Facundo Quiroga fue unitario en sus convicciones pero se debió a su pueblo, que era federal, y abrazó esa causa. Fue un guerrero tan temible que hasta hubo una leyenda alrededor de su ejército. Comulgó con San Martín y con Rosas, y murió asesinado en una emboscada, hace 190 años. Caras y Caretas dedica su edición de febrero, que estará en kioscos este domingo opcional con Página/12, a la apasionante figura del Tigre de Los Llanos.
Al momento de morir, cuenta Felipe Pigna en su editorial, “Facundo ya era una leyenda: el jefe de los capiangos, sus combatientes que se convertían en tigres en los combates, su sabio y consejero caballo Moro y su decisión inquebrantable de dar hasta la vida por defender los intereses populares porque, como él decía: ‘Nadie duda de que todo lo que se hace por la fuerza o arrastrado de un influjo no puede tener duración siempre que sea contra el sentimiento general de los pueblos’”.
En su columna editorial, Víctor Santa María destaca que “Facundo Quiroga fue un caudillo carismático. Logró gran conexión con su pueblo y pudo liderar políticamente un período crucial y sangriento de nuestro país. Su lenguaje, hábitos y vestimenta lo acercaban a la gente común. Su lealtad y habilidad estratégica inspiraron confianza en sus seguidores en un contexto de desorden ideológico”.
Desde la nota de tapa, Hugo Chumbita escribe: “Su primer biógrafo lo retrató como la encarnación de la barbarie de las masas del interior sublevadas contra el proyecto civilizador. En aquel libro memorable, Sarmiento observó asimismo que el caudillo de un gran movimiento social es el espejo de ‘las creencias, las necesidades, preocupaciones y hábitos de una nación en una época dada de su historia’; y en su relato, la imagen de Facundo emerge como guía e intérprete de su gente, ‘el modo de ser de un pueblo encarnado en un hombre’. Envuelto en el torbellino de las contiendas que desató la lucha por la independencia, la vida del caudillo riojano, signada por la guerra y la violencia, lo erigió en una figura temible para sus adversarios, y fue blanco de ataques y polémica. Él mismo alegó que era ‘muy fácil caer bajo los golpes de algún enemigo despreciable, o de algún oscuro libelista (...) No hay calumnia que no se haya forjado para persuadir de mi ferocidad (...) No será tan fácil sorprender el juicio de la posteridad. Ante este tribunal terrible e imparcial solo los hechos hablan, y puedo invocarlos con confianza’. ¿Cuáles son los hechos a que apelaba? ¿Cuál fue su origen, cuál la inspiración de sus hazañas? ¿Qué es leyenda y qué es historia?”, se pregunta el historiador. Y ensaya interesantes respuestas.
Oscar Muñoz escribe sobre las luchas entre unitarios y federales, sobre las cuales se forjó la nación moderna. Alberto Lettieri focaliza en el papel que cumplió Facundo en esa puja. Y Víctor Hugo Robledo da cuenta del quiebre del orden político colonial en La Rioja durante la gobernación de Quiroga.
Hernán Brienza reflexiona sobre los modelos opuestos que encarnaron Facundo Quiroga y Domingo Sarmiento, que este último sintetizó en el binomio “civilización y barbarie”, con el que de algún modo dio origen a la grieta. Boyanovsky Bazán aborda la perspectiva jauretchiana de la cuestión. En tanto Juan Carrá da cuenta del Facundo como obra literaria sobre la cual se cimentó políticamente la Argentina moderna.
Ricardo Ragendorfer reconstruye la matanza de Barranca Yaco. Araceli Bellotta hace un racconto de los crímenes políticos del siglo XIX, que dieron origen a la nación. Y, desde la perspectiva de la vida privada, Marina Amabile escribe sobre los amores y desamores de Facundo, y Daniel Schávelzon da cuenta de la odisea de los restos del caudillo.
El número se completa con entrevistas con Pacho O’Donnell (por Demián Verduga), Valentina Ayrolo (por Luciana Rosende) y Gonzalo Unamuno (por Adrián Melo).
Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.