hay ciertas situaciones vitales que llevan a la pregunta, sobre todo si la vida se agota acá nomás. Estoy tranquilo que nos queda la vida eterna, si no la vida sería muy corta. La religiosidad tiene un gran potencial de transformación para que la gente viva mejor. El cristiano cree en la vida feliz del cielo, pero también que las personas tienen que vivir acá con dignidad. Son las dos cosas.