Había que caminar al ritmo de la más lenta, dijeron les compañeres responsables del cuidado de la marcha … ¡y las más lentas agradecidas! Las diferencias cuentan, en todos los sentidos, y nuestras cuerpas quieren estar presentes, cada cual a su ritmo y con sus posibilidades. Esta marcha lo tuvo en cuenta y, en ese cuidado, la sentía a Lohana del brazo, cantando, agitando, inventando consignas, mirando a las otras, a les otres al tiempo del agite. ¡Fuerza marica! ¡Furia travesti!
Quienes estaban hechas fuego, eligieron el ritmo de las más rápidas, y buscaban los recovecos para llegar rápido a la plaza, pero no llegaban fácilmente, porque otras miles se les cruzaban con alegría, con carteles hechos a mano, con abrazos, con banderas, con el rostro pintado, con imágenes de Lohana, de Diana, de tantas pioneras de ese andar colectivo, profundamente político, diverso, rebelde, feminista.
Decía Lo cuando se presentaba, que ella era trava, india, boliviana, feminista, comunista, abolicionista, y otras tantas identidades hoy estigmatizadas. Por eso las travas marchando adelante le hacían homenaje, y la Columna Mostri, la Columna Antirracista, lxs compañerxs migrantes, tenían toda la vida en resistencia como pasaporte para llevar la delantera.
Lohana miraba desde algún lugar, tal vez desde nuestros corazones, con orgullo antifascista, antirracista. “¿Ves?” Nos decía en complicidad. Ya no eran unas cuantas locas las que se movilizaban, pero las locas de la Plaza que pueden todavía caminar, y algunas en silla de ruedas, dijeron presente en la cabecera de la marcha. ¡Cuántas veces Lohana abrazó a las Madres, a las unas y a las otras! ¡Cuantas clases dio en la Universidad que hoy el gobierno facho pretende destrozar! ¡Cuántos talleres de educación popular fueron marca de fuego para jóvenes o no tan jóvenes que aprendieron con ella a reconocer sus cuerpos y sus identidades, descolonizando la norma impuesta sobre los mismos!
Pensar a Lohana en esa movida es mirar la historia argentina de nuevo, y no preguntarse, sino constatar que en las luchas del pueblo no están presentes los machos de la CGT, que no están varios sindicalistas y políticos de distintos palos, incluso algunos que se llaman “populares”, y que así como algunas veces son las / les/ los jubiladxs, otras lxs estudiantes, en esta vuelta magnífica la vanguardia –si vale el nombre tan cuestionado por sus malos usos- tuvo el rostro mostri de lxs olvidadxs, lxs despreciadxs, lxs estigmatizadxs, quienes crearon a fuerza de orgullo una iniciativa de dignidad que permitió convocar a la unidad más amplia, más creativa, que ningún protocolo de seguridad podría interrumpir con su brutalidad represiva.
Pensar a Lohana es saber que ella nunca era una sola, siempre era con otrxs, y allá están al frente sus compañeras, Marlene, Susy, Flor, y otras tantas –y muchas que ya no están como Diana, Pía, Mayte- con las que se amaron y se pelearon en el esfuerzo de reinventar el mundo, así como tantas travitas y trans que se suman, tantas tortas, no binaries, intersex, bisexuales, gays… Reinventar el mundo ¡Vaya si lo están haciendo!
Siendo única, Lohana era colectiva en sus aventuras. Te llamaba a cualquier hora: “Marica, tengo una idea…”. Eso significaba una tarea urgente. “Vamos a tomar un café con leche con medialunas para pensarla mejor”. Ideas y cuerpos. Lohana proponiendo nuevos desafíos, con un carácter latinoamericanista, revolucionario, comunista, peronista. En sus últimos días nos decía: “No dejen sola a Milagro”. O también: “Hay que enseñar cómo es el cuerpo travesti en la Facultad de Medicina”. Y en plena agonía organizaba una fiesta de despedida en su casa, y su propio velatorio en la Legislatura porteña, con la Virgen de Urkupiña y la bandera roja del comunismo.
“Mi hermana hace las empanadas para la fiesta del domingo”. En la colectiva que la acompañaba estaba su hermana, sus sobrinxs, la familia que la acompañó. Y en su generosidad, pidió que el último acto fuera regresar a Salta, a la casa de la que años atrás, de niña de 13, fue expulsada por no aceptar ser varón.
Los aprendizajes del feminismo
El encuentro de Lohana con el feminismo le permitió cambiar su vida. La ayudó a no buscarse en el modelo de mujeres subordinadas al placer masculino, a la servidumbre de la familia, le permitió reconocerse travesti, iniciar la lucha por esa identidad, fundando y presidiendo la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT), con una perspectiva claramente feminista y clasista.
Cuestionaba al feminismo liberal, al feminismo burgués, al feminismo racista, al feminismo colonial, al feminismo individualista. Unir las diferentes luchas, como vimos claramente en este 1F, era una de sus perspectivas centrales, teóricas y prácticas. La “chamana” generaba alianzas, unidad, espacios de encuentro, entre quienes vivían fragmentados/as, y propiciaba diálogos que nos permitieran pensar el socialismo en clave feminista, el feminismo en clave disidente, y ser oficialismo y oposición en los distintos espacios de lucha.
La Lo fue parte de Feministas Inconvenientes, red de colectivas nacida al calor del 2001 y del ¡Que se vayan todos! Muchas de las que caminamos con ella en esos espacios, aprendimos a entender la libertad, la dignidad, la ternura, y la capacidad de burlarnos de nosotras mismas para establecer resistencias y rebeldías potentes. Participó en las Asambleas de Feministas en Resistencia, realizadas en el marco de los Encuentros, como antecedente de Feministas del Abya Yala.
Su feminismo era latinoamericanista. Amaba a la Revolución Cubana, y acompañó a varias colectivas de la isla para poder reivindicar su presencia en la Revolución. Fue amiga de Mariela Castro, directora del CENESEX, quien la invitó a Seminarios donde la Berkins revolucionaba al mejor estilo la revolución, que todavía sufría muchos límites en términos de homofobia, lesbofobia, travestofobia y discriminaciones racistas. Lohana no se perdía. Iba a dar batalla, y a cambiar esas situaciones, con lealtad a sus compañeras, y fidelidad al fidelísimo pueblo cubano.
El feminismo la cambió, y ella cambió al feminismo. Interpeló a las corrientes biologicistas, a los grupos TERF (feminismos radicales trans excluyentes), que desde una visión basada en la genitalidad, niegan la participación de compañeras travas y trans en los espacios feministas.
Tenía mucha afinidad, y compartía diálogos con el feminismo lésbico, sellando una alianza torta-trava que cuestionaba los espacios de hegemonía gay en el movimiento gltb de entonces.
Lohana fue parte de los Encuentros Nacionales de Mujeres, de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, del Frente Nacional por la Identidad de Género, de la Campaña Ni Una Mujer Más víctima de las redes de prostitución y trata. En los primeros Encuentros en los que participó, promovió con gran fuerza la presencia de otras travestis, y la realización de talleres. Era la primera en el tetazo frente a la catedral, cuando muchas feministas nos sentíamos avergonzadas de exhibir nuestra desnudez.
No alcanzó a vivir el cambio del carácter de los Encuentros, por Plurinacionales, de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, No binaries, Intersex, Bisexuales, pero fue una clara impulsora de los mismos, y de que sea una jornada especial en su programa, la Marcha contra los Travesticidios, especialmente a partir del crimen de Diana Sacayán, que la destrozó, y le consumió un tremendo esfuerzo para incorporar en la justicia el término de “Travesticidio”.
Una de las batallas centrales para Lohana, acaba de ser atacada por el gobierno de Milei, en respuesta y castigo a la comunidad lgtttbiq+. Como parte del Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, impulsó desde 2010 la norma sancionada en 2012, que garantizó la adecuación de los documentos personales a la identidad de género autopercibida, y el acceso a tratamientos para la adecuación de sus cuerpos. Ahora el Gobierno nacional, mediante mentiras sobre los alcances de la ley en el caso sobre todo de niñeces y adolescencias trans, informó que decidió prohibir tratamientos para cambio de género en menores de edad. También informó que decretará el lugar de alojamiento de los detenidos, según el género registrado al momento de cometer el delito. El “castigo” del gobierno facho, ante la potencia de la movilización antifascista y antirracista lgtttbiq+, resulta una violencia más, que no hará otra cosa que seguir encendiendo los fuegos de la furia travesti.
El abolicionismo como política y vida
Lohana era abolicionista. Consideraba a la prostitución como explotación sexual, y promovió alternativas laborales para la comunidad travesti trans como la Cooperativa textil Nadia Echazú y la ley del cupo laboral travesti trans –junto con otrxs compañerxs como Diana Sacayan-. Trató de crear conciencia de los daños que la prostitución genera en los cuerpos de mujeres y travestis. Por ello insistió en políticas de prevención en salud. Hasta sus últimos días denunció que la enfermedad que ocasionó su muerte era consecuencia de la prostitución. En sus últimos días nos pidió a varias compañeras y amigas: “Que se diga que mi enfermedad, es consecuencia de las marcas que dejó la prostitución en mi vida”. Se opuso activamente a las políticas públicas reglamentaristas. Pero no era prohibicionista, ni aceptaba el enfrentamiento con las compañeras que se reconocen como trabajadoras sexuales. Ella insistía en que el deseo de las travestis estaba condicionado por el sistema prostituyente, que es una parte fundante del patriarcado, que genera la alienación de sus víctimas. En ese sentido rechazaba la idea de la “elección libre”, cuando se trataba, en la mayoría de los casos, de una forma de sobrevivir de personas empobrecidas.
En el 2001 unió la denuncia del corralito con la del sistema prostituyente, en una frase con la que nos hizo pintar remeras: “La zona roja es el corralito de las pobres”. Ella decía también que romper el corralito de la binariedad, era uno de los logros revolucionarios de las travestis.
Se reía recordando cómo en las pequeñas celdas de los camiones celulares, en las que llevaban a veces a ella y a otras compañeras en prostitución como Elena Reynaga, quien se reivindica como trabajadora sexual, ellas se chocaban sus grandes tetas. “La que está en la esquina no es una enemiga, pasa lo mismo que yo cuando la policía nos caga a palos.” Podían discutir las posiciones políticas con gran intensidad, pero no enfrentarse como enemigas. Con ella y con Diana Maffía organizamos el diálogo “Prostitución – Trabajo Sexual”, en la búsqueda de poder hablar entre las protagonistas, muy perseguidas en ese momento por los edictos policiales, y en el esfuerzo de no ser nombradas por otras compañeras, por más cercanas que fueran.
La amistad, marica
Lohana colocaba la amistad en la cúspide de los vínculos. Cuidaba a las amigas, y las tenía a montones. Imposible nombrar la cantidad de compañeras que gozaron de esa amistad profundamente política, donde se tejían revoluciones, se lamían heridas, pero donde sobre todo había fuertes vínculos, y una enorme chispa para rehacer los relatos más desopilantes, más divertidos, sobre los modos de luchar, de organizarse. Ella siempre estaba atenta a salir corriendo si alguna compañera la llamaba desde el hospital, la comisaría, la cárcel. Se enfrentaba a las instituciones, a su burocracia, al mal trato sistemático hacia la identidad travesti. Organizaba sus despedidas, las lloraba, las rodeaba de dignidad en el momento de la partida. Del mismo modo, organizaba al toque los relatos sobre la loca, y entre broma y broma explicaba que era necesaria esa locura como modo de resistencia. Politizaba cada gesto, y hacía de la amistad un vínculo de honor.
A su lado nos volvíamos niñas, pidiéndole que nos contara una y otra vez las historias de sus primeros pasos, como cuando decidieron ir a pedir asilo político al príncipe de Inglaterra; o cuando quemaron una comisaría donde las tenían detenidas, y al salir ahogadas por el humo, enfrentaron a los medios de comunicación ahí presentes diciendo la compañera que tomó el micrófono: “Nosotras queremos celdas más amplias”.
“Lohana, volvé a contarnos”… “No, marica.” Pero el ritual se repetía, y las risas hasta las lágrimas nos volvían a encontrar.
La amistad con Lohana no era barrera para no discutir, todo lo contrario. Aprendíamos unas de las otras, y crecíamos en ese diálogo y en las acciones en las que terminaba cualquier invento.
“Si me querés, quereme trava”
Lohana vivió varios amores, pero cuestionaba el rol infantilizado que en muchos casos asumen las travas en esos vínculos, que las coloca en una posición de “proveedoras”, y de consentir el deseo prostibulario. Cuando tenía la oportunidad de dialogar con compañerxs de militancia reclamaba: “Las travestis somos el deseo oculto de la burguesía capitalista. ¿Cuándo seremos el deseo lícito de la izquierda revolucionaria?”, nos preguntaba. Había en la pregunta una demanda inocultable de amor, y la crítica a los prejuicios que todavía habitan a los “hombres nuevos” y a las “nuevas mujeres”.
En un Seminario sobre el socialismo, organizado por la revista América Libre, en diciembre de 1999 en Caxias do Sul, Lohana desafió a la militancia de izquierda allí presente a tocarse amorosamente, a sentir sus cuerpos. Frente a la parálisis generalizada que provocó su invitación, ella enseguida descontracturó con algunas bromas, pero hizo pensar cuánto de conservador hay todavía en muchos modos de ser de las izquierdas.
La revolución es ahora
Su última exigencia fue: “La revolución es ahora”. Hacía apenas dos meses que había asumido la presidencia Macri. Sabía lo que decía cuando completaba la frase: “Al calabozo no volvemos nunca más”. Lohana y sus revoluciones, atravesando fronteras, incendiando de rebeldía la heteronorma, sigue pidiéndonos que la política feminista, socialista, se base en el amor, en la vida, en la alegría y en la imaginación inclaudicables. Lohana todavía nos acompaña, nos habita, nos habla al oído, nos abraza, y nos levanta. Con ella inundamos las calles, y migramos, hacia la revolución siempre.