El dato ha pasado un poco desapercibido en medio de la hoguera de los Oscar pero un gato gris oscuro, de ojos amarillos y cola sinuosa, podría convertirse en ganador de los premios de la Academia, sumándose así a una larga lista animada que incluye a un ogro verde y enamorado, un ratón francés gastonómico y un camaleón con sombrero de cowboy. Nominada a mejor película extranjera y mejor película de animación, Flow desembarcará el último jueves de febrero en las pantallas locales desde su Letonia natal. Travesía incierta de un gato junto a un perro, un lémur y un carpincho que buscan sobrevivir luego de una inundación sin humanos a la vista, se trata de una animación singular, hecha por un director de apenas treinta años, Gints Zilbalodis. Y es, sobre todo, un largo poema visual en el que, a lo largo de la hora y media que dura el film, no se escucha ni una sola palabra.

La película comienza con el gato mirándose en un charco de agua que vibra, preludiando un estallido. En la escena hay un prado, una casa desierta con un vidrio roto por el cual el animal entra y sale, una serie de esculturas de gran tamaño. En ese paisaje un tanto surreal, sobreviene una inundación repentina que se lleva puesto todo, incluso la cámara que pareciera estar filmando el momento. El gato corre, logra refugiarse y observa un mundo sumergido desde la punta de una gran escultura totémica que también está a punto de ser tragada. Es entonces cuando aparece un barquito de vela, a lo lejos. Y, con él, los animales con los que inicia su aventura.

Para filmar Flow, Zilbalodis trabajó durante cinco años aunque los últimos detalles –llevados adelante por un equipo reducido– fueron resueltos apenas unos días previo a su estreno en Cannes, a mediados del año pasado. En 2012, cuando este animador tenía apenas 17 años, había hecho su primer trabajo: un corto de siete minutos llamado Acqua que de un modo rudimentario, desarrollaba la idea de un gato que debe enfrentar su miedo al agua. Ahí subyace el esquema original que guiaría Flow.

Los sonidos de todos los personajes de "Flow" son de animales reales. Foto: Archivo.

Desde entonces hasta ahora, realizó ocho animaciones. La más conocida venía siendo Away, estrenada en 2020, sobre un chico con un moto y un pájaro en su mochila que escapa de un espíritu oscuro. “En esa película, como en las anteriores, me encargué de la dirección, de las animaciones y de todo. Con Flow quise explorar justamente ese, uno de mis grandes temores: la posibilidad de confiar en otros”, ha contado este joven letón que creó Dream Well, su propio estudio, para este nuevo proyecto. De hecho, se trata de una coproducción entre Letonia, Francia y Dinamarca aunque hecha con un presupuesto modesto: apenas cuatro millones de dólares. (The Wild Robot, con una temática también vinculada al daño ambiental y protagonizada por animales, costó ochenta millones de dólares).

Fan confeso de Miyazaki pero además de Alfonso Cuarón, Akira Kurosawa y Paul Thomas Anderson, Zilbalodis tenía desde el principio una idea acabada de la historia que quería contar. El personaje principal está inspirado en Josephine, un gata que tuvo hace años. Aunque muchos lo llaman “Flow” por razones obvias, en verdad ni el gato ni los otros animales tienen nombre. “Nunca me interesó humanizar a estos personajes aunque sí darles cierta identidad como arquetipos. El gato tiene su opuesto en el perro que, a diferencia de él, es confiado y solo se siente a gusto en compañía. Y el lémur vive apegado a su espejo y sus cositas aún en medio del naufragio. El capibara es el único que parece estar feliz con lo que es”, ha explicado Zilbalodis. Si bien entiende que la inquietante alegoría de un mundo sumergido es insoslayable, aclara que todo empezó más bien por la necesidad de trascender sus propios límites personales. “Hice esta película para entender quién soy y quién quiero ser”, confesó.

Entre otros premios, el film se llevó el Globo de Oro como mejor Mejor Película Animada. Foto: Archivo.

Junto al director de animación Léo Silly-Pelissier, fueron construyendo los personajes en 3D a través de Blender, un software gratuito y de código abierto, que a la vez les sirvió para explorar las posibilidades de la cámara. “Me interesaba que el punto de vista fuera móvil, cercano a los animales, algo que no es tan frecuente en animación. Así que los planos no siempre son perfectos pero sí, expresivos. Hay en toda esa imperfección artesanal algo sutilmente vivo, esencial para lo que quisimos contar”, dijo Zilbalodis.

Toneladas de videos, excursiones a la reserva letona Raksi Park y la observación constante de las propias mascotas fueron fundamentales en la creación de estos animales que si bien tenían que ser realistas, además debían construir una historia que, paradójicamente, tensa los límites del realismo en cada toma. El director de sonido Gurwal Coïc-Gallas sembró su casa con micrófonos ocultos: del registro dejado por su gata surgió la paleta de maullidos del felino protagonista. Con el capibara la tuvieron más difícil porque emite una suerte de gruñido opaco. Así que finalmente optaron por grabar un camello bebé. Por otro lado, los paisajes sumergidos (monumentos, edificios derruidos que no pueden ser anclados en una geografía precisa) sugieren que la vida humana se apagó aún antes de la inundación. De ahí que la música (creada originalmente por el director en su laptop), los sonidos de las masas de agua y aún los silencios, tengan un lugar protagónico en la trama.

Desde su estreno en Europa y Estados Unidos, el film no ha parado de recibir premios, como los cuatro que se llevó en el Festival de Annecy, dedicado a la animación, o el del Círculo de Críticos de Nueva York. Incluso el Globo de Oro obtenido como mejor película animada se exhibe en el Museo de Arte de Letonia. Y es que para ese pequeño país a orillas del mar Báltico, la doble nominación de Flow a los Oscar es la cúspide de un orgullo nacional.

Claro que, una vez más, el joven Zilbalodis decidió hacer las cosas a su manera. En un video que circula por redes se lo puede ver junto a su golden retriever (que inspiró al perro del film), masticando una manzana mientras escucha por streaming, desde su casa, el anuncio de las películas nominadas por la Academia. La imagen se convirtió en meme con el perro y su dueño en doméstico festejo, ajenos a las peleas palaciegas que las nominaciones han generado en la industria. Quizás ese sea un poco el espíritu de Flow. Desensillar hasta que aclare. Confiar en el misterio. Y avanzar a tientas en un mundo sin brújula donde el instinto comienza a ganarle a la razón.