El aprendizaje infinito es una exposición organizada por el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de Buenos Aires, como parte de su programa anual “Arte es educación”. La exposición con curaduría de Jimena Ferreiro y colaboración de Alfredo Aracil da lugar a una reunión de proyectos desarrollados por diferentes instituciones que comparten sus búsquedas artísticas y educativas en el museo. Lo hace desde una perspectiva de la construcción social, superando el academicismo duro, colocando en el centro los proyectos pedagógicos más disruptivos y emergentes.
El montaje incorpora soportes utilizados en las instituciones educativas, como ganchos de mariposa, clips, la alfombra redonda en el suelo, la ronda como dispositivo de encuentro y aprendizaje. La manera de poner en diálogo los elementos de archivo dan cuenta no solo de la historia de los proyectos sino de su relación con producciones actuales. En el espacio de recepción, una obra de Claudia del Río propone la gestión colectiva de la palabra y la imagen a partir de consignas escritas sobre una pared pintada de negro, que entonces se vuelve pizarrón. Frente a la pared se encuentra “Relación de dependencia”, una obra de Andrés Aizicovich, donde se establece el movimiento de una bicicleta unida a un sistema para hacer piezas de alfarería. Ambas propuestas iniciales hacen de síntesis, introducción y epílogo de un camino circular que invita a que diferentes artistas, docentes e instituciones compartan sus proyectos artísticos y pedagógicos. La muestra dividida en dos salas ofrece el encuentro con propuestas de la nueva pedagogía, la nueva escuela, la educación por el arte, las pedagogías disidentes y queer. También proyectos que atienden situaciones de vulnerabilidad social y de formación artística para usuarios del sistema de salud. El efecto visual que producen los objetos expuestos se da en paralelo con el descubrimiento de cada proyecto educativo, sus contextos y sus derivas. La decisión por parte de El Moderno de llevar adelante este proyecto, produce un enriquecimiento mutuo entre epistemologías y prácticas, a la vez que construye un hacer en común.
Indagando en las relaciones entre arte y educación, estas experiencias impulsadas por artistas, educadores, pedagogas pioneras y proyectos de democratización del saber, las instituciones y sus márgenes, evidencian una raíz común: lo igualitario, experimental y transformador. En este tejido de proyectos y archivos, el arte se revela como un catalizador de vínculos profundos. Cada obra, cada archivo, es un hilo que se suma a una trama colectiva, tejiendo un tapiz de experiencias compartidas que transforman, destacando el poder de la imagen, del proceso colaborativo y su impacto social. En estas obras, la producción artística se convierte en un acto de participación, una invitación a construir juntos un mundo más justo y equitativo.
Destacando la importancia de la escucha y la empatía, en el corazón de la iniciativa de cada institución que forma parte de la muestra, late el pulso de procesos de enseñanza y aprendizaje. Como ecos en un bosque de conceptos y asociaciones, estas prácticas pedagógicas polifónicas nos invitan a sintonizar con las voces de otros y otras, a construir puentes de mediación y a cultivar una conversación auténtica entre las experiencias pedagógicas de estos territorios y contextos diversos. Haciendo hincapié en el arte como herramienta de transformación social, un vínculo no siempre analizado al proponer propuestas educativas, nos conectan con la profundidad identitaria de cada institución y de las personas que las componen. En el recorrido se manifiestan distintas iniciativas portadoras de la potencia transformadora de los bordes. Al redefinir las relaciones, estas prácticas aportan marcas que habilitan reflexiones en capas y ofrecen diversidad de sentidos. ¿Podemos cambiar los modos rutinarios de la educación formal desde las prácticas artísticas? ¿Es acaso posible enseñar a ser artista? ¿Es factible poner el cuerpo y los afectos en el centro de la enseñanza? María Marta Yeraide propone hablar de pedagogías como un gesto discursivo afectado/afectante: “nos moviliza a caminar también el barro de la inmanencia, a revolcarnos en el terreno menos legitimado de las emociones y dejarnos afectar mientras invitamos a otros a que se afecten”. En la misma línea, “El aprendizaje infinito” entrama diferentes géneros, lenguajes, registros y lo hace poniendo en relieve lo colectivo.
El arte y la educación se encuentran unidos en un tejido intrincado, hilos invisibles que se entrelazan para tejer la trama de nuestra cultura. En este encuentro el conocimiento, la experiencia y la creación establecen posicionamientos. En su evolución, arte y educación desafían los cánones establecidos y abren espacios para que nuevas relaciones de conocimiento acontezcan. Belén Sola Pizarro propone socializar la experiencia, entendiendo que los afectos fluyen “como la savia de los árboles y crean redes que no vemos”. Las políticas del afecto ponen en juego las emociones y establecen el desafío de saber hacerlas remuzar. Y aquí tanto la circulación como la circularidad encuentran su espacio. Es esa relación de afectos, que despliega y visibiliza no sólo las identidades de manera colectiva y no jerarquizada sino que, poniéndolas en tránsito y en reiteración, habilita otras formas de actuar, otras formas de hacer, explorando y favoreciendo nuevas dinámicas de mediación para y con el cuerpo. Ejemplo de lo colectivo y lo no-jerárquico es la propuesta del colectivo Cromoactivismo. En ella se observa el trabajo acerca de la noción “no neutral” del color. El color no es inocente (mural de Cromoactivismo realizado por Marina De Caro, Guillermina Mongan, Victoria Musotto, y Daiana Rose) devela metáforas poéticas y políticas de la relación entre color e identidad: carteles coloridos que, pintados a mano, despliegan frases como “Verde aborto”, “Marrón de cada provincia argentina”, “Rojo furia travesti” y “Gris plomo nunca más”. Por otro lado, la artista De Caro con su propuesta reflexiona sobre la idea de escuelas abiertas y transportables. Conmueve con sus espacios accesibles y móviles que promueven el aprendizaje desde la diversidad. Su trabajo dialoga inevitablemente con el Instituto Vocacional de Arte (Labardén), que ofrece sus rondas, sus archivos y producciones, trayendo al presente su trayectoria en Educación por el Arte y poniéndolo a circular con las otras comunidades inscriptas en el proyecto. El Bachillerato Mocha Celis, primer bachillerato oficial dirigido a la comunidad artística trans y no binaria del mundo, también se hace presente en el recorrido. Su mural fue intervenido por estudiantes del bachillerato y narra en formato de cómic la historia de “la Mocha Celis". Luego de ser vandalizado en dos oportunidades y vuelto a pintar por sus protagonistas, pasó a formar parte del museo. “El arte ha de ser el espacio donde la imaginación poética y política nos señale otros paradigmas y otros horizontes”, describe Manuel Olveira. Propone reflexionar acerca de artistas aprendiendo a ser artistas, públicos aprendiendo a ser públicos, museo aprendiendo a ser museo, pensando la relación entre el arte, la educación y el aprendizaje desde un territorio de acción y de transformación. Esto último se vuelve provocación en la muestra que describimos donde se comparten tramos de trayectos, retazos de narrativas institucionales, en los que se encuentran la peculiaridad de sus perspectivas, la diferencia en la que colocan el aprendizaje, la singularidad de cada contexto. Es decir, la propia experiencia de participación en el mundo. Algo que sucede en el Museo Moderno al encontrarnos con esas intimidades. Nos colocan en conversación con nuestras propias historias, con nuestros itinerarios por las instituciones de formación, con aquellos escritorios que supieron sostener los cuadernos, los útiles, los colores con punta recién sacada. “No se trata de indagar sobre los relatos sino indagar con los relatos, conectar experiencias propias y ajenas para compartir la movilización o capacidad performática que un texto suscita” como bien propone Denzin. El circuito ofrecido por El Moderno establece viajes nómades y en cada una de las estaciones de la muestra nos descubrimos conversando con esas infancias, adolescencias y adulteces. Ellas traen consigo metáforas que trasladan y espesan extensiones completas de su existencia, en un mapa retrospectivo con los paisajes que habitaron pero que hoy, siguen en movimiento y transformación más allá del recorte en el que se presentan. El nómade recrea el propio hogar en otro sitio y todos los sitios convocados aquí contribuyen a la construcción de una “nostredad”, como dice Marlene Wayar. “Es una nueva subjetividad que despierta a una conciencia social y nos permite la empatía mutua. Una teoría que se construye desde la disidencia, que propone reinventar una ética (política) y una estética, que ya no da por sentadas algunas premisas”. Esa invitación a un recorrido, a lo íntimo, a la conversación y a construir conocimiento se hace extensible a cada una y cada uno. Habrá que poner el cuerpo. Habrá que volverse aprendizaje. Habrá que devenir infinito en este presente.
* Docente, Investigador, Director de Artes Escénicas
Museo Moderno “El aprendizaje infinito” / Hasta Marzo de 2025
Artistas: Diana Aisenberg, Andrés Aizicovich, Bachillerato Mocha Celis, Ernesto Ballesteros, MUNDIARTE / Bienal Internacional de Arte Infantil y Juvenil de Avellaneda, Norah Borges, Campamento Artístico Curatorial, Centro Educativo Isauro Arancibia, Olga y Leticia Cossettini, Cromoactivismo, Marina De Caro, Claudia del Río, Mirtha Dermisache y las Jornadas del Color y la Forma, Lucas Di Pascuale, Tomás Espina, Leonel Fernández Pinola, Taller de plástica del Frente de Artistas del Borda, Silvia Gurfein, Graciela Gutiérrez Marx, Hecho en Buenos Aires, Federico Jorge Klemm, Guillermo Kuitca, Nicolás Martella y Manuel A. Fernández, Diego Melero, Rosario Vera Peñaloza, Emilio Pettoruti, Amalia Pica, Proyecto Secundario Liliana Maresca, Emilio Renart, Revista Ramona, Marcela Sinclair, Eduardo Stupía, Marta Traba y Edgardo Antonio Vigo, Instituto Vocacional de Arte de la Dirección General de Enseñanza Artística.
Curaduría: Jimena Ferreiro con la colaboración de Alfredo Aracil
Diseño museográfico: Iván Rösler
Producción: Julieta Potenze