En los últimos años, los sistemas de diagnóstico han avanzado de forma acelerada, lo que ha permitido identificar diversas patologías con mayor precisión y en menos tiempo. Una de estas es el Penfigoide Ocular Cicatricial (POC), una rara enfermedad que afecta a los ojos. Ariana Ringer, médica clínica y reumatóloga graduada de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario, está desarrollando su tesis doctoral en torno al estudio de esta poco común patología, y por esta razón ha trabajado junto a un equipo interdisciplinario compuesto por oftalmólogos, reumatólogos y alergistas, evaluando más de 200 casos de pacientes con esta enfermedad autoinmune.
El POC es una enfermedad crónica e inmunomediada. Se la vinculado a síntomas atópicos, siendo, en ocasiones, considerada una patología inmuno-alérgica. “Es una enfermedad autoinmune en donde hay una reacción entre un antígeno y un anticuerpo. Está comprendido dentro de los Penfigoides de membranas mucosas y, cuando solamente está limitado al ojo, se denomina POC, pero en sí esta patología puede comprometer cualquiera mucosa, incluyendo a veces la piel también”, explicó Ringer.
Empieza siendo una exposición de los antígenos de la membrana basal de la conjuntiva, que es una membrana mucosa transparente que tapiza el globo ocular, y sobre eso se hace la respuesta autoinmune. “Sobre ese tejido se empieza a generar la reacción antígeno anticuerpo, lo que le empieza a dar al paciente síntomas de inflamación ocular. En general, se manifiesta como una conjuntivitis a repetición, y tarda bastante tiempo en diagnosticarse porque al principio se puede confundir con una conjuntivitis tradicional. Con el paso del tiempo, ya no solamente persiste la inflamación, sino que se empiezan a formar cicatrices y ahí empiezan las secuelas”.
Existen dos tipos de tratamientos que se pueden implementar, según el caso en particular: un tratamiento tópico, que se aplica directamente de manera local en la zona, y un tratamiento sistémico, vía medicación oral.
La especialista resaltó que en los últimos 5 o 10 años todos los métodos diagnósticos han avanzado enormemente y esto permite que se diagnostique más rápido este tipo de patología, lo que ayuda a prevenir las secuelas en el paciente. “Teníamos por ejemplo un retraso diagnóstico de 10 años y ahora se están diagnosticando de dos meses a seis meses. Esto disminuye mucho el riesgo de complicaciones y además permite que se pueda realizar el tratamiento indicado”, dijo.
Esta es una patología muy infrecuente, por lo menos a nivel mundial, aunque Ringer advirtió que cada vez se observan más casos en nuestra zona geográfica: “Puede que tenga que ver con la mejora de los métodos de diagnóstico, pero también puede haber algo ambiental, antígenos ambientales que podrían tener que ver en el desarrollo de esta patología. Como toda patología autoinmune, uno nace con una predisposición genética, y a lo largo de la vida, esa predisposición puede expresarse como enfermedad o no. Muchas veces esto depende de los distintos estímulos que vayan surgiendo. Por ejemplo, lo que es el penfigoide, se cree que uno de los estímulos más comunes estaría en relación a la cuestión ambiental. Los pacientes expuestos a determinados antígenos ambientales terminan generando la enfermedad, que a lo mejor si no hubiesen estado expuestos a esos antígenos no lo generaban nunca. Sin embargo, se desconocen a ciencia cierta cuáles podrían ser esos antígenos”.
Si bien no hay edad estrictamente estipulada en la cual se puede manifestar esta enfermedad, hay algunos rangos en donde suele aparecer con más frecuencia. “Lo más común -señaló- es que existan dos picos, uno entre los 40 y los 50 años y después otro pico de incidencia a los 70 u 80 años. Sin embargo, hemos identificado pacientes aún más jóvenes, y observamos que el rango etario afectado es cada vez menor. Esto podría deberse a la mejora en los métodos de diagnóstico, que permiten detectar la enfermedad de manera más temprana”.
Ringer tiene como directoras de su investigación a las doctoras Ana Rosa Pérez, quien investiga en cuestiones inmunológicas, y a Lorena Brance, reumatóloga. Colaboran en este estudio el reumatólogo Carlos Siegrist, el oftalmólogo Germán Daniel Grossi, y el médico especializado en Alergia e Inmunología Gonzalo Chorzepa, así como también los doctores Marcelo Abdala, Brian Abdala y Carolina Gallo, todos reumatólogos. La acompañan en este estudio las becarias Florencia Elena y Valentina Grossi.
Su relación con las alergias
La investigación de Ariana Ringer se encuentra en el marco de su tesis de doctorado de Ciencias Médicas en la UNR, en trabajo conjunto con investigadores de Conicet. “Lo que se evalúa en este trabajo son aspectos clínicos inmunopatológicos, es decir inmunológicos y de anatomía patológica del penfigoide, porque en la misma, además de observarse clínicamente, pensamos que hay alteraciones que se podrían detectar a nivel de la sangre y los leucocitos. También está la biopsia de conjuntiva, que sería el método clave para el diagnóstico final”, explicó.
La investigación es amplia y cuenta con muchas aristas, las cuales aún están en desarrollo. Puntualmente, con el doctor Chorzepa, quien es docente de la Facultad de Ciencias Médicas y especialista en Alergia e Inmunología, se estudió una rama que es el componente alérgico de los pacientes con POC. “Evaluamos todas estas características en relación con el aumento de la inmunoglobulina E en la sangre de los pacientes. La inmunoglobulina E aumenta cuando hay alergia y lo que pudimos ver es que la mitad de los pacientes contaban con estos valores aumentados”, detalló Singer.
Los profesionales evaluaron una serie de casos de pacientes con esta enfermedad, la mayoría derivados por oftalmólogos, observando las características que tenían estas personas. "Lo que hicimos fue evaluar en 100 pacientes, cuántos de ellos tenían alergias, y encontramos una alta frecuencia. No sólo eso, sino que detectamos que en las biopsias aparecieron las células que están asociadas a alergia, lo que podría indicar que estas células estaban causando en parte la enfermedad", comentó Chorzepa.
El docente e investigador de la Universidad destacó que el sistema inmunológico cuando funciona en óptimas condiciones tiene como objetivo frenar las infecciones, pero cuando comienza a fallar, puede ser por atacar agentes que a priori deberían ser inofensivos, como en el caso de la alergia, o por atacar al propio cuerpo, como ocurre en las enfermedades autoinmunes. “El Penfigoide Ocular Cicatricial es un ejemplo paradigmático, porque es una desregulación del sistema inmune que, si bien en principio es autoinmune, también comprobamos que algunos pacientes tienen fuertes rasgos de alergia además de esta autoinmunidad. Son pacientes que pueden tener alergias asociadas por casualidad, pero también podría funcionar como cofactor en la producción de la enfermedad".
Los profesionales comentaron que no todos los casos presentan también alergia, pero sí encontraron que un porcentaje mostraba inmunoglobulina E aumentada. “La conclusión que podemos dar, por lo menos con los datos que tenemos hasta el momento, es que si bien tratamos directamente el penfigoide, puede haber un porcentaje de pacientes (que a lo mejor es un 30 o 50 por ciento) que van a beneficiarse de un tratamiento de alergia también, porque tienen un componente alérgico agregado al penfigoide”, especificó la Ringer, y agregó: “Otra de las cosas que observamos es que un cuarto de los pacientes tuvieron alguna otra enfermedad autoinmune agregada. Dentro de las más frecuentes observamos el síndrome de Sjögren y el hipotiroidismo dentro de las más frecuentes”.