El romero, además de ser un excelente condimento para carnes, salsas y guisos, posee otros usos inesperados. Un equipo de científicos del Conicet posó la lupa y descubrió que la aplicación de extractos de una variedad criolla protege los cultivos. Y, de esta manera, como si fuera una vacuna, evita que los patógenos los perjudiquen. Los análisis que realizaron en laboratorio llamaron tanto la atención que el proyecto recibió financiamiento internacional con el fin de convertirse en un producto comercial aliado del campo. Como frutilla de postre, si los próximos ensayos aportan más evidencia, la hierba podría servir como una alternativa al uso de los agroquímicos.
El equipo de científicas forma parte del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario, que pertenece a la Universidad Nacional de Rosario y el Conicet. Un grupo que desde hace tiempo concentra sus esfuerzos en el desarrollo de opciones sostenibles de origen natural. Y entre varias candidatas, resulta que Salvia rosmarinus --tal como se conoce al romero en el ámbito científico-- tiene propiedades antiinflamatorias, microbicidas y antioxidantes. De hecho, muchas cremas emplean los extractos de romero (puntualmente el ácido rosmarínico), que tanta fama poseen en el universo de la cosmética.
En el campo, no obstante, los desafíos son múltiples: desde virus, bacterias y hongos, hasta problemas asociados con el ambiente, como el calor extremo y la falta de agua. En este marco, las investigadoras pudieron comprobar que el extracto podría servir como una vacuna para las plantas. Es decir, al colocarlo, las prepara y robustece su respuesta molecular ante situaciones posteriores de estrés.
María Rosa Marano, líder del trabajo, detalla a Página 12: “De los extractos acuosos, se obtienen unos compuestos que el romero produce, denominados metabolitos secundarios. Vimos que en plantas de tabaco generaban un efecto protector frente al virus. Identificamos que puntualmente el ácido rosmarínico está en mayor concentración e induce la respuesta inmune, es decir, frente a los patógenos la planta se enferma menos”, declara. Lo confirmaron en virus de la necrosis del tabaco, así como también en enfermedades provocadas por bacterias en cítricos u hongos en soja. En concreto, vieron que la eficacia al mejorar las defensas de los cultivos podría extenderse a una amplia gama de ejemplares.
Como resultado, destaca: “Tiene un alto potencial para ser usado como bioprotector, frente a otros compuestos orgánicos sintéticos. Los extractos de plantas serán cada vez más utilizados como una opción frente a las restricciones que tienen los agroquímicos en muchas naciones”. Con el mismo concepto, desde el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario evalúan el éxito de extractos de algas pardas, obtenidas del Mar del Norte.
Un dato a destacar es que, para sus investigaciones, no emplean cualquier romero ni cultivan el propio. “El material lo provee INTA San Luis, porque los compuestos activos, metabolitos secundarios, dependen mucho de las características del suelo y del clima. Es decir, se producen en condiciones muy específicas; no basta con plantar romero en tu casa. Ello se verifica a través de análisis químicos”, comenta.
Articulación virtuosa
En el presente, el grupo científico forma parte de un consorcio internacional denominado CopPrime, conformado por naciones de la Unión Europea y la empresa irlandesa BioAtlantis, que dispone de un millón de euros hasta 2027 (dinero que recibió del Programa Marie Skłodowska-Curie Actions de la Comisión Europea). Con eso en mente, el grupo argentino tiene expectativas de que la iniciativa levante vuelo.
En esta línea, Marano apunta: “Quienes financian este proyecto buscan que los conocimientos puedan transferirse a la industria para que los países europeos luego tengan capacidades competitivas. Hacia el 2040 esperan resultados muy prometedores, en relación a la generación de miles de puestos de trabajo y mano de obra calificada”.
De aquí que los próximos pasos se vinculen con escalar las investigaciones. Como siempre, para eso se necesita apoyo, es decir, más fondos. “Lo que tenemos que hacer en el futuro es un estudio a campo de estos compuestos a gran escala, y para eso necesitamos compañías nacionales que colaboren también”. Y se necesita, asimismo, del Estado cuyo rol --resalta la investigadora-- “sería fundamental”, ya que “en este momento nos falta un punto de vista estratégico para saber hacia dónde vamos”.
Antecedes y pueblos originarios
Marano cuenta el desarrollo, pero cumple en citar los orígenes de su investigación. Sencillamente, ¿por qué romero y no otra planta? “En el país comenzó a ser estudiado desde el Instituto Leloir. Recuerdo un trabajo de 2006 realizado por el grupo de la doctora Silvia Moreno, que evaluaba la actividad microbicida que tenía en bacterias y hongos humanos. A partir de ahí, como mi área era la virología, me pareció interesante ver qué pasaba con virus y con otros microorganismos que enferman plantas. Así comenzó nuestro interés en el asunto”.
Las plantas continúan siendo noticia cada vez que un equipo de investigadores examina sus propiedades y, en base a este conocimiento, descubre sus potencialidades. Lo cierto es que las plantas poseen dichas virtudes desde hace milenios; solo se requiere que un grupo de hombres y mujeres con la vista entrenada y con mucho cerebro puedan sacarlas a relucir. De hecho, hay muchas cuyas funciones curativas y protectivas fueron comunicadas de generación a generación. Las poblaciones originarias tienen bastante para enseñar al respecto.
Bajo esta premisa, investiga María Eugenia Suárez, que en 2019 presentó una clasificación de 115 plantas que, en la comunidad wichí, poseen 408 usos medicinales. Un vademécum que muestra de manera sistematizada de qué manera las especies son utilizadas por la comunidad para afrontar problemas digestivos, respiratorios y hasta dolores menstruales.
La naturaleza tiene muchas respuestas y las poblaciones originarias descubrieron varias. Solo que, en el afán de progreso, a la primera no la escuchamos y a las segundas las exterminamos.