1) En el imaginario europeo América Latina es el continente donde el horror es un fenómeno cuasinatural que campea por sus fueros desconectado de las distintas determinaciones internacionales implicadas en el mismo. En muchísimas ocasiones en los 41 años que llevo aquí me han comentado: “Qué cosas terribles han pasado en su país”. Esto en el lugar donde una dictadura asesina permaneció 40 años realizando con una impunidad absoluta todo tipo de crueldades hacia los que resistieron al fascismo. Luego, en el resto de Europa, la Shoa, Mussolini, Salazar, las políticas colonialistas, etc., pertenecen al archivo documental de las horas nocturnas de la TV.
2) En la sentencia de la ESMA se puso en marcha una maquinaria retórica en concomitancia con lo anterior. “Por fin Argentina juzga los horrores de la dictadura” y distintas variantes moduladas en el mismo sentido. Como si de golpe, bajo el gobierno de Macri, muy reconocible para el oficialismo europeo en sus afinidades políticas, por fin el famoso Estado de Derecho se había hecho cargo de las “víctimas”. La “víctima” es una de las figuras privilegiadas del orden de dominación neoliberal, siempre que se la presente como descontextualizada del engranaje mundial que la ha promovido.
3) Por último, una vaga referencia “humanista” a las Madres, siempre bajo el mismo perfil despolitizado. Y por supuesto sin ninguna mención al gobierno anterior, la mancha “populista” que derogó las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, leyes que bajo distintas modalidades siguen vigentes en Europa y especialmente en España.
En muchas ocasiones, he intentado pensar el horror argentino en su singularidad más radical, intentando entrever que cuestiones cruciales de la cultura argentina habían hecho posible el castillo sadiano de los criminales de la dictadura. Pero, en este aspecto, a excepción de algunos intelectuales, escritores, universitarios y políticos, las poblaciones europeas parecen, ojalá los hechos me lo desmientan, muy contentas de haberse conocido a sí mismas como “demócratas” de toda la vida.