Este año comenzó con un fuerte golpe para la fotografía argentina y platense. Durante los últimos días de diciembre y los primeros de enero, las puertas del histórico Centro de Fotografía Contemporánea (CFC) de La Plata fueron forzadas y su interior, brutalmente desvalijado. Se perdieron colecciones completas de cámaras antiguas, libros y revistas especializadas, mobiliario y equipo tecnológico, además de archivos irrecuperables que hacen a la historia de la fotografía nacional. El hecho, que fue comunicado esta semana por un grupo de fotógrafos e investigadores, es el punto más bajo del CFC, luego de años en los que se mantiene con dificultades económicas, problemas edilicios, sus puertas cerradas al público y ningún tipo de apoyo institucional.
“Recién ahora estamos recuperándonos de lo que significó el robo. Estamos buscando apoyos para reabrir el espacio”, cuenta el fotógrafo, creador y director del CFC Ataúlfo Pérez Aznar, parado entre los archivadores forzados del enorme acervo fotográfico que construyó durante más de cuarenta años. En el comunicado que firma junto a Marcos López, Res y Silvia Mangialardi, entre otros fotógrafos y especialistas que se acercaron al artista al enterarse del robo, Pérez Aznar describe que “el lugar fue vandalizado, violado y robado. Se sustrajeron una colección de más de doscientas cámaras de fotos, flashes de estudio, libros antiguos, equipos de sonido, destruyéndose además muebles, archivos y ficheros de más de dos mil fotógrafos argentinos y varios cientos extranjeros”.
Un patrimonio en riesgo
Pocos lo saben, pero desde los ochenta se ubica en la ciudad de La Plata uno de los espacios de preservación, divulgación y exposición fotográfica más importantes de Latinoamérica. Hoy en día, incluso quienes pasan por su puerta ni siquiera notan su existencia. Con sus paredes vandalizadas, vidrios rotos y puertas cerradas hace casi una década, el viejo edificio del CFC parece totalmente abandonado. Sin embargo, nada más lejano a eso. En su interior se continúa preservando uno de los archivos privados de fotografía más relevantes de América Latina, con el cual solo el año pasado se editó una decena de libros dedicados a visibilizar artistas nacionales.
“Cuando abrí la galería en 1980 no existía nada dedicado a la fotografía en Argentina. Ya desde ese momento me acerqué a los viejos fotógrafos, como Anatole Saderman, Grette Stern y Horacio Coppola, para preservar su obra”, cuenta Pérez Aznar mientras recorre el deteriorado primer piso del CFC, allí donde funcionó la primera fotogalería del país, Omega, que expuso a fotógrafos como Marcos López, Alicia D'Amico, Jorge Aguirre, Oscar Pintor y Humberto Rivas.
El espacio que ocupa la antigua Fotogalería Omega comprende solo una pequeña porción de este antiguo edificio platense. Arriba hay cuatro pisos más igualmente desordenados, con archivos pisoteados o directamente destruidos, puertas forzadas y un fuerte olor a humedad en el aire. Y es que lo que Pérez Aznar fundó en 1980 fue, desde un principio, mucho más que una “fotogalería”. Era una de las plataformas de exposición, formación y preservación más importantes de la región. Para dar cuenta de esto, en la década del noventa el espacio fue bautizado con el nombre más abarcativo de “Centro de Fotografía Contemporánea”.
Además de recibir exposiciones fundamentales para la historia de este arte en la Argentina, entre las que se encuentran los Meses de la Fotografía Latinoamericana, el CFC comenzó a construir lo que hoy en día es uno de los archivos fotográficos más importantes del país. Así, reunió una parte del patrimonio nacional que nadie tuvo y, hasta la actualidad, tiene interés en preservar. Entre los cientos de estantes que llenan todos los pisos del edificio se conservan, cuidadosamente catalogados, centenares de obras originales de los más importantes fotógrafos argentinos, folletos de exposiciones de todas las galerías del país, afiches, notas de prensa y más de 4200 publicaciones especializadas. “El único particular que conozco en el mundo que tiene una colección como ésta es Martín Parr”, afirma Pérez Aznar.
Coleccionistas privados, sin embargo, hay muchos. Tantos otros son los que mantienen sus tesoros ocultos entre llaves. Lo que hace al CFC único es su vocación de proteger y divulgar el patrimonio nacional. “Todo esto funciona en paralelo con la lucha que llevo adelante, hace ya muchos años, para crear el Instituto Nacional de Fotografía”, dice el artista, que está por cumplir setenta años y no puede evitar pensar en el futuro incierto de su acervo.
Reconstruir lo perdido
Los temores de Pérez Aznar sobre el porvenir del CFC no carecen de fundamentos. Hace casi una década el director enfermó y tuvo que cerrar el centro al público. Eso, sumado a la cuarentena de COVID y la falta de apoyos institucionales, sumergió al espacio en el grave estado de deterioro que presenta en la actualidad. “El afano me obligó a dar una respuesta rápida a algo que teníamos que afrontar hace tiempo”, afirma Pérez Aznar, mientras señala publicaciones y fotografías originales arruinadas por el polvo y la humedad.
Superado el dolor de haber perdido, entre otras tantas cosas, una colección de cámaras antiguas donadas por vecinos de La Plata y fotógrafos de todo el país, Pérez Aznar convocó a amigos y artistas para poner en pie al histórico espacio. Todos los días se acercan conocidos que colaboran apasionadamente en el reordenamiento del centro, pero necesitan apoyos económicos para afrontar la tarea. “Lo más urgente es conseguir fondos para comprar carpetas, reordenar el material y agilizar la digitalización para que sea de fácil acceso al público”, agrega el director, que planea abrir una cuenta bancaria que reciba colaboraciones.
En el comunicado que estuvieron compartiendo por Whatsapp, el grupo de fotógrafos e investigadores concluye: “esta comisión, que está abierta a quienes quieran sumarse a esta colaboración, aspira a recuperar en una primera etapa las salas de exposición, charlas, etc, volviendo a la actividad abierta al público a la brevedad posible”. Quizás el punto más bajo de la larga historia del CFC, sea también una oportunidad para su valorización. Eso, al menos, espera su fundador.