Una vida soñada 7 puntos
Una vie rêvée, Francia, 2024
Dirección y guion: Morgan Simon
Duración: 95 minutos
Intérpretes: Valeria Bruni Tedeschi, Félix Lefebvre, Lubna Azabal, Dylan Guedj, Gédeón Ekay, Antonia Buresi
Estreno en salas.
Los vínculos son un gran conductor narrativo que el cine sabe aprovechar, y el que se establece entre una madre y un hijo debe ser de los más abordados. Ese es el territorio elegido por el cineasta francés Morgan Simon para su segunda película, Una vida soñada, donde la mirada íntima de las emociones tiene un correlato en un retrato social de la convulsionada Francia del siglo XXI. La protagonista es Nicole, una mujer que ha comenzado a desandar su quinta década de vida sin haber conseguido muchos de los objetivos que las personas esperan tener ya resueltos a esa edad.
Interpretada con intencionada inocencia por la actriz Valeria Bruni Tedeschi, Nicole se encuentra a sus 52 años sin trabajo, habiendo perdido la casa que alguna vez tuvo en París y viviendo con Serge, su hijo adolescente, en un barrio periférico habitado principalmente por obreros e inmigrantes. Agobiada por las deudas y rechazada en las distintas entrevistas de laborales en las que se presenta, el peso de su angustia no se concentra sin embargo sobre su propia frustración, sino más bien sobre su incapacidad para asegurarle a su hijo un futuro digno. Si todo eso no fuera suficiente, la proximidad de la Navidad y su esperanzador espíritu festivo actúan como un espejo deformante, en el que Nicole percibe su presente con una desazón aún mayor.
A grandes rasgos, podría decirse que se trata de una historia en la que por cada paso que avanzan, sus protagonistas retroceden dos. Si hubiera que representar de forma gráfica esa estructura narrativa, Una vida soñada sería como las olas que los chicos dibujan en la escuela primaria sobre los renglones de su cuaderno: una sucesión de curvas ascendentes que se cortan abruptamente en su punto más alto, para regresar sobre sí mismas en una curva descendente, que de a poco vuelve a proyectarse hacia adelante y de nuevo hacia arriba, y así indefinidamente.
Nicole y Serge comienzan ese camino de idas y vueltas separados por la distancia que siempre se interpone entre los adolescentes y sus padres. Pero luego de algunos movimientos de ajuste, a medida que se aproxima la Navidad también se irán acercando, reconstruyendo algunas de las líneas de comunicación que el final de la infancia había dejado fuera de servicio. La celebración de la Nochebuena proporcionará el espacio dramático perfecto para poner en escena la crisis y la ruptura del vínculo. Enojado por una situación específica, Serge abandonará la casa materna, dejando a Nicole sola con sus miedos y culpas.
La desocupación; la relación entre nativos e inmigrantes, y la convivencia tensa entre blancos, negros y árabes; la crueldad de una sociedad a la que le resulta muy fácil expulsar, pero a la que le cuesta contener, son algunos de los tópicos que Una vida soñada desarrolla en este tramo. La inclusión de un discurso televisivo del presidente Emmanuel Macron, en el que el mandatario habla de la modificación del sistema de pensiones como herramienta para “proteger el ingreso de los jubilados”, funciona como un insert tan obvio como innecesario, en el que la mirada crítica de la película sobre la realidad se hace explícita.
A pesar de ello, la coda de Una vida soñada expone lo mejor que la película tiene para ofrecer: el cariño de Simon por sus personajes. En ese final y en una sola escena, el director y guionista exhibe cierta habilidad en el manejo de la ternura, generando un momento de alto voltaje emotivo que elige huir hacia adelante a caballo de la esperanza.