¿Ya no habrá más revoluciones? No me refiero a las tecnológicas o científicas, usufructuadas desde el poder económico y político. Hablo de las que agitaron los últimos dos siglos en búsqueda de justicia, igualdad, futuro. Si la respuesta es no, habría que declarar (ahora de verdad) el fin de la historia... y aceptar que deberemos encausar nuestros ímpetus de cambio hacia objetivos prácticos: aprender a bailar reggaetón, cursos de filetear, escribir una novela.
¿Por qué no habría más revoluciones si las injusticias siguen vigentes como siempre? Aventuro una posibilidad: los pobres (desclasados, desplazados, sometidos, etc.) tuvieron su oportunidad, la usaron, y la desaprovecharon, o fueron derrotados.Hubo avances, pero el paraíso de la igualdad y del hombre nuevo nunca llegó. En tanto, los poderosos, los ricos, los aristócratas hicieron su propia revolución.Tenían un solo objetivo: quedarse con todo, y lo lograron. Usted dirá que no se le podría llamar revolución sino proyecto. Yo me voy a remitir al resultado: querían voltear las cosas para su beneficio y lo lograron.
Pero las injusticias están a la orden del día, ¿entonces? Esto lo tendría que explicar alguien más culto que yo, pero igual lo intento: por un lado el poder ha aprendido a usar los mecanismos de la democracia para pisar cabezas, ya no necesita dictaduras, y las revoluciones no se hacen en tiempos de democracia, lo dice la historia.
Por otro lado, la sumatoria de los errores cometidos por el mundo comunista, con el muro de Berlín a la cabeza, las purgas de Stalin, y un largo etc., hace difícil recuperar el espíritu y el discurso revolucionario. Basta con que digas comunismo o socialismo (el de verdad, no el de Europa y sus fotocopias) para que te tiren por la cabeza las macanas rusas y otras menos rusas. Y las revoluciones exigen líderes revolucionarios, y eso escasea. Quizá es un ciclo que se cierra con la muerte de Fidel.
Si los pobres ya no harán revoluciones. Y los ricos ya hicieron la suya, ¿qué queda? La revolución de la burguesía. Suena raro pero no lo es. Hasta el siglo XIX las revoluciones las hacían los burgueses. Pero la burguesía actual no busca revolucionar nada, sino algo que está a mano, que no obliga a arriesgar la vida en medio del monte: el confort, que se puede comprar en doce cuotas en el supermercado de la esquina. Pero, ¿el confort colectivo no era acaso el objetivo de las revoluciones? ¿La justicia social no es confort para todos? Cuando digo confort digo casa, comida, trabajo, educación, y que no te chupen en la esquina.
Antes de que me putee aclaro que las revoluciones, al menos en los papeles, buscaban el confort para todos y todas. Un burgués busca el confort para él y su familia, y que los demás se jodan.
¿Está seguro, Chiabrando, de que los pobres del mundo no harán más revoluciones? Y pienso en los desplazados de Africa o de la parte pobre de Europa que emigra a la fuerza. ¿No buscan, acaso, confort, lo elemental, lo que no tienen en su tierra? Eso significaría que los pobres más pobres del mundo ni piensan en revoluciones. Buscan el confort que puedan rasguñar en el mundo capitalista.
Pero, Chiabrando, en algunos de esos países africanos no hay democracias, ¿y aun así sus habitantes no sueñan con revoluciones? No solamente eso, sino que es probable que esos pobres que huyen a Europa en busca de confort, una vez que lo tengan dejen de pensar en el de los otros. Ya vimos mejicanos que votaron a Trump e inmigrantes xenófobos en todos los países del mundo.
Los bienpensantes se preguntarán para qué son necesarias las revoluciones. Porque de no existir el mundo sería aún feudal, o los cambios se habrían dado siempre desde el poder, sin la participación del pueblo, en un despotismo ilustrado perpetuo. Y aun cuando el pueblo puede salir beneficiado, la búsqueda de igualdad no era ‑nunca fue‑ el objetivo del poder.
De aceptar que ya no habrá más revoluciones, no queda otra que prepararse para vivir en el mundo tal cual es, detalles más, detalles menos. Pero si la mayoría coincide en que el mundo es una mierda, desigual e injusto, ¿por qué no intentar cambiarlo? Qué paradoja. La paradoja es aún mayor: los que dicen que el mundo es injusto son los que se indignan por la inmigración o porque el estado ayuda a un necesitado. Los pobres apenas tienen mecanismos de queja. Los ricos no tienen la necesidad.
Ante la ausencia de revoluciones en el horizonte, lo que queda son las variantes reformistas de orden local, como el peronismo o el chavismo o algún otro. O rebeliones sectoriales, como lo de Chiapas. Los países nórdicos, entre otros, llegaron a una distribución razonable, más o menos justa, incluso revolucionaria, del confort. Entonces no necesitan ninguna revolución. ¿O estoy equivocado?
Volviendo a una (im)probable revolución de la burguesía: en el pasado hicieron la revolución francesa para sacarse de encima una casta (la nobleza) de parásitos y represores que no la dejaban desarrollar su potencial. Esa casta no ha desaparecido sino que ha mutado: ultramillonarios, Wall Street, familias que manejan desde hace siglos el poder comunicacional, el político, etc. Pero a la burguesía eso no parece molestarle, incluso parecieran no tener noción de su existencia. ¿Están colonizados, se hacen los boludos? ¿O en el fondo de su corazón sueñan con dar el salto y sumarse a esa casta?
Si los pobres ya no harán revoluciones y los ricos menos, la obligación recae en la burguesía, para evitar que la historia se detenga y de paso recuperar ese ímpetu que los llevó a hacer la revolución francesa. Quizá el Brexit, elegir a Trump y el referendum en Italia sean gestos espasmódicos, pero potentes, en busca de esos cambios, nacidos en el seno de la burguesía, por motivos no sencillos de explicar, sobre todo para ellos.
¿Y por qué vivir con el karma de no haber hecho una revolución en más de dos siglos? ¿Por qué vivir dándole la espalda a la épica? A menos que consideremos épica salir a cacerolear o a pedir que se vayan todos cuando te cantan un corralito. Poca cosa para gente tan ansiosa (de confort). Una cosa es rebelión y la otra revolución.
Si no lo hacen (y no lo harán, a menos que cierren todos los shopping del mundo), la historia habrá llegado a su fin, o a su destino, lo que es peor. Seguirá así, y cada manía se acentuará hasta lo insoportable, pero aprenderemos a soportarlo porque no habrá revolucionesque cambien nada.
Sería algo así como un mannequin challenge tras otro hasta que el mundo se detenga de verdad. Si no hay revoluciones en el horizonte, no hay utopías para seguir caminando, emulando el poema de Galeano. ¿Cuál sería la utopía que la remplazaría a la del cambio revolucionario: auto nuevo, viajes, ropa? Poca cosa: la utopía de Galeano te hacía caminar y esto como mucho te lleva al supermercado de la esquina.
¿O, para calmar nuestra ansiedad de cambio, llamaremos revoluciones a las modas, pasajeras, suplantadas por otras igualmente efímeras, como días nuevos de descuentos en las tiendas, o abrir los shopping por las noches, o que un Black Friday se extienda también al sábado y domingo?
La mejor revolución posible de la burguesía sería una broma, pero de gran impacto: la revolución la del no‑consumo. Darle la espalda a lo innecesario (que es la mayoría) del capitalismo. No es necesario que sea toda la burguesía de la tierra, con una parte bastaría. Sería una revolución a la altura de lo que significó la revolución francesa. ¿Llegará ese día? Por ahí, quién te dice, un día de estos el asco nos tapa y el mundo pega un viraje como de laucha y todo vuelve a comenzar. Pero mejor esperar sentado.