Liliana Herrero es oriunda de Villaguay, Entre Ríos, y es, desde hace décadas, una de las intérpretes más singulares de la música nacional. Hacedora de sentires colectivos, la cantante se reunirá con su público local el próximo sábado 15 de febrero. La cita se iniciará a las 19 en La Totora Espacio Cultural, ubicado en Julio Cortázar y Pasaje El Astillero, Vaqueros.
En una conversación llena de reflexiones, la madre de “Esa fulanita” subraya que el Cuchi Leguizamón es salteño “pero sus creaciones provenían también de un extraordinario diálogo con obras estupendas, universales”. Además, asegura que “ser una intérprete es interrogar un original y jamás hacer una copia”
-Llegará pronto a Salta para ofrecer parte de su repertorio, ¿quiénes la acompañarán y qué espera de ese encuentro con el público?
-A Salta voy con el gran guitarrista Pedro Rossi, con quien trabajamos desde hace muchos años. Del público espero lo que siempre deseo, que escuchen con placer lo que se construya en ese concierto, un verdadero y emocionado sentir colectivo.
-En su disco debut y homónimo, de 1987, incluyó obras hoy universales, pero inicialmente ligadas a nuestra región, como "Zamba para la viuda", del Cuchi con Miguel Ángel Pérez, y "Doña Ubenza", de "Chacho" Echenique, ¿recuerda por qué las eligió para ese primer paso, para su carta de presentación?
-Fue el primer disco que hice y eran canciones que estaban muy presentes en mí. Tenía en ese momento un enorme repertorio amontonado que me gustó grabar. Además de eso, son autores para mí fundamentales. Leguizamón lo era en ese momento y lo seguirá siendo. Gran compositor, gran músico. Alguien que abrió un novedosísimo horizonte sonoro, armónico y melódico. Era de Salta, pero sus creaciones provenían también de un extraordinario diálogo con obras estupendas, universales.
-Con una carrera extensa, sostenida y coherente ha forjado una identidad que la distingue entre otrxs artistas, ¿cómo arribó a ese sincretismo, en lo vocal, lo escénico, lo poético?
-Bueno, cada uno va amasando un estilo. Es una búsqueda, una sensibilidad que va recorriendo diversos senderos. No hay cantar sin búsqueda, sin interrogaciones, sin tensiones.
-En esa línea, en sus discos ha modificado tímbricas, ritmos e incluso versos de algunas obras ¿cómo describiría su proceso creativo como intérprete, qué es lo que hace que una decisión artística se quede o no, se grabe en una de sus versiones?
-Yo soy una intérprete, no una compositora, de modo que elegir un tema es una tarea muy intensa que a veces elijo por su diseño melódico o por una línea de un poema. No he cambiado versos, he omitido versos, que es diferente, pero no para denostar el original sino para resaltar lo no oído. Lo mismo ocurre con los ritmos y con los instrumentos que decido usar para esa canción. Ser una intérprete es interrogar un original y jamás hacer una copia. Cuando la obra es poderosa permite esas intervenciones, esa especie de sorpresa auditiva. Eso es lo que me gusta hacer.
-En ese sentido ¿se considera una artista disruptiva o cree que el arte en sí mismo es disruptivo?
-Ni sé bien qué quiere decir disruptivo. Yo soy una cantora que quiere pensar todo de nuevo, que quiere provocar una sorpresa auditiva, que quiere mostrar que otra cosa es posible y que quiere romper la idea de la rutina devenida de la repetición sin más. Tal vez eso sea disruptivo. No lo sé. No uso mucho esas palabras. Cuando uno interviene un tema conocido, el público evoca el original y esa evocación es una actividad fundamental incluso más poderosa que un aplauso. Provocar una acción de esta índole es una de las grandes tareas del intérprete. Si el tema no es conocido y por lo tanto no se percibe la intervención realizada, sólo queda disfrutar y entregarse al sonido sin más. Para mí eso también es maravilloso.
-Este año se cumple un cuarto de siglo desde el lanzamiento de “Leguizamón – Castilla” y, 21 de “Falú. Dávalos”, ambos junto a Juan Falú ¿qué le generaban esas duplas entonces y cómo las revisita ahora?
-Bueno, no había pensado en ese aniversario. Me alegra. Para mí son dos discos preciosos. El primero fue una ocurrencia mía, lo hablé a Juan Falú y ahí elegimos el repertorio, buscamos partituras, etc. Realizamos un trabajo fenomenal. Es un disco que me gusta mucho incluso escucharlo hoy día. La otra dupla fue una idea de Juan y también me sigue resultando interesante, pero debo confesar que me gusta más el primero. No sé si revisitaría ese repertorio. Lo dejaría así como dos discos históricos que se podrán escuchar con placer dentro de muchos años.
-El 15 de marzo de 2019 lanzó "Canción sobre canción", sobre la obra de Fito Páez, quien además produjo sus tres primeros discos, ¿cómo seleccionó las 11 piezas que lo integran? ¿Haría algo similar con otro compositor o compositora de rock argentino?
-Así es, Fito produjo los tres primeros discos: "Liliana Herrero", "Esa Fulanita" e "Isla del Tesoro". La selección para "Canción sobre canción" me llevó mucho tiempo porque la obra de Fito es enorme. Decidí primero elegir canciones en los que estábamos muy cerca en Rosario y pude percibir su búsqueda musical y poética. El título del disco se llama "Canción sobre canción" porque es el procedimiento que yo realizo, pero no está como tema en ese álbum. Una pequeña y tal vez imperceptible humorada. Trabajaron mucho en los arreglos los músicos Ariel Naón y Pedro Rossi. Fue muy hermosa esa fragua. Tal vez si tuviera que elegir temas de músicos del rock argentino elegiría a Spinetta y a García. Siempre sus músicas están en mí.
-Años después, presentó "Mojones –signos y memorias de la Patria-", un trabajo junto a Teresa Parodi y Juan Falú, con textos escritos por Horacio González, su compañero de vida, ¿qué significó para usted la grabación de ese concierto, la cristalización de ese proyecto en el CCK?
-Yo había escuchado la canción "Martín", de Edgardo Cardozo, que se recuesta en el Martín Fierro pero de un modo muy novedoso, cambiando las palabras y dando vuelta un texto emblemático. Pensé al escucharlo que ese libro, con todo lo que pueda decirse de él, es un mojón, una señal en los caminos argentinos estemos o no de acuerdo con él. Ahí llamé a Teresa y a Juan y nos pusimos a trabajar buscando otros mojones que nos parecieran decisivos para este país. Así tomamos Malvinas, los desaparecidos, las madres, San Martín, etc. No están todos, por supuesto. Horacio se entusiasmó con ese plan y aportó pequeños prólogos escritos para cada canción, o el texto introductorio. Fueron meses de mucho trabajo, muchos debates, todos interesantísimos, por cierto. Las músicas fueron realizadas en su mayoría por Juan Falú y los poemas, por Teresa Parodi. Lo presentamos en el CCK en agosto del 2021. Fue más que difícil para mí, pues Horacio había fallecido en junio de ese año por covid. Nada fácil. Aún no comprendo bien cómo es que pude cantar. Participaron en el disco y los conciertos Lilian Saba, Pedro Rossi, Ariel Naón y Facundo Guevara además de Juan y Teresa, por supuesto. Les estoy muy agradecida a todos. Gracias al apoyo de ellos pude hacerlo, pero fue emocionalmente muy difícil. Cada tanto lo volvemos a hacer y sin duda la ausencia de Horacio en esos momentos y en otros también, se agiganta.
-En aquel concierto, Falú aseguró que los tres son “personas con un amplio sentido crítico de la realidad”. En esa tónica y en medio de las atrocidades que atravesamos en los últimos tiempos ¿cuál es la crítica más notoria que tiene hacia estos tiempos? ¿Para qué se hace música hoy?
-Creo que estamos en una situación política, económica y cultural atroz. Con este gobierno hemos regresado a políticas calamitosas para este país. Las marchas que se dieron el primero de febrero, sin embargo, fueron un enorme acontecimiento novedoso que abre una enorme esperanza en nosotros. Multitudes crearon un objeto nuevo, distinto y diverso y en cada uno de nosotros. Eso no es poco. Espero de la oposición unidad y batalla firme y clara ante este peligro en el que estamos inmersos. El primero de febrero la verdadera oposición estuvo en las calles de todo el país.