"María BCRA debe ser como Ladri Depósito", tuiteó Milei desde su cuenta oficial, luego de que María Becerra haya aprovechado su show en la Fiesta de la Confluencia para pedirle a un público de 500 mil personas que donen dinero a los brigadistas que combaten los fuegos en el sur (mientras Daniel Scioli juega al paddle escindido de esta tragedia ambiental).
"No hay que quedarnos de brazos cruzados porque no se ayuda solo con palabras. Hay que hacer, hay que compartir, hay que visibilizar la situación. Y si el Estado no está dando la ayuda necesaria, la damos nosotros", dijo La Nena de Argentina, que ya había quedado entre ceja y ceja del presidente más liberal del mundo, por haber acompañado a Lali a la marcha antifascista. Un gesto que LLA se encargó de traducir en una fake new, aduciendo que su presencia de debe a que Amnistía Internacional le había dado dinero para que fuera. (Ignorando que ella es aliada activa del colectivo LGBTIQ+ desde el momento 0 de su carrera).
Esta obsesión que tiene Milei y sus Camisas Negras de TikTok con las mujeres jóvenes, influyentes y poderosas que se manifiestan contra su régimen, a las que trata de invalidar a través de fake news y la utilización de las imágenes falsas de ellas con fines humillantes, no es algo nuevo. Y que usen las redes oficiales del gobierno para abonar un clima de patoterismo infantil, tampoco.
Un odio discursivo que chorrea más allá de las fronteras 2.0, y que se traduce en un contexto de violencia hacia las mujeres, donde las que se manifiestan inmediatamente deben ser calladas, tratadas de locas, mentirosas o de haber sido manipuladas por intereses espurios de la agenda 2030. Como dijo recientemente Bertie Benegas Lynch, el motivo de vida de las hembras humanas uteroportantes debe ser criar niños. El resto, es transgresión.
Esta tendencia que borra la frontera entre los canales de comunicación oficiales y las reglas más salvajes del forismo de Twitter parece ser uno de los nuevos must de la ultra derecha reloaded.
Donald Trump, otro ogro pataleando en el aire
El 20 de enero empezó la segunda presidencia de Trump y, desde esta parte del mundo, es como si estuviésemos viviendo un deja-vu. Pero ahora los protagonistas no somos nosotrxs, sino estadounidenses estupefactos, confundidos y con un jet lag témporo espacial: no entienden si un vórtice los aterrizó en un infierno distópico, o en la Alemania de los años 30’s.
Esta novela de Stephen King ya la vivimos. Si acá el nuevo secretario de niñez era ex gerente de la casa de apuestas CODERE, allá la flamante secretaria de educación es la ex directora de una empresa de lucha libre. Si acá Milei exigió, en sus primeros días, que los jueces usen toga, allá Trump ya firmó una normativa para que las pajitas dejen de ser de cartón y vuelvan a ser de plástico. Un día triste para las tortugas marinas y para la democracia. Entre otro cúmulo de delirios oficiales que rozan el terraplanismo y el pensamiento mágico, como la negación del cambio climático y creer que el mercado se regula solo.
Como ya mencionamos, si otra cosa tienen en común estos gobiernos del yo-hago-ravioles-ella-hace-ravioles, (como obsesionarse con las atletas trans), es usar las redes sociales estatales de forma poco ortodoxa. Lamentablemente, se perdieron las buenas costumbres del cansino tono protocolar para hacer anuncios de gestión en IG. Ahora, las tías que mandan stickers de Tweety deseando bendiciones tomaron el control y son las dueñas del paredón virtual de nuestra Casa Rosada y la análoga White House.
Cada gobierno fascista necesita su enemigo interno y Trump ya eligió los suyos. Entre su ránking de personas non gratas para la pureza racial WASP están, -para sorpresa de nadie-, los migrantes: la conveniente mano de obra barata que nutre a la economía de EEUU. Un colectivo que describió como salvajes que, de mínima, se comen a los perros y gatos de sus vecinos. Y ahora, que volvió al trono presidencial, le dio luz verde al coto de caza humano con camiones de “la migra” haciendo redadas en barrios latinos.
Ante estas secuencias terroríficas que adelantan el tono persecutorio que impondrá el segundo mandato de Trump, la cantante y actriz Selena Gómez, que es descendiente de mexicanos, hizo un posteo en sus redes sociales llorando, diciendo que “no sabe qué hacer” para frenar la crueldad que implica esta crisis humanitaria.
Inmediatamente, Trump hizo un post en su página oficial usando una captura de ese mismo video, donde se la ve a ella visiblemente conmocionada, como parte de un reel donde él defiende la idea de que los migrantes son violadores en potencia. De esta manera, el hombre que tiene el poder de hacer explotar una bomba nuclear usa la imagen de Selena, una cantante pop, una civil, una chica, para burlarse de ella, humillarla y configurarla como una defensora de abusadores sexuales, en una burda maniobra para (intentar) anularla discursivamente.
Los MAGA de aquí y allá no solo aman ver mujeres llorando, (algo que consideran un triunfo), sino también adjudicarse de forma perversa la superioridad moral de “no defender violadores”, dando a entender que son ellas, las supuestas progres, las woke, las feministas, quienes sí lo hacen. (Dentro de su lógica: violadores=mexicanos; violadores=gente trans; violadores=docentes de ESI, etc).
"Qué peligroso, qué triste"
Este gesto patotero generó un aluvión de comentarios de estadounidenses escandalizados en la cuenta de Donald Trump, al ver que la comunicación oficial del presidente de los Estados Unidos, una de las personas más poderosas del mundo, tiene la misma seriedad que el perfil de Facebook de tu tío forista de LN+ y compartidor de posteos de NIK y de @coherenciaporfavor. En definitiva, Selena estaba haciendo uso del derecho sagrado a la libertad de expresión, pero fue censurada y su imagen fue usada en su contra. Se puso rara la libertad, ¿no?
Algo que, a esta altura del partido, para nosotros ya es el pan recalentado de cada día. De hecho, Milei arrancó su gestión con posteos hechos con IA que muestran a Lali Espósito caricaturizada “robándole plata a los niños del Chaco” (¿se acuerdan de “los niños del Chaco”?) como castigo a su tuit donde, tras las elecciones, ella había expresado: “Que peligroso. Qué triste”. Palabras tan soft para describir a este gobierno que, ahora, nos generan ternura.
Sin embargo, es curioso que en el país más libre del mundo, esas cuatro palabras hayan activado todos los resortes del odio oficialista, movilizando a funcionarios para transformar a Lali en depositaria de todo el hate virtual, construyéndola como la cara visible del despilfarro kuka, asociado a todos los supuestos males del progresismo.
Volviendo a Trump. Una vez más, la siguiente en su lista fue Taylor Swift. Ya contamos en esta nota cómo es la pelea espiralada entre ellos, que también implicó que Trump use imágenes de Taylor modificadas con IA para humillarla en sus redes sociales. ¿Quién hubiera pensado que, finalmente, la IA se iba a utilizar para que los poderes concentrados de la internacional neofascista publiquen fake news para agitar discursos de odio en las redes, verdad?
"MAGA no perdona"
Este fin de semana, el ex showman se convirtió en el primer presidente en asistir a un Super Bowl. La llegada de Trump al estadio Caesars Superdome de Nueva Orleans fue entre abucheos y exclamaciones a favor; no queda claro. Pero cuando Taylor, que también fue al partido, fue enfocada, no hay dudas de que sí fue abucheada. La cara de incomodidad e incredulidad de Taylor, que durante su carrera llenó múltiples veces ese mismo estadio, quedó registrada e inmediatamente se hizo viral. Hay quienes creen que se debe a que ella es la novia de Travis Kelce, una de las estrellas de los Kansas City Chiefs, que se disputó la fecha contra los Philadelphia Eagles.
"La única que tuvo una noche más dura que los Kansas City Chiefs fue Taylor Swift. La abuchearon fuera del estadio. ¡MAGA no perdona!", publicó Trump en su cuenta de Twitter, como si fuese un forista más. Rápidamente, florecieron en las cloacas de YouTube, igual que acá, videos que manifiestan que Trump humilló, destrozó, anuló, incendió a Taylor, que la dejó llorando y en ridículo, como si eso fuese verdad.
Como si ese tuit pudiese anular, humillar y destrozar a una artista que, solo en su último tour, reventó 149 estadios e hizo la primera gira en recaudar más de mil millones de dólares. Pero para la retórica Trump, con solo enunciar que Taylor fue destrozada y castigada, es suficiente para que sea verdad. Sus palabras son certeras y anticipatorias: su movimiento no perdona ni olvida. Y amenaza con seguir yendo a fondo con quien se atreva a manifestarse en contra del régimen. Sobre todo, si es una mujer joven y exitosa.
Vivimos en tiempos de tiranos que hacen la pantomima de la democracia, para luego gobernar por decreto. Los pactos sociales, los consensos bilaterales, las leyes de la comunidad internacional tienen relevancia igual a cero. Regresamos a los totalitarismos absolutistas donde vale todo y, al mismo tiempo, ya nada importa nada. Y aunque la historia nos enseñó que el tiempo pone a cada payaso en su circo, y a cada Mussolini le llega su Walter Audisio, que se haya normalizado que los jerarcas de la internacional neofascista usen sus redes para censurar a cantantes pop sin consecuencias, nos hace añorar esas viejas épocas donde lo más ridículo que podíamos ver en la web 2.0 era la revolución de la alegría de Macri.