A 23 kilómetros de la ciudad de Luján se encuentra el Teatro Villa Ruiz, sala para 35 espectadores que, además de ser un punto de encuentro para actividades artísticas para todas las edades, ofrece un espectáculo de características singulares. Se trata de Viaje al fin de las sombras, obra escrita y dirigida por Guillermo de Blas, un riguroso acto teatral interpretado por Dolores Riera, Manuel Aime y Lucas Caballero, en el que magia, títeres, maquillaje como máscaras, música e iluminación se conjugan para convertir a la palabra en metáfora visual. Sólo por este mes, el espectáculo tendrá la oportunidad de presentarse en la sala Payró del Teatro Auditorium de Mar del Plata del 20 al 23 inclusive para luego volver a sus funciones habituales en Villa Ruiz.

“Hace un año que hacemos funciones los sábados”, cuenta el director en la entrevista con Página/12, satisfecho de ver que llenan la pequeña sala espectadores llegados de diferentes puntos de la provincia de Buenos Aires y también de CABA. “El teatro es un hecho poético y de minorías, íntimo, cercano”, subraya.

Aunque es un espectáculo que concede a la palabra un lugar de gran importancia, Viaje…es un montaje heredero del teatro de imagen que aparece en los ’80 con las obras de Alberto Félix Alberto y Javier Margulis, entre otros, experiencias que retomó posteriormente Omar Pacheco. En este sentido, no es casual que Guillermo de Blas haya sido intérprete de algunos de los espectáculos del grupo Teatro Libre, del creador de Cinco Puertas

En Viaje al fin de las sombras tres payasos instalados frente a un páramo van creando imágenes poéticas y, sobre la música compuesta por Santiago Mastronardi, gira la carpa mientras la luz valoriza un vestuario hecho de fragmentos desgastados por el tiempo. En abierto homenaje literario, los personajes se llaman Haroldo, Rulfo y Margarita, por nuestro Conti, por el autor mexicano y la francesa Yourcenar, respectivamente. Y aunque la obra lleva el subtítulo de “tragedia criolla para actores de circo”, es un acierto que el espectáculo no remita a la gauchesca a pesar de estar instalado en medio del campo. La apelación a lo criollo habla más bien del mestizaje, de lo propio y lo otro. Su estética, en efecto, frece un entretejido de resonancias que van del surrealismo ruso a las animaciones del checo Jan Svankmajer, incluido un toque oriental.

-¿Cuál es el sentido de lo criollo que ustedes quieren destacar?

-Tomamos lo criollo como lugar donde la identidad está en ebullición. Ser ciudadano de estas tierras, es un permanente desafío de identidad. Por supuesto que no estamos solos, nos emociona Favio, Alonso, Caravaggio, nos gusta Kantor, leemos Artaud y sigue la lista… Borges, Heidegger, Piglia, amamos a Yupanqui, escuchamos Spinetta o Pink Floyd…y la pampa, la argentinidad, nos abraza a todos.

-Se nota que esquivaron la referencia al circo criollo…

-Nuestro teatro poco tiene que ver con la gauchesca o con el circo criollo tradicional. Pero a la hora de enunciar nos afirmamos en la llanura y decimos con fuerza lo que tenemos para decir, de ese grito crecerán luego los signos de la escena; nuestro inconsciente hará su juego.

-¿Cómo describirías este trabajo?

-Entendemos el arte como una potencia que necesita habitar el misterio, lo onírico, para describir y traducir la fantasmagoría que atraviesa la llamada “realidad”. Para nosotros, interpelar la realidad poéticamente es la única manera de no alienarnos o volvernos locos…mientras miramos la caída del sol, antes de comenzar los ensayos, la pampa nos recuerda que, “los hijos de Fierro” deambulan en las grandes ciudades, en las barriadas, en las villas, en un exilio interminable de sus tierras y sus campos…

-Durante la travesía que intentan abordar estos tres personajes se habla de muchas cuestiones. ¿En cuál de ellas te interesaría detenerte?

-Viaje…habla de revolución, de libertad, del derecho de matar, son tensiones que se expresan de un lado a otro a lo largo del espectáculo. Pero nos interesa la cuestión del amor como potencia creadora: sin amor no hay libertad ni revolución posible. Y nos interesa el encuentro, porque se ama a lo otro y en ese encuentro está la creación.

-En el texto hay citas a otros textos…

-Hay citas a Hamlet, a su tremenda opinión del teatro y del actor, su opinión sobre la vida y la muerte. Shakespeare rompe las puertas de la realidad para que entren las fuerzas fantásticas, lo onírico. Y hay algo de Zaratustra: la lectura anárquica y desordenada de Nietzsche, su visión del arte y de la vida acompañó el proceso de escritura, y de ensayos y ahora en cada función, enfrenta nuestra obra a su propio abismo.

-¿Habría que descentralizar al teatro?

-Creo que el artista necesita encontrar un lugar, donde considere que su lenguaje pueda crecer, un lugar desde donde enunciar. El teatro ocurre a lo largo y ancho del país desde hace muchas décadas, hay grandes hacedores de este arte por las provincias argentinas. Hay morales heroicas que sostienen proyectos gigantes en el conurbano. Habría que descentralizar al espectador…

-¿El teatro es una forma de resistencia?

-El teatro es una fuerza expansiva, fluida, orgánica. Yo no puedo pensar el teatro sino desde una trinchera de avanzada: el teatro debe ser revolucionario, no en los temas, ni en las temáticas, ni en la teoría, sino en su forma de vincularse y crear la escena, el vínculo con los textos, las ideas, con los colegas y los espectadores.

*Viaje al fin de las sombras, Sala Payró del Teatro Auditorium de Mar del Plata, el 20, 21, 22 y 23 de febrero a las 22 hs. Por reservas para funciones regulares: Instagram: @viajealfindelassombras.obra @teatrovillaruiz