China es un gigante económico cuya transformación en las últimas décadas ha sido objeto de análisis y debate en todo el mundo. Desde su adhesión a la Organización Mundial del Comercio en 2001, el país ha experimentado un crecimiento sin precedentes, basado en la apertura de su economía y una estrategia de urbanización que ha impulsado el desarrollo industrial y comercial.

Uno de los motores del crecimiento chino ha sido su enfoque en la infraestructura. En tres años (2011-2013), China ha consumido más cemento que Estados Unidos en todo el siglo XX, una cifra que ilustra el nivel de inversión estatal en construcción y conectividad. Tal es así que la empresa constructora más grande del mundo es estatal y es china se llama China State Construction Engineering Corporation (CSCEC). Hoy emplea mas de 300 mil trabajadores.

Esta inversión en infraestructura también ha permitido el desarrollo de la red ferroviaria más extensa del mundo y la expansión de ciudades desde cero, facilitando la descentralización poblacional y económica. También han construido más de 80 millones de viviendas para quienes no pueden acceder al mercado privado.

Esto se contrapone con la experiencia estadounidense que también ha hecho una inversión histórica en infraestructura con la gestión de Biden, pero centrada en la renovación de una estructura en algunos casos ya deteriorada. Lo que sí es una realidad es que las dos grandes potencias mundiales hacen inversiones multimillonarias en obras mientras que Argentina con promesas de llegar a ser una nueva potencia, toma el camino totalmente opuesto.

Modelo chino

China para sus grandes obras no se desprende de la titularidad del suelo, que en todo el territorio es 100% estatal. Se concesiona según la finalidad. Para uso comercial en 40 años, para uso industrial 50 años y para uso residencial 70 años. Ningún proyecto individual puede estar encima del proyecto de país.

En el ámbito laboral, la economía china enfrenta tensiones derivadas de la transición hacia un modelo basado en la innovación y el consumo interno. Aunque la tasa de desempleo se mantiene por debajo del 5%, las oportunidades para los jóvenes han sido afectadas por la desaceleración del crecimiento. El Estado ha implementado programas de apoyo a pequeñas y medianas empresas para fomentar el empleo y reducir la presión social.

El sistema económico chino se define como un “socialismo con características chinas", donde el mercado exterior juega un papel central, pero con una fuerte intervención estatal para corregir desequilibrios. Esta estrategia ha permitido que muchas empresas estatales coticen en bolsas internacionales, combinando gestión privada con control gubernamental.

Uno de los logros más notables de China ha sido la erradicación de la pobreza extrema, con más de 800 millones de personas saliendo de esta condición en las últimas décadas. La clave de este éxito radica en la inversión en infraestructura, la modernización agrícola y los programas de seguridad social en zonas rurales. La redistribución de recursos entre regiones también ha sido crucial, garantizando un crecimiento más equitativo.

Política industrial

El sector automotriz es otro ejemplo del dinamismo chino. Con una producción superior a los 30 millones de vehículos anuales, China triplica la producción de Estados Unidos. Prácticamente uno de cada tres autos producidos en el mundo, son chinos. BYD ha desplazado a Tesla como principal productora de autos eléctricos, y el dominio chino en la fabricación de baterías es absoluto, representando el 70% del mercado global. Esta estrategia industrial no solo responde a razones económicas, sino también a una ambición geopolítica por liderar el sector tecnológico del futuro.

En cuanto a la política ambiental China ha adoptado un enfoque pragmático. Se ha comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono en 2060 y ha implementado mercados de carbono para incentivar la transición energética. Sin embargo, la contaminación sigue siendo un problema serio, y la dependencia de la industria pesada plantea desafíos para la sostenibilidad del crecimiento.

Los Planes Quinquenales de China, implementados desde 1953, han sido fundamentales en la transformación del país en una potencia economía mundial. Estas estrategias de desarrollo económico y social establecen prioridades en crecimiento, innovación, industria y medio ambiente, con una planificación centralizada y objetivos claros.

Desde una perspectiva global, China enfrenta un entorno comercial cada vez más desafiante. Las tensiones con Estados Unidos han derivado en barreras arancelarias que afectan sus exportaciones. Aun así, el país continúa promoviendo acuerdos de libre comercio y buscando expandir su influencia en mercados emergentes.

El caso chino desafía las categorías tradicionales de capitalismo y socialismo. Su modelo de planificación estatal con mecanismos de mercado demuestra que no existe una única receta para el desarrollo. Mientras Occidente se debate sobre la reducción del rol del Estado, China lo refuerza estratégicamente en sectores clave. ¿Será sostenible este modelo a largo plazo? Lo cierto es que, por ahora, sigue redefiniendo las reglas del juego económico global.

*Economista y autor de Experimento Libertario