Que la vida y obra del filósofo, docente y escritor argentino Carlos Correas (1931-2000) se narre en clave musical es algo así como un acto de justicia, una reivindicación luminosa y festiva para una vida que terminó de manera intempestiva por propia voluntad. Ha muerto un puto, obra escrita y dirigida por Gustavo Tarrío en el marco de una invitación de Paraíso Club en 2024, reestrena en ArtHaus (Bartolomé Mitre 434) y puede verse sábados y domingos a las 20.30.

El primer acierto de Tarrío es la elección del elenco: María Laura Alemán al piano es una gran noticia y sus canciones de trenes traducen esa atmósfera presente en la narrativa de Correas, los suburbios y esos personajes que yiran durante la noche en busca de chongos; Vero Gerez tiene probada trayectoria en el género musical y acá se luce una vez más con su voz limpia y expresiva en una interpretación delicadísima (también se la puede ver en otras obras musicales como la excelente Derecho de piso o Piramidal); David Gudiño (creador e intérprete de El David marrón) aporta todo su histrionismo, locuacidad y humor en los monólogos donde Correas expone algunas de sus teorías o semblanzas divertidas y mordaces de personajes como Esther Goris, Mariano Grondona o Mario Pergollini.

Gerez y Gudiño encarnan a Correas con trajecitos de época y Alemán, además de ejecutar el piano de cola desde un rincón de la sala, también lee fragmentos de la obra del autor. Si por momentos prima esa densidad literaria en el espectáculo y detiene un poco la acción, los cuerpos de los actores habilitan otros registros en la escena y expanden la representación. En la pieza conviven varios lenguajes: el teatro, la danza farsesca, la música siempre en primer plano y una pantalla que proyecta leyendas y audiovisuales que acompañan el relato (es notable lo que produce el cruce temporal: las escenas actuales filmadas en el edificio de Pasteur al 42 desde donde Correas se arrojó al vacío después de cortarse las venas y la evocación de su voz).

En el centro de la escena emerge una modesta plataforma circular rodeada por un trencito Scalextric y una arquitectura en miniatura de esa ciudad que Correas supo patear junto a sus contemporáneos, entre quienes figuran Juan José Sebreli y Oscar Masotta (con el primero tuvo un romance, con el segundo un vínculo bastante tormentoso; ambos signados por los vaivenes del amor-odio). En la obra aparece ese mundillo literario de académicos cruzado por las ficciones y las agudas reflexiones de Correas que circulaban en revistas de la época como Contorno, Centro o El Ojo Mocho.

Aquí aparece el Correas narrador y el Correas polemista. Un episodio funciona como corazón de esta trama musical: en 1959 publicó "La narración de la historia" en la revista Centro, órgano del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. El cuento fue censurado y, tanto Correas como los editores, condenados judicialmente por pornografía e inmoralidad. Y es que, tal como sostiene el investigador José Maristany, "es evidente que el cuento de Correas había incurrido en una flagrante transgresión a los límites de lo decible en el discurso social de fines de la década del 50, inmerso en lo que Terán ha denominado 'proceso de modernización cultural posperonista'".

Aquel texto narraba la aventura de un universitario de clase media que deambula por los suburbios en busca de sexo y entabla una relación con un chico de clase baja. Correas (y la revista) fueron rechazados por un Poder Judicial que respondía a los sectores más reaccionarios de la sociedad, pero también por el círculo que más tarde se identificaría como nueva izquierda. Ha muerto un puto se reestrena en un contexto particular. No pueden dejar de mencionarse algunos acontecimientos recientes como el intento de censurar varios libros (entre ellos Cometierra, de Dolores Reyes) o los dichos de Milei en Davos, donde no dejó minoría sin atacar: acusó a las parejas homosexuales adoptantes de pedófilos, criticó a las personas trans, señaló a los migrantes como el origen de todos los males y atacó a las mujeres por querer ganar privilegios sobre los hombres. Que la obra de Tarrío esté protagonizada por este elenco es una decisión que habla por sí sola. Hay que mencionar también las reacciones a esos desatinos: la lectura colectiva de Cometierra y la masiva Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista; en esa misma sintonía festiva vibra (y canta) este espectáculo.

Ha muerto un puto: 7

Dramaturgia y dirección: Gustavo Tarrío

Elenco: María Laura Alemán, Vero Gerez, David Gudiño

Diseño de vestuario y utilería: Paola Delgado

Música original y canciones: María Laura Alemán

Diseño de iluminación: Sebastián Francia

Asistencia de dirección: Florencia Schrott

*Puede verse sábados y domingos a las 20.30 hasta el 23 de febrero en ArtHaus (Mitre 434). Las localidades están disponibles a través de Alternativa Teatral.