Desde Brasilia
No para de crecer. Luiz Inácio Lula da Silva obtuvo entre el 34 y el 37 por ciento de intenciones de voto en una encuesta publicada ayer por el diario Folha de San Pablo con vistas a las elecciones de octubre de 2018. Los números de Datafolha confirmaron la curva ascendente descripta por el ex mandatario desde 2016 con una escalada más pronunciada este año cuando comenzó a rehacerse, junto al Partido de los Trabajadores, después del golpe híbrido (parlamentario-mediático-judicial) que derrocó a Dilma Rousseff.
En agosto pasado Lula reforzó el contacto directo con sus seguidores mediante una caravana con la cual recorrió varios estados de la región nordeste, la más pobre del país, seguida por otra en noviembre por municipios de Minas Gerais, la segunda provincia más populosa del país.
Hoy retoma su peregrinaje en Espíritu Santo desde donde mañana continuará , siempre en colectivo, hacia Río de Janeiro, uno de los estados más afectados por el desempleo y la recesión que comenzó a superarse a cuentagotas: el Producto Bruto creció el 0,1 por ciento en setiembre.
El sondeo de Datafolha mostró al líder del PT con el 34 por ciento de los votos potenciales de cara a 2018, seguido por el militar retirado Jair Bolsonaro con el 17 por ciento, la dirigente ambientalista Marina Silva el 9 y el gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin 6, igual puntaje que Ciro Gomes, del Partido Democrático Trabalhista.
Cuando la consulta fue realizada sin Marina Silva, Lula sumó el 37 por ciento, Bolsonaro el 18, Alckmin 8 y Gomes el 7 por ciento.
Un dato saliente es que el ex presidente conquistó poco menos que la suma de todos sus adversarios, con lo cual quedó cerca de lograr el 50 por ciento de los sufragios válidos, cifra necesaria para ser electo en la primera vuelta.
Leído desde otro ángulo, el petista creció en paralelo al rechazo al gobierno.
En julio de 2016 Lula contaba con el 21 por ciento de votos potenciales para una primera vuelta y no vencía en un ballottage, mientras la administración de Michel Temer tenía el 14 por ciento de imagen positiva.
En el sondeo de ayer Lula le ganaría a cualquier adversario en un segundo turno mientras Temer exhibió un 5 por ciento de apoyo y el 71 de imagen “pésima”.
Claro que estas simulaciones electorales son válidas siempre que se respete lo (poco) que resta de normalidad institucional.
Conforme se robustecen las chances de victoria de Lula continúan los cabildeos en el Supremo Tribunal Federal para establecer un sistema de gobierno parlamentarista a fin de neutralizar el poder del futuro jefe de Estado.
Y el Tribunal Federal número 4, de Porto Alegre, planea anticipar su fallo de segunda instancia sobre la condena contra Lula, por corrupción, proferida por el juez Sergio Moro en la causa Lava Jato, a pesar de la falta de pruebas contundentes sobre los delitos imputados.
Esa premura judicial en emitir una sentencia de segunda instancia, recomendada recientemente por los diario O Globo y Folha, impediría la inscripción de la candidatura de Lula. Un golpe dentro del golpe.
Y no sólo eso: en Brasilia hay quienes especulan que las elecciones puede ser dejadas sin efecto con cualquier pretexto, lo cual obstruiría un triunfo del petista y permitiría que Temer continúe en libertad, porque cuando pierda los fueros de presidente tendrá que responder por dos acusaciones, éstas con pruebas claras, en Lava Jato .
A lo Messi
Durante un acto organizado por el Sindicato de los Metalúrgicos de San Bernardo do Campo Lula habló de su condición de “favorito” y prometió que, si fuera electo, dejará sin efecto las medidas del gobierno a través de un “referendo revocatorio”.
“Temer vendió el alma al diablo (...) está vendiendo todo”.
Y lanzó como postulante a la gobernación de San Pablo al petista Luiz Marinho, ex titular de la Central Unica de los Trabajadores, la organización gremial que convocó a una huelga, con fecha a confirmar, en rechazo a la reforma previsional que el Ejecutivo envió al Congreso donde enfrenta resistencias.
Con Luiz Marinho “vamos a hacer una dupla que le va a dar envidia a Messi y Neymar, vamos a hacer la revolución democrática más grande que haya visto este país”.
“No hay que perder la esperanza” insistió ante los militantes reunidos en esa ciudad de cordón industrial paulista donde demostró estar seguro de su victoria.
Habló del desempleo y recordó sus historia como en el gremio donde hace cuatro décadas comandó las huelgas más importantes contra la dictadura.
Los 12,7 millones de desocupados registrados en octubre son argumentos que explican la debacle del gobierno del mismo modo que sustentan la popularidad de Lula que concluyó su segundo mandato, en diciembre de 2010, con cerca del 4 por ciento de desocupación.
Desde su llegada al Planalto Temer congeló por 20 años el gasto público, sancionó una ley laboral que prácticamente suprimió las negociaciones colectivas, elevó la jornada de trabajo y estableció el “contrato intermitente” cuya aplicación permite pagar salarios por debajo del mínimo y hasta cobrar multa al empleado que falta sin aviso previo.
Lula dijo, el viernes a la noche, que nunca fue un maximalista ni “radical” pero que no le teme al “mercado” cuyos operadores hicieron saber su alarma sobre su eventual retorno al poder. “No puedo volver para hacer lo mismo que hice, tengo que hacer más (..) vamos a pelear”, prometió.