Volver a casa

Al grupo de curaduría le tomó cinco largos años pero ya está aquí: abrió en el Instituto de Arte de Chicago la muestra Project a Black Planet, una ambiciosa exposición que explora el panafricanismo y los movimientos intelectuales y filosóficos que imaginaron un futuro colectivo para el territorio africano y su diáspora. Si bien el tema se ha vinculado antes a la historia política y la literatura, esta se trata de la primera gran exposición que retoma esta filosofía desde las artes visuales y la cultura. Antawan Byrd, uno de los curadores, señala que optaron por situar el punto de partida cerca de 1920, el periodo posterior a la Primera Guerra Mundial en el que el panafricanismo surgió como movimiento popular. “Es un término que intenta describir una serie de cambios sociales y políticos trascendentales que comenzaron con la abolición de la esclavitud en 1865”, señaló el curador. “No es un fenómeno constante a lo largo del siglo XX, pero normalmente es después de momentos de crisis política cuando la gente se interesa por ideas utópicas y por la solidaridad a gran escala. Hay un repunte en la década de 1970, después de los movimientos independentistas en el continente, y después del movimiento por los derechos civiles. También después de Black Lives Matter”. La muestra se explaya a través de una nutrida colección de 350 objetos entre pinturas, grabados, esculturas, películas, revistas, música que va desde finales de la década de 1910 hasta hoy, y reúne a artistas de África, Europa y América. “Nos gustaría que la gente saliera por la puerta recordando que los individuos trabajan juntos porque se necesitan unos a otros. Y todo el mundo necesita a todo el mundo. Esa es la colectividad en la que intentamos pensar: que no sos verdaderamente libre cuando estás solo, sino sólo cuando perteneces a algún lugar común”, señaló Adom Getachew, otro de los curadores de la muestra.

Canto espacial

Casi como el canto de una sirena que hace colisionar a un barco, el fenómeno espacial conocido como “onda de coro” puede afectar a satélites e incluso a astronautas. Se sabe que viene del espacio exterior, pero su fuente misteriosa es aún indeterminada. Suena como el trino de un ave terrestre y se lo escuchó por primera vez en los años ‘60, cuando científicos de la base Halley de la Antártida captaron pasmados un “canto” proveniente de la capa creada por el campo magnético terrestre que protege la vida de la radiación espacial. Desde entonces la ciencia investiga el origen de aquella onda, tanto para saber qué tiene que decir sobre los mecanismos que rigen el cosmos en general, como para minimizar riesgos en el avance de la exploración del espacio, ya que se ha descubierto que puede producir una radiación peligrosa para los humanos. “Así como nos preocupamos por la lluvia y el viento en la superficie terrestre, debemos preocuparnos por el clima espacial en el espacio”, explicó Chengming Liu, investigador de la Universidad Beihang en Pekín, que sigue el fenómeno con el fin de facilitar los movimientos humanos en el espacio, y que ha publicado sus resultados en la Revista Nature. Como hay registros del sonido también en Saturno y Júpiter, anteriormente se pensó que la onda era un fenómeno vinculado a la superficie cercana a los planetas, pero ahora Liu y equipo han encontrado algo aún más misterioso: el trino se ha registrado mucho más adentro, en el espacio profundo.

Reina africana

“Me fui diez minutos y cuando volví había 2000 likes en la foto de mi abuela”, dice la joven Diana Kaumba, que con justa razón ha pasado de ser conocida como una estilista independiente de cierto éxito en Nueva York a simplemente “la nieta de Glamma”. Sucede que Kaumba un día quiso intercambiar ropa con su abuela, una mujer de más de 80 años y gran actitud, oriunda de una zona rural de Zambia. “Pensé que sería algo lindo vestirla muy high fashion y luego fotografiarla en su hábitat natural”, ha dicho la diseñadora. Luego subió la foto a su instagram y el resto fue historia. Ahora Margret Chola se ha convertido en un improbable ícono de estilo con su propio instagram @legendary_glamma, donde se la puede ver con un look maximalista que, asegura su nieta, proviene de sí misma, ya que siempre la recuerda usando perlas y brazaletes. Ahí tiene casi 150 mil seguidores propios, entre ellos Rihanna, Kate Hudson y Viola Davis, pero además ya ha aparecido en talk shows, remeras y posters locales. También, en medios como Vogue y Marie Claire que celebran sus looks con pelucas azules, o gafas de sol gruesas, con coronas de flores, o plataformas plateadas, siempre frente a un fondo familiar en su casa en Mungule, un pueblo al norte de la capital. “Me siento diferente, me siento renovada y viva, como nunca antes me había sentido”, dijo Chola, que tuvo una vida difícil y que de hecho no sabe su edad exacta porque no tuvo certificado de nacimiento. "Me sorprendió saber que tanta gente en todo el mundo me ama".

Caminos de sangre

“¿Podemos realmente esperar imitar este fluido mágico y qué podría significar si lo hacemos?”, se pregunta la periodista Nicola Twilley. Parece ciencia ficción –por estos días la vida tiende a ese lugar– pero la producción de sangre artificial hace un tiempo que es una posibilidad real. “Restore” es el primer ensayo del mundo en el que se transfieren glóbulos rojos cultivados en laboratorio a otras personas. El ensayo está diseñado para medir la supervivencia de estas células, en comparación con las donadas, y utiliza una nanopartícula sintética y células cultivadas en laboratorio para reproducir cualidades de la sangre humana. A partir de este evento, la periodista Nicola Twilley escribió un extenso informe recién publicado en el New Yorker que empieza como un recorrido por laboratorios que se dedican a investigar y perfeccionar el proyecto de la sangre cultivada, y deviene en un fascinante viaje por las significaciones históricas de la sangre en distintas culturas. También, por curiosidades médicas, registros de proto experimentos de las primeras transfusiones y por la mitología sobre juventud y salud adherida a la preservación de nuestro fluido vital. Para este informe, Twilley va a donar sangre ella misma e investiga el proceso de tomar las muestras y mantenerlas y transportarlas, tarea nada fácil para el sistema de salud, que además la adentra en el drama de la poca donación y en la gran demanda de sangre, en la certeza del envejecimiento de la población mundial o en cómo la falencias del sistema privado impiden que ciertos avances penetren en la salud. Todo un mundo. “Mientras tanto, los científicos aún no comprenden todo lo que hace la sangre ni cómo lo hace”, reflexiona Twilley sobre este fluido que nunca deja de entregar nueva información a la ciencia. “Si el ensayo ‘Restore’ pretende crear ‘la hamburguesa’ de sangre cultivada en laboratorio, Allan Doctor lidera una iniciativa para crear su equivalente imposible: un sustituto artificial de la sangre que funcione en el organismo casi exactamente igual que la real”, dice la cronista sobre la novedad del momento que se suma a otros ensayos. Por ejemplo, ErythroMer, una nanopartícula sintética que imita la función de transporte de oxígeno de los glóbulos rojos. Las células cultivadas en laboratorio han desatado interés empresarial, gubernamental e incluso militar, y se espera que este sea solo el inicio de una carrera de largo aliento.