A la vez que cumple con el objetivo de excitar los sentidos, la mejor tradición de las novelas eróticas suele esconder un fuerte componente de crítica social. Frecuentemente, el erotismo literario no solo subvierte el orden vigente al describir escenas de desbordes sensuales, proponer diversos usos de los placeres carnales y postular formas de amar y de vivir la sexualidad diferente a las establecidas y normalizadas, sino que también suelen erigirse en discursos contestarios de los poderes más conservadores y represivos.

Así, el “Satiricón” de Petronio, a más de ser un catálogo de bacanales concupiscentes y de desbordes orgiásticos romanos, es también una crítica a la Roma del siglo I y a la crueldad de Nerón. O a los placeres eróticos de todo tipo y al ambiente de “cojamos que se acaba el mundo” que describe el “Decamerón” de Boccacio no es ajeno tanto al clima apocalíptico propio de la peste negra como al del advenimiento de esa otra peste llamada sistema capitalista.

En su libro “Los best seller prohibidos en Francia antes de la revolución”, el historiador norteamericano Robert Dartnon describe el impacto que tuvo cierta difusión masiva de escritos eróticos que proliferó en los tiempos previos a los eventos revolucionarios de fines del siglo XVIII. Estos libros describían escenas de sexo entre nobles y siervos y narraban historias sexuales que transcurrían en escenarios eclesiásticos. Según Dartnon, la vorágine de estas publicaciones ilícitas fueron uno de los ámbitos que abonaron la idea de la igualdad de los seres humanos al mostrar que en la cama y desnudos “éramos todos iguales” y también sembraron el clima de crítica a la hipocresía del clero. De esas y otras maneras, contribuyeron a cimentar el clima ideológico, cultural y político previo a los fuegos de la Revolución.

En el mismo sentido, “El banquete de los osos” (ElDeseo Editorial) del escritor tandilense Santiago Idiart es hijo de su época y fruto de lo que parece precisar como discurso contracultural este tiempo cruel y tan poco sensual como el que se pretende imponer desde las medidas políticas y económicas y desde el discurso oficial nacional. Es decir, al paquete de medidas plenas de odio y de crueldad de Milei, Santiago Idiart le opone un desfile de otros paquetes: de tibios muslos abultados, de penes chorreantes, de columnas de carne que se erigen como torres, de lluvias de esperma destinadas a liberar a la ciudad… Y, a los usos del culo tan poco concupiscentes que suele proponer Milei en sus discursos homodiantes, le opone culos ardorosos que se abren como sonrisas ante los embates corporales de muchachos bellos y/o de maduros velludos.

Contra el ajuste económico y contra las fuerzas el cielo

En su conjunto de siete relatos, los objetos de deseo de Idiart suelen ser obsesivamente los mismos: por un lado, jóvenes flacos y musculosos y/o atleticos y, por el otro, maduros velludos y panzones de aquellos que suelen formar parte del club de osos o que suelen ser llamados osos en la jerga de la comunidad. Los mismos suelen unirse en relaciones sexuales y/o amorosas que presenta evocaciones de aquella institución de la pederastia griega integrada por adultos peludos y efebos imberbes. O, en amistades eróticas que hubieran sido el ideal de Foucault o en orgías sexuales que nada tienen que envidiar a la pornografía del sello Raging Stallion.  

Ya desde el título del libro -y que se hace particularmente explícito en el relato homónimo-, hay una idea de bacanal, de desmesura. Desmesura de la carne en todos los sentidos que rememoran los tiempos del carnaval (los tiempos en que la carne vale). Banquete ya no platónico y contemplativo, sino carnal, de la más material y pura carne … La carne del asado puesta en la parrilla se confunde en el goce con la carne de los muchachos y de los llamados osos puestas y exhibidas al servicio del placer comunal. A los tiempos de ajuste que corren, Idiart le opone un desborde que se presenta en los cuerpos voluminosos de panzas prominentes, en el paraíso selvático de los vellos y en la multiplicación de cópulas locas de esperanza y esfuerzo.

En “Placer místico”, Idiart se vuelve contra las fuerzas del cielo con el más sacrílego de los relatos: la perdurable relación sexual y amorosa entre un maduro abad y un joven novicio rubio en la comunidad homosocial del monasterio de la Preciosa Sangre del Costado de Nuestro Señor Jesucristo. La relación tiene reminiscencias de las más bellas historias de amor de la Biblia: la del pastor David con Jonatan, el hijo del rey, en el Antiguo Testamento; la del centurión romano con su siervo paralítico de los evangelios de Mateo; la del Jesús de cabellos largos con su discípulo amado en los Evangelios de Juan…

A “Placer místico” le sienta perfecto el epígrafe de Oscar Wilde que Idiart eligió para el libro: “El amor es un sacramento que debería recibirse de rodillas”. Éste epígrafe parece materializarse en el diálogo que se sucede entre el novicio y el abad antes de la fellatio:

“-Muchacho. Me temo que el único dios al que usted venera es el miembro que tenemos los hombres entre las piernas.

-¿Y no es acaso esa la obra más perfecta de Dios? Un órgano que crece, multiplica su tamaño, que brinda como un manantial cantidades inagotables de un líquido que alimenta, nutre, engendra vida. Que tiene la hermosa forma de un cetro real, del báculo de un obispo, del cayado con que el pastor reúne las ovejas”.

En “El chico del delivery” se invierte la lógica capitalista a partir de la historia de un joven flaco, fibroso y bien dotado, que, a la vez que reparte comidas, reparte los dones de su cuerpo en distintos puntos de la ciudad a diversos hombres maduros, peludos y panzones que conforman la estirpe de los osos. Si las frecuentes muertes de los delivery en siniestros viales los erigen en belleza sacrificada en los altares del capitalismo, en el relato de Idiart, la moto se transforma en símbolo de libertad, de don, de escape a las reglas del mercado.

En “El taxista”, que puede ser leída como la versión gay y pornográfica de “Rolando Rivas, taxista”, se narra la pasión sexual y el enamoramiento entre un joven estudiante y un taxista casado y tapado que se conocen en los interiores de un taxi. Si bien, en principio, la gozosa relación termina en adiós, el final ofrece una segunda oportunidad en la vida.

Santiago Idiart compuso un libro sexual, con la belleza del erotismo y la literalidad de la pornografía en tiempos en que la literalidad discursiva se utiliza en contra dek cualquier tipo de placer. Un texto ideal para las tardes y noches ardorosas del estío argentino. Un libro para calentar aún más el verano y para llevar a  la  próxima marcha antifascista y antiracista. 

Santiago Idiart “El banquete de los osos” (ElDeseo Editorial), Buenos Aires, 2024.