El fragmento de una de las películas políticas más importantes de la historia argentina, de unos dos minutos, se ha viralizado en las redes sociales en estas semanas. La escena comienza con el avión de Aerolíneas Argentinas partiendo y luego familias saliendo de Ezeiza con carritos desbordados de valijas y electrodomésticos.
Federico Luppi, como Carlos Teodoro Bonifatti, le relata a su hermana, que lo fue a buscar al aeropuerto, con tono canchero: “La cantidad de gente que había. Lo que pasa es que ahora con el dólar barato es un fenómeno viajar. No sabés cómo nos esperan allá. Y, ¡claro!, ahora se dio vuelta la tortilla. Ahora no le vamos a pedir nada a nadie. Los que ponemos los dólares somos nosotros, ¡los argentinos!”.
El film es “Plata Dulce”, estrenado el 8 de julio de 1982, fue dirigido por Fernando Ayala, sobre una idea de Héctor Olivera y guión de Jorge Goldenberg y Oscar Viale.
La obra es uno de los símbolos culturales más notables de la ficción y del drama económico vivido a fines de la década del ‘70 con el atraso cambiario de la tablita de Martínez de Hoz. Este experimento político-represivo y económico-social regresivo tuvo costos inmensos para el desarrollo y la estabilidad del país.
Ahora es “Plata Dulce” de Milei
43 años después del estreno, una nueva versión de "Plata Dulce" se está desarrollando a partir de la política económica-financiera de la dupla Javier Milei-Luis Caputo.
El dólar está atrasado, un consenso casi unánime entre economistas de diferentes vertientes ideológicas, y las réplicas de Milei y Caputo solo confirman que el programa liberal-libertario va acumulando tensiones cambiarias que no saben cómo aliviar.
El argumento más rebuscado lo expresó el ministro de Economía, al decir que no hay atraso cambiario, sino que existe un adelantamiento de precios en pesos. Ni la apertura comercial, ni la pauperización de los ingresos de la mayoría de la población, ni la caída del consumo de bienes por el desvío hacia compras en el exterior (en viajes o por courier) han conseguido bajar los precios. Estos suben menos que en el pasado, pero siguen subiendo por delante del ajuste mensual del tipo de cambio.
De este modo, se agudiza el desequilibrio del sector externo, cuya manifestación evidente se muestra en el atraso cambiario.
El disco rayado
Milei redobló la apuesta al publicar el viernes una columna de opinión en La Nación: “Atraso cambiario: el disco rayado de los economistas”. La síntesis del texto sería que todo el mundo está equivocado, menos él.
Si el dólar no está atrasado y toda la arquitectura financiera, cambiaria y fiscal es superadora de la de Cavallo, del kirchnerismo y de Martínez de Hoz, como alardeó en este artículo, ¿por qué no libera el mercado cambiario?
Porque no tiene los dólares en las reservas para atender el flujo de demanda normal de una economía bimonetaria, pero, fundamentalmente, no los tiene para enfrentar una corrida cambiaria por la voracidad de conseguir dólares “baratos” del Banco Central.
Este es el principal motivo por el cual los técnicos del FMI resisten el desembolso de dólares de un nuevo acuerdo, inicialmente, para no repetir el error cometido con el pacto firmado durante el gobierno de Macri.
La tecnoburocracia del FMI dice no; la apuesta oficial, entonces, es política
Es difícil que el Fondo otorgue dólares para sostener una política de atraso cambiario, que coloca al peso como la segunda moneda más apreciada del mundo. Según el Índice Big Mac, que confecciona la revista inglesa The Economist, que sirve como referencia global sobre apreciación de monedas, solo el franco suizo supera al peso argentino en el ranking general.
Argentina encabeza este ranking en América latina: el precio del Big Mac es de 6,95 dólares, mientras que en Estados Unidos se despacha a 5,79. La sobrevaluación es de, al menos, el 20%.
Este indicador nació en 1986 para comparar las paridades de diferentes monedas y evaluar, entonces, si están sobrevaluadas o subvaluadas. La elección del Big Mac por parte de la revista semanal británica se debió a que es un producto que una misma empresa, localizada en varias ciudades del mundo, vende sin ninguna variación. Es un bien homogéneo que facilita la comparación.
Además de la apreciación del peso, el escenario del sector externo es negativo porque, en los últimos siete meses del año pasado, con un PIB en recuperación pero por debajo de los niveles de 2022, se registraron déficits de la cuenta corriente cambiaria.
Si durante 2025 la economía sostiene la senda de crecimiento (como pronostica el propio Fondo Monetario), es probable que este déficit se mantenga.
La apreciación cambiaria con déficit de cuenta corriente es el peor combo para que la tecnoburocracia del Fondo convalide un acuerdo sin antes conseguir una fuerte devaluación, con el argumento de que, si no se ajusta la paridad, habrá dificultades para la acumulación de reservas, dólares necesarios para atender los vencimientos de los intereses y el capital de la deuda, objetivo final y prioritario del FMI.
La jugada oficial, entonces, es política: esperar una orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al Departamento del Tesoro para que éste desarme la resistencia de los técnicos del Fondo. Es probable, por el antecedente del gobierno de Mauricio Macri, pero no seguro que esto suceda.
Redoblar la apuesta
Milei y Caputo se desentienden de estas observaciones críticas y, desde el primer momento del desembarco libertario en la Casa Rosada, han diseñado una nueva tablita cambiaria, similar a la de José Alfredo Martínez de Hoz en la dictadura de Videla, que durante los últimos 14 meses ajustó 2% mensual y, desde febrero, lo hace al 1%.
La apuesta fue redoblada al reducir el ritmo de devaluación a la mitad, el mismo día en que el escenario internacional tembló por el riesgo de una guerra comercial. Si esta se desatara con intensidad más allá de las actuales amenazas de Donald Trump a México, Canadá, China y los países integrantes de los BRICS, las consecuencias serían un alza de la inflación en Estados Unidos, un probable incremento de la tasa de interés, un fortalecimiento del dólar (que implica la devaluación del resto de las monedas), un menor crecimiento de la economía mundial y el reflujo de capitales especulativos de países periféricos, como Argentina.
Pese a este contexto inquietante, Milei profundiza la estrategia del atraso cambiario, que tiene un objetivo político excluyente: llegar a las elecciones de medio término, en octubre, con inflación y dólar controlados, dos variables sensibles del humor social debido a la sucesión de crisis provocadas por sus desbordes.
Hasta Cavallo dice que hay atraso cambiario
Economistas ortodoxos que desean el éxito del proyecto político de Milei, para conseguir lo que se le ha estado negando al establishment desde hace muchas décadas, el no retorno de gobiernos nacionales y populares, están desesperados por ofrecer senderos para salir del atraso cambiario.
Uno de ellos es Domingo Cavallo. Luego de señalar la importancia de las próximas elecciones de medio término, porque “un resultado favorable para el Gobierno es probablemente el requisito más importante para la consolidación del enorme viraje, muy positivo, por cierto, que ha significado la llegada de Javier Milei a la Presidencia de la Nación”, en el último texto de su blog planteó la necesidad de “imaginar las alternativas que el Gobierno tiene para no arriesgar un clima de desestabilización por la expectativa de un salto devaluatorio posterior a las elecciones”.
Cavallo afirmó que “existe una apreciación real exagerada del peso, que puede estimarse en alrededor del 20%”
Cuáles son las propuestas de Cavallo
El padre de la convertibilidad advierte que, en el frente externo, todavía se mantiene el problema de las reservas externas netas negativas, a pesar del fenomenal superávit comercial del año pasado. Para romper con el espejismo del salvataje financiero del FMI para salir del denominado “cepo”, dice que los desembolsos del Fondo no significarán tampoco un aumento de las reservas netas suficientes para poder eliminarlo.
Con este escenario complicado, Cavallo propone medidas para aliviar los costos del atraso cambiario, reflejado en las pocas reservas que acumula el Banco Central:
1. Eliminación del dólar blend para las exportaciones, de tal forma que el 100% de los ingresos por exportaciones sea vendido al Banco Central. Es lo mismo que exigen los técnicos del FMI para definir un nuevo acuerdo.
2. Aumentar los incentivos fiscales a las exportaciones, es decir, una acentuación del proceso ya iniciado de reducción de las retenciones a las exportaciones agropecuarias y de las economías regionales.
3. Aumento de los reembolsos de impuestos internos a la exportación de manufacturas. Es lo que él hizo cuando la convertibilidad estaba haciendo agua: una devaluación por el lado fiscal.
4. Disponer que el pago de servicios turísticos y las importaciones de bienes de consumo final, considerados no esenciales, se realice por el contado con liquidación y no requiera divisas del Banco Central.
5. Permitir que los capitales destinados a financiar inversiones extranjeras directas puedan ser ingresados a través del mercado CCL (o del mercado libre que lo reemplace).
Una olla a presión
No es un misterio los diferentes impactos negativos del atraso cambiario, con avances paulatinos de mecanismos de apertura comercial. Un efecto inmediato es el aumento de las importaciones, no solo de insumos y bienes de capital, sino también de productos finales, que desplazarán la producción nacional.
En supermercados ya se observa una presencia creciente de alimentos de otros países.
El atraso cambiario desalienta la producción de bienes de exportación del campo, la industria y los servicios. Otro impacto relevante es el deterioro de la cuenta corriente de la balanza de pagos (acumula siete meses de déficit), definiendo un contexto complicado para que el Tesoro pueda comprar los dólares para pagar intereses de la deuda.
¿Dónde están las reservas récord que compró el Banco Central?
El reciente informe de la firma de fondos de inversión MegaQM revela que luego de catorce meses de fuerte intervención del Banco Central en el mercado para comprar dólares el impacto sobre el stock de reservas disponibles ha sido limitado.
Precisa que el Banco Central solo pudo “capitalizar” el 31% de los flujos positivos que logró, y excluyendo los encajes de depósitos en dólares del blanqueo, ese porcentaje se reduce al 10%. O sea, de cada 100 dólares comprados en el mercado, el Central sólo pudo anotar 10 como incremento de reservas de libre disponibilidad.
El saldo en este frente sensible del plan económico de Milei es pésimo: el Sector Público se llevó para pagos de deuda y para pagos a organismos financieros internacionales el 50% del flujo positivo total de compras de dólares.
El 20% fue utilizado para intervenir en el mercado con el objetivo de mantener planchado el tipo de cambio o se perdió producto de cambios en las valuaciones de los activos (tipo de cambio, oro).
El nivel de reservas netas es todavía negativo y no deja margen para intervenir en caso de presiones cambiarias ni para financiar los desequilibrios aún vigentes.
El Índice Álvarez Agis
Un indicador más completo que el “Big Mac” de The Economist para medir el atraso cambiario fue elaborado por la consultora PxQ del economista Emmanuel Álvarez Agis.
La base de relevamiento internacional de precios está filtrada para identificar un conjunto de productos idénticos (misma marca, misma presentación) en canales de comercialización equivalentes que puedan ser comparables entre países, lo que permite agregar información sobre la competitividad de la economía.
Una vez identificados ese conjunto de productos, se agruparon por categorías para comparar genéricos (por ejemplo, no se eligió un determinado modelo de zapatillas, sino de un grupo de zapatillas), expresando sus precios en dólares utilizando el tipo de cambio de cada país.
El saldo de esta comparación de Argentina con Uruguay, Brasil y Chile, en el período diciembre de 2023/diciembre de 2024, muestra que estos tres países se abarataron, mientras que Argentina se encareció en la mayoría de los siguientes productos: harina, pan lactal, pollo, leche, banana, tomate, azúcar, café, arroz, hamburguesas, salchichas, gaseosas, cerveza, jean, zapatillas, buzo y remera.
El reciente informe de este índice Álvarez Agis concluye que una canasta de alimentos y bebidas comprada en Argentina era, en octubre de 2023, un 57% más barata que la misma canasta comprada en Brasil, Chile y Uruguay, mientras que, en diciembre del año pasado, esta misma canasta era un 13% más cara.
La invasión de turistas argentinos a estos países limítrofes y a otros destinos en esta temporada de vacaciones de verano, como así también el permanente flujo de tours de compras a lo largo del año pasado, expresa, como ningún otro indicador, el veloz proceso de atraso cambiario.
La puteada más famosa del cine argentino
El Banco Central no acumula reservas en cantidad, el tipo de cambio oficial está atrasado, las cuentas del déficit fiscal (primario y financiero) están dibujadas, la tecnoburocracia del Fondo Monetario Internacional resiste un nuevo acuerdo con desembolso si el gobierno de Milei no presenta un plan consistente, y la economía no muestra síntomas de fuerte recuperación con generación de empleo y aumentos de ingresos reales.
¿Qué festeja, entonces, el mundo liberal-libertario de la marcha de la economía, acompañado por el denominado círculo rojo empresarial y por una intensa red de medios de comunicación?
La película “Plata Dulce” resulta muy ilustrativa del actual proceso y eventual desenlace. El financista Osvaldo Arteche (Gianni Lunadei) había convencido a Bonifatti (Federico Luppi) de que dejara su pequeña fábrica y asumiera en un banco creado de un día para el otro. Bonifatti vivió un mundo de fantasías hasta que le avisan que ese banco era “una cáscara vacía”.
En una escena memorable, Bonifatti, con bronca contenida, pregunta: “¿Era todo grupo? ¿Arteche se está rajando?”. Entonces, lanza la puteada más famosa del cine argentino: “¡Arteche y la puta madre que te parió!”.
No es necesario aclarar quiénes son hoy los protagonistas en la vida real de esta nueva versión de “Plata Dulce”.