En las primeras horas de la madrugada, en las montañas guatemaltecas, un estruendo irrumpe en la tranquilidad del campamento judío. Samuel Blum, el instructor, aparece gritando, con un garrote en la mano y algo en el brazo que resulta perturbador. Los niños, aún atrapados entre el sueño y la vigilia, intentan descifrar las cifras de un mundo que se les presenta amenazante.
Así comienza Tarántula, la más reciente novela de Eduardo Halfon, publicada en 2024. En este relato cargado de secretos, el autor retoma su característico universo literario con una prosa precisa y una narración que, sin perder su intimidad, alcanza resonancia universal.
La historia se sitúa en un momento crucial de la vida del narrador, Eduardo, cuando sus padres deciden enviarlo junto a su hermano a un campamento de supervivencia en Guatemala. Esto ocurre tres años después de haber huido del país en medio de la violencia política de los años 80. La premisa parece sencilla: reconectar a sus hijos con el judaísmo y con sus raíces en una tierra que ahora, a su regreso, sienten ajena. Sin embargo, lo que podría ser una experiencia ordinaria se transforma en un espacio de tensiones, incomodidades y revelaciones.
Halfon, fiel a su estilo, construye una atmósfera que oscila entre lo poético y lo ominoso. La naturaleza del altiplano guatemalteco, con su vegetación densa y sus noches heladas, no es solo un telón de fondo, sino una presencia constante que acentúa la sensación de extrañamiento del protagonista. El campamento, lejos de ser un simple retiro en la montaña, se convierte en centro de disciplina estricta y normas opacas que imponen un sistema represivo, de vigilancia y disciplinamiento, bajo la apariencia de una experiencia formativa. Las guardias nocturnas alrededor de una bandera, los cantos en hebreo y los ejercicios marciales, presentados como inofensivos, esconden preguntas más profundas sobre la pertenencia, el deber y la capacidad de resistencia.
Samuel Blum es una figura central en la novela. Este personaje enigmático, que alterna entre el carisma y la amenaza, domina el campamento con una autoridad inquietante. Uno de los momentos más impactantes de Tarántula ocurre cuando el protagonista descubre algo en el brazo del instructor, quien hasta entonces había sido una figura de autoridad ambigua. Lo que al inicio parecía solo un detalle en su brazo es desplazado por un símbolo que resuena con la violencia del pasado y con la historia personal del narrador. La escena, que remite a la literatura de la memoria y del trauma, acentúa la tensión entre la educación judía del protagonista y la sombra de un pasado que nunca desaparece del todo, convirtiéndose en un punto de inflexión que desestabiliza la narrativa.
Halfon construye un suspenso que no se resuelve en un estallido de acción, sino en una tensión latente que impregna la consciencia del protagonista. La incertidumbre es un elemento fundamental en la novela: las reglas del campamento nunca se explicitan del todo, las intenciones de los adultos son opacas y las emociones del protagonista están marcadas por un vaivén constante entre la fascinación y el rechazo. La educación judía que sus padres intentan reafirmar se convierte en un peso del que Eduardo intenta escapar, mientras el campamento actúa como una microversión de un mundo en el que las lealtades y los límites morales no siempre están claros.
Entre los personajes destacan Regina, una joven de catorce años cuya relación con Eduardo está marcada por el desencuentro, y un grupo de niños de distintas nacionalidades que encarnan la diversidad de la diáspora judía en América Latina. Halfon logra que cada uno de ellos, con sus peculiaridades y conflictos, se convierta en un reflejo de las contradicciones del narrador. Desde el quejumbroso Saúl hasta el misterioso Martínez, todos están atravesados por su relación con el campamento y la identidad que intentan definir o defender. En este sentido, el relato captura con precisión la vulnerabilidad de la adolescencia y el modo en que el miedo, la vergüenza y el deseo de encajar moldean la percepción del mundo.
Desde el punto de vista estructural, Tarántula se construye como un relato fragmentado que avanza y retrocede en el tiempo, alternando el presente de la narración con los recuerdos del protagonista. Esta disposición no lineal refuerza la dinámica de una memoria reconstruida, donde el pasado nunca se presenta de manera definitiva, sino como una serie de impresiones que el narrador va hilvanando con el peso de la experiencia. En este sentido, la novela se inscribe en la tradición de la autoficción, un rasgo distintivo en la obra de Halfon, donde el personaje de Eduardo revisita episodios de su infancia y juventud. Sin ofrecer certezas absolutas, esta novela juega con la ambigüedad de los recuerdos y con la imposibilidad de narrar el pasado sin transformarlo, un recurso que enfatiza el modo en que la memoria es siempre una construcción subjetiva, un relato horadado.
A pesar de las tensiones en la novela, Halfon despliega un tono poético. Los detalles sensoriales -el sonido del riachuelo, la textura de los uniformes del campamento, el aroma del atol de elote- transportan al lector al centro de la experiencia del protagonista, otorgando autenticidad al relato y reforzando su impacto emocional.
Tarántula no es una obra aislada, sino que se inscribe dentro del proyecto literario más amplio que inició con El boxeador polaco (2008). En ese libro, el autor introduce a su alter ego literario, un narrador que transita entre la herencia judía, el exilio y la memoria familiar. Obras posteriores como Duelo (2018) y Canción (2021) amplían este universo explorando las raíces libanesas de su familia paterna, los traumas de la pérdida y las fricciones políticas de Guatemala. Tarántula continúa esta tradición, añadiendo nuevas capas de significado mientras mantiene una conexión profunda con los temas y personajes de sus obras anteriores.
Otro momento impactante de la novela ocurre cuando Eduardo, de manera accidental, presencia a una mujer desnuda en un riachuelo. Este episodio, cargado de erotismo y curiosidad adolescente, contrasta con la crudeza de otros sucesos, como la disciplina militar del campamento o las insinuaciones de la violencia política que acecha en las montañas. La coexistencia de lo bello y lo siniestro es una de las marcas distintivas de la narrativa de Halfon, quien sabe equilibrar poesía con tensión narrativa.
Tarántula es una novela que invita a reflexionar sobre el proceso de formación personal y los conflictos que lo atraviesan. Halfon demuestra una vez más su destreza para transformar experiencias personales en relatos universales, explorando los rincones más íntimos de la emoción humana. Esta obra, como el resto de los libros de la serie, no solo se sostiene por sí misma, sino que también amplía y enriquece el cosmos literario que el autor ha venido construyendo a lo largo de su carrera.