En el contexto de desaceleración de la inflación, de un tipo de cambio sostenido que encarece los precios de la economía y de bonanza de los sectores poderosos del mercado para habilitar ciertos créditos internacionales; en este cuadro que la derecha señala de exitoso, surgen algunas preguntas.

¿Cuáles son los costos de este modelo? ¿La baja de la inflación implica un mayor poder de compra? ¿Para qué sectores? ¿Quiénes pagan el ajuste llevado adelante? ¿Es este esquema estable?

El acomodamiento de los precios de la economía emprendido por Milei y Caputo significa principalmente un ajuste sobre salarios en términos de la cantidad de productos y servicios que uno es capaz de comprar, es decir, en términos reales. Esto está lejos de reflejarse en una mejora de los niveles de vida de la población. Los niveles de ingreso son significativamente inferiores a la inflación, ya sea que se trate de trabajadores formales, informales, o jubilados.

Ingresos

Con mayor atención sobre los sectores afectados, quienes han pagado el ajuste de este primer año de gobierno de Milei han sido los trabajadores estatales, los jubilados y la parte de la economía informal que percibe ingresos asociados al Salario mínimo vital y móvil (planes sociales como el plan trabajar). La caída de estos sectores estuvo 40 puntos por debajo de la inflación anual de 2024.

Se trata de un escenario particularmente heterogéneo, donde el promedio salarial registrado perdió representatividad. En términos agregados, el ajuste recayó principalmente sobre trabajadores estatales, que perdieron 39 puntos de su sueldo. Seguidos por los jubilados, que además de perder 39 puntos de su ingreso en comparación a la inflación general tuvieron otros recortes en sus ingresos indirectos en concepto de medicamentos, o coberturas de tratamientos, difíciles de cuantificar estadísticamente. No obstante, Milei está lejos de erradicar al Estado de la asistencia social, tal como se ve en el aumento arriba del 200% de la asistencia universal por hijo (AUH).


Individualismo

En los hechos, la sociedad coquetea con la naturalización de un discurso que busca generar el sentido ultraindividualista, que libra el curso de la economía al dominio de los actores del mercado, que profundiza, por ende, la desigualdad y donde el pobre ve con admiración a sus ultrajadores, los ultras millonarios. Donde se busca borrar del horizonte siquiera la posibilidad del ascenso social. Una sociedad resignada.

En la Argentina, históricamente el Estado gobernó para el pueblo, humanizándonos vía el acceso a la educación, salud pública, recreación, cultura, y mediante un sentido de pertenencia a una patria donde poder encontrarse con otros. Donde se igualaron oportunidades, distribuyendo la riqueza que generamos para que la Justicia social sea una realidad efectiva.

Así incluso en la búsqueda de equidad más recientes, la AUH, jubilaciones por moratorias para mujeres sin aportes, impuesto a las grandes fortunas, o incluso cuando la emergencia apremió en tiempos de pandemia el estado asistió mediante subsidios productivos (ATP) e ingresos de emergencia (IFE). Seguramente faltaron medidas para mitigar estas consecuencias de tal manera que se minimicen los riesgos inflacionarios.

Para finalizar, un costo que aún estamos a tiempo de evitar es la falta de continuidad en las ideas, la incoherencia, que se alimenta de la ausencia de pensamiento crítico y cuestionador de la realidad. El consenso en torno a la menor intervención del Estado en la economía es un hecho, lo que no se puede permitir es que esto implique unívocamente la resignación por la equidad, aquello que nos cultiva como seres humanos. Porque necesariamente uno solo es feliz al lado de quienes también lo son.

*Economista