El sábado pasado, 1º de febrero, recordé que el Licenciado A. me había dicho que se iba de vacaciones en enero y, considerando que ese mes había terminado hacía más o menos nueve horas, decidí llamarlo. No se trataba de angustia, ni de ansiedad, fobia o persecuta, ni de obsesión-compulsión, desorientación témporo-espacial, ciclotimia o regresión aguda a tiempos peores. No. Justamente, se trataba de que yo no sabía de qué se trataba. Pero de algo se trataba. Podríamos decir que, si consideramos la lista de síntomas antes enunciada, podría tratarse de una ensalada de todos ellos, levemente condimentada con desengaño político, engaño económico y una impresionante vulnerabilidad a nivel social.

“¿No será mucho, almirante?”, se preguntarían Piero y José en su hit de los '70. “Faltaba más, coronel”, se responderían.

Quizás diría usted, lector, y no le faltaría razón, que era un tanto obsesivo e irrespetuoso de mi parte llamarlo al Licenciado A. apenas unas horas después de su supuesto retorno a la actividad profesional; que no estaba yo teniendo en cuenta que él también es un ser humano que debía llegar, aclimatarse (¡qué fea esta palabra, suena a “acli–matarse”!) y acondicionar el aire, la escucha y la razón a la realidad que nos circunda, circunscribe y circuncisiona.

Es posible, pero, visto desde mi lado, me preguntaba cómo hice para aguantarme todo el mes sin tener una entrevista, al menos con el contestador automático del Licenciado, o con su portero eléctrico, o con algún reemplazo de inteligencia artificial, recurso que seguramente pronto invadirá las cartillas de las prepagas desplazando a los profesionales y bajando los costos sin por ello disminuir el monto de las cuotas. En fin.

Afortunadamente para mí, el Licenciado no había tenido tiempo de enchufar el contestador en “modo excusa”, así que me atendió, nomás.

–¡Rudy, qué gusto oírlo! –dijo, sin aclarar si el gusto era dulce, ácido o amargo.

–Gracias, Licenciado, ¿cómo está? ¿Cómo le fue en sus vacaciones?

–Muy bien, Rudy. ¡Gracias a Freud, pude desconectarme y vivir un poco en el mundo real de la gente común y corriente!

–Disculpe, Licenciado, que lo contradiga, pero ¿llama usted “desconectarse” a cuando usted está “conectado” con el mundo de la gente, la playa, la fruta y la verdura y el asadito; y "conectarse" a cuando lo bombardean las fake news políticas y el teleteatro nuestro de cada día?

–Y sí, Rudy, ya sé que suena contradictorio, y además lo es. Pero, como escribió Freud en su texto inédito “Eine schpatziren in Tujeswelt” (En latín “Rotonda rectus universalis” y en nuestro castellano prosaico “La vuelta al culo del mundo"): “Mir seinen nicht gehn in drek, mir seinen shoin aher”.

– ¿Y eso que quiere decir?

–Ay, Rudy. No sé, mi alemán se me olvidó un poco en las vacaciones, pero por lo que recuerdo era algo así como “No nos estamos yendo a la…, sino que ya estamos allí”.

–¿Ya estábamos allí en tiempos de Freud, Licenciado?

–Bueno, tampoco hay que ser tan literal… Pero cuénteme usted, Rudy, ¿cómo le va?

–Ay, Licenciado, la pregunta sería “dónde” me va, o para decirlo en primera del singular “adónde me voy” o, para no ser individualista, “adónde nos vamos”.

–¿A ver?

–Bueno, usted sabe que yo dije, hace más de un año, que si este gobierno ganaba las elecciones sería porque estábamos socialmente locos. Bueno, esperé que la realidad me mostrara que estaba equivocado, pero no “logré lograr ese logro”, Licenciado. Los precios siguen aumentando pero nos dicen que no, y la gente cree que no. ¡Le hace más caso a los medios que a su propia billetera! La oposición sigue siendo más inexistente que los Reyes Magos en la Unión Soviética; el gobierno dice que quiere destruir al Estado y es más estatista que nunca, solo que el Estado ahora actúa en contra de la gente y no a favor. Y no solo eso: como ahora se dio cuenta de que necesita que haya alguna oposición para que la cosa se aceite, van y dicen cosas claramente provocativas para que la gente se oponga ahí, donde ya están preparados, y no en otro aspecto donde el costo sería más alto para ellos.

–Ay, Rudy, lo escucho agotado. Me parece que usted debería descansar un poco.

–Sí, Licenciado, pensé en irme de vacaciones, pero es imposible.

–Pero ¿por qué, Rudy? Seguro que usted puede interrumpir unos días su neurosis workahólica.

–Sí, Licenciado, pero no es eso.

–¿Tiene miedo de que si usted se va nadie le riegue los síntomas?

–No, Licenciado, eso tampoco.

–¡No me diga que se trata de dinero!

–No, eso lo haría “muy difícil”, pero no imposible, y yo le digo que es imposible.

–¿Se trata del lugar?

–Tibio…, tibio...

–¿Es algo parecido al lugar, pero no es el lugar?

–Calentitooooooo...

–Rudy, no alargue la sesión al pedo, que esto es como el agua: no la desperdicie. ¿Me puede decir adónde quiere irse de vacaciones?

–¡¡¡Al siglo XX, Licenciado!!!

(¿Continuará?).

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video “¿Cómo llegamos a esto?" De Rudy-Sanz: