Kant había descrito la presencia de una fuerza vital en los seres humanos. Freud llamará a esta fuerza la "pulsión de vida", y hará su lucha contra la pulsión de destrucción el contenido esencial de la vida.
Entonces comprendemos que la vida no es en absoluto obvia en los humanos.
Lacan definió las condiciones del vivir en términos del sentimiento de la vida y su desorden en la psicosis. Establecido muy temprano en la vida, el sentimiento de vida se basa en el anudamiento de las categorías de lo simbólico, lo imaginario y lo real, de las que proceden el sentido de la vida, el deseo de vivir y la existencia, es decir, la modalidad singular y primordial de articulación de la vida, el lenguaje y el cuerpo viviente.
Este anudamiento asegura que cada uno tenga su propio estilo de vida. La vida va más o menos a la deriva según el nudo inaugural, que las circunstancias felices y desafortunadas ponen a prueba.
Mientras todo el mundo trata de encontrar estabilidad, los significantes-amos contemporáneos nos empujan a gozar de la vida cada vez más, en forma de un goce extremo que socava el equilibrio buscado.
Ahora bien, este empuje al gozar de la vida es imposible: como real, está fuera de sentido, es abstracto, insoportable. No hay acceso directo a la vida. Solo experimentamos encuentros, ideas, una libertad recién descubierta, un amor en ciernes, "el rayo de sol de una tarde" o "Baltimore en la madrugada".
A veces la impresión de malvivir o la ausencia del deseo de vivir llevan al análisis. Esto cambia la relación con la vida, no desde un ideal, un mandato superyoico o una identificación, sino a partir de los efectos de la existencia que el decir analítico ocasiona.
De la misma manera, "Sade no es engañado por su fantasma", el analizante ya no está constreñido por la homeostasis fantasmática (de la realidad) y sintomática inicial, sino que obtiene una ganancia en el deseo que asegura un nuevo fundamento subjetivo para su vida.
Con el análisis, la inercia ya no está a la orden del día. La pulsión vital se alía con el objeto de deseo, la vida se reconfigura y encuentra coherencia. Un análisis ayuda a vivir. Un sujeto se siente más vivo cuando, a través de la transferencia analítica, se le da un sentido al vacío que lo habitaba, cuando identificaciones imaginarias llegan a sostener su cuerpo o cuando un nombre singular le da un lugar en el mundo.
De la misma manera, un sujeto puede recuperar cierta alegría de vivir cuando el análisis alivia su angustia social o las exigencias aplastantes del superyó.
Así, vivir es una cuestión de inconsciente y de relación con el otro. Abandonado a su suerte, el sujeto está condenado a la repetición, el miedo se le impone, su mundo se encoge. Solo, el sujeto puede preferir la muerte a la vida. Tanto más cuanto que, en su dimensión ineludible, la muerte "fusiona" la vida.
Al contrario, debido a que nos permite ver y dominar algo del agujero de la no-relación, un análisis proporciona una fuerza vital. El alivio de una existencia, su valor, el apego que tenemos a ella, sólo puede expresarse. Por lo tanto, la identificación de lo que constituye la juntura interna del sentido de la vida de un sujeto es esencial en un análisis.
*Psicoanalista. Publicado en el blog Psicoanálisis Lacaniano. 09/02/2025.