Son las cuatro de la tarde de un martes de verano y Marcos Valle está en la terraza de su casa, a pocas cuadras del mar. El ruido de las olas se mete entre palabra y palabra mientras enumera las playas desde Copacabana hasta Recreio dos Bandeirantes, su lugar, y con el mismo celular de la videollamada hace foco en un pedacito de celeste que se confunde con los techos de colores de su barrio: “Ahí, ahí mismo, ¿se alcanza a ver? Ese azul es el mar”. El viento le despeina el pelo largo y enrulado. Dice que ya cumplió ochenta y uno, pero aparenta mucho menos. Lleva una remera blanca gastada y un collar de cuero trenzado, y poco en su actitud de lo más sencilla deja ver que en realidad es una leyenda de la música brasileña. Enseguida cuenta que está feliz por partida doble. Acaba de editar Túnel acústico, su disco número veintitrés, lanzado por el sello británico Far Out y creado a partir de unos demos que tenía cajoneados desde 1979. Y en apenas unos días, el jueves 20, se presentará por primera vez en Buenos Aires. “¡Para mí también es extraño nunca haber ido antes!”, se lamenta. “Vinicius de Moraes siempre hablaba maravillas de Argentina. Y mi amigo el loco Doval, futbolista del Flamengo, se la pasaba contándome cosas de allá”, dice, en referencia al ídolo de San Lorenzo, integrante de los legendarios carasucias, que jugó gran parte de su carrera en Brasil.

Autor de “Samba de verão”, uno de los más grandes clásicos de la bossa nova, Valle empezó a escribir canciones a los diecisiete y editó su primer disco a los veinte, alentado por su vecino Tom Jobim, que solía decirle: “Marquinhos, aprenda la técnica, pero siempre la intuición por delante”. Le hizo caso, y al día de hoy asegura que lleva escritas mil doscientas canciones. Algunas de ellas fueron sampleadas por Kanye West, Dr. Dre, Jay Z o Childish Gambino, y otras fueron interpretadas por Duke Ellington, Elis Regina, Dizzy Gillespie, Caetano Veloso, Bebel Gilberto, la Baby Spice, Moreno, Doménico, Kassim e incluso Homero Simpson, que en un episodio tararea feliz una de sus canciones mientras come papas fritas en el auto. Pero las versiones que más atesora sólo las escuchó él y por una única vez, a comienzos de los ochenta, poco después de volver del exilio, una tarde al teléfono en medio de una fiesta. João Gilberto había llamado al dueño de casa, y cuando se enteró de que Valle estaba ahí pidió que le pasaran con él. Marcos atendió y el hermético João lo sorprendió diciéndole que lo adoraba, que lamentaba no haber tenido oportunidad de conocerlo, y le preguntó: “Marcos, ¿puedo cantarle alguna de sus canciones acá, al teléfono?”. Marcos, emocionado, solo atinó a decir: “¡Santo Deus!”.

De carácter introvertido aunque curtido tras décadas sobre escenarios de todo el mundo, desde su terraza cuenta que ya de garotinho tenía una conexión fuerte con nuestro país y que uno de los primeros instrumentos que aprendió a tocar fue un acordeón con el que sacaba arreglos de tangos. La banda que lo acompañará en su primera presentación en Argentina está compuesta por el bajista Alberto Continentino (que tocó con Ed Motta y Adriana Calcanhotto), el tecladista Dudu Viana (que hizo lo propio con Hermeto Pascoal e Ivan Lins), Jorge Continentino en vientos, Mauricio Calmon en baterías y Patricia Alvi en voz. El show está pensado como un recorrido cronológico por toda su carrera: de la bossa al rock, la psicodelia, el funk, el jazz, el pop barroco y el boogie ochentero. “Tengo más de mil canciones, no puedo hacer un show con todas”, ríe. “Voy a hacer un apanhado, un recopilatorio con temas de distintas épocas, desde el comienzo hasta Túnel acústico. Va a ser un show muy alegre y lleno de ritmos. Lo planeamos con mucho cariño. Después de tanto, tanto tiempo, de verdad estoy muy feliz de tener al fin la oportunidad de llevar mi música para allá".

Sylvia Telles, Jobim, Menescal y Valle en los estudios RCA ,en 1964

UNA NOVEDAD ABSURDA

Nacido en Copacabana en septiembre de 1943 y formado en piano y música clásica desde los 5 años, durante su adolescencia Valle vio bien de cerca la aparición de la bossa nova, esa revolución que cambió el curso de la música popular brasileña. Tan fuerte fue la novedad que con el primer disco de Joao Gilberto algunos se preguntaban “¿Es música? ¿No es música? ¿Es cantante? ¿No es cantante?”, como apuntaba por entonces el crítico Júlio Medaglia en un artículo citado por el poeta Augusto de Campos en su libro Balance(o) de la bossa nova. “Ese momento en que nació la bossa fue muy fuerte”, recuerda Marcos. “El primer disco de João fue una revolución, un encantamiento que lo cambió todo. Tenía mucho de samba pero era una samba extraña, sofisticada, con mucho conocimiento musical muy variado. No sé, para mí fue como un choque, una novedad que se sentía absurda en un punto, difícil de asimilar. Una cosa al mismo tiempo muy simple y muy rica. Fue un momento de cambio muy fuerte para la música brasileña”.

Pronto comenzó a estudiar guitarra en la escuela que fundaron Roberto Menescal y Carlos Lyra, dos referentes de los comienzos de la bossa nova. Poco después, a comienzos de los sesenta, un golpe de suerte apuró el comienzo de su prolífico recorrido como cantautor: fue cuando Antonio Carlos Jobim se mudó justo enfrente de su casa en Copacabana. “Yo no lo podía creer... ¿¡Jobim viviendo enfrente de casa!?”, recuerda Marcos. Un conocido en común intercedió para que pudiera visitarlo: “Le mostré mis canciones y Tom se quedó muy quieto escuchando... y le encantaron. Yo recién empezaba a componer, él ya tenía doce años de carrera. Entonces me miró y me preguntó: ‘¿Tenés estas canciones escritas en partitura?’ Respondí que no, y me dijo: ‘No vas a salir de acá hasta que transcribas una de tus canciones’. Imaginate, yo con veinte años, en la casa de Tom Jobim, primera vez que lo veía y él diciéndome que no me iba a ir hasta que escribiera mi primera partitura”. Le alcanzó lápiz y papel y le dijo que se pusiera a transcribir una de sus canciones ahí mismo. “Se iba y cada tanto volvía a ver cómo iba. Cuando terminé me felicitó y me regaló un libro de arreglos y orquestación escrito por uno de sus profesores. Y me dijo: ‘Te voy a dar este libro, pero no lo leas demasiado porque vas a perder tu parte intuitiva. Es bueno aprender la técnica, conocerla. Pero nunca pierdas la intuición. Eso es lo que te hace compositor’”.

Su debut Sempre samba (1963) lo convirtió de la noche a la mañana en un nombre estelar de la segunda camada de autores de bossa nova. Contra las advertencias de su padre dejó la carrera de abogacía y se largó de lleno a componer, y cuenta que quizás fue por la felicidad de ese debut que poco después escribió “Samba de verão”, incluida en su siguiente disco, el excelente O compositor e o cantor (1965). “Vivía con mis papás. Éramos tres hermanos y dos hermanas, y compuse la canción en casa. Una semana después surfeaba por Arpoador cuando vi pasar a Menescal en su Volkswagen descapotable y lo llamé: ‘¡Eh, Menescal! ¡Quiero que escuches algo nuevo que hice!’. Nos sentamos en las escaleras del puesto del bañero y le mostré la canción. Menescal escuchó atento y me dijo: ‘Marcos, es maravillosa. No tenés idea de lo que va a pasar con esta canción’. Le respondí: ‘No, la verdad que no sé’. Me reía, pero a la vez estaba nervioso. Y él seguía diciendo: ‘Es una música maravillosa... ¡Va a ser un suceso!’. No sé si en ese momento él ya imaginaba que llegaría a ser un éxito mundial, pero eso fue lo que pasó”.

Con Ana María Carvalho, a mediados de los '70

SURFIN’ USA

Fueron varios los que tuvieron que frenar a Marcos para que no agarrara a trompadas a Marlon Brando. Menescal sabía lo que decía: “Samba de verão” fue un éxito tan grande que trascendió las fronteras de Brasil y en 1966 se convirtió en un fenómeno en los Estados Unidos, con récord Guinness incluido a partir de tres versiones diferentes de la canción que entraron al Top 40 de Billboard. Marcos salió de gira por Norteamérica junto a Sergio Mendes y pronto empezó a recibir invitaciones a programas de televisión y ofertas de artistas que querían grabar sus canciones. La prensa norteamericana lo llamaba “The Original Beach Boy from Río”. Un día en medio de ese vértigo estaba en una fiesta en Los Ángeles junto a su esposa de entonces, la talentosa cantante Anamaría Carvalho. En un momento se pusieron a zapar en un piano junto a Henry Mancini y Quincy Jones. Marlon Brando acompañaba tocando los bongós. “Yo tenía 21, ella 18. Cuando nos íbamos, mientras me despedía de los anfitriones, Brando la agarró del brazo y le dijo algo así como ‘Quiero que te quedes’". Anamaría se plantó y empezó a insultarlo. “Cuando me di cuenta fui a directo pegarle, pero el anfitrión y sus amigos me frenaron. Me decían que estaba borracho, que no le prestara atención. Estábamos muy enojados, pero decidimos irnos a casa... Y esa es la historia de cuando casi golpeé a Brando”.

Una de sus presentaciones en TV de aquellos días está en YouTube. El surfer tímido de Copacabana era de pronto la estrella invitada en uno de los shows más vistos de costa a costa en el prime time norteamericano, y su conductor, el cantante Andy Williams, se sentó en un banquito a interpretar junto a él su tema más conocido. Marcos se ve algo nervioso, pero en cuanto comienza a tocar “Samba de verão” la audiencia estalla en aplausos y la potencia de la canción perfecta trasciende cualquier incomodidad. “Yo era muy tímido, y los programas de televisión eran todo un desafío. Pensaba ‘Dios mío, ¿qué hago acá?’", recuerda. “La fama es una consecuencia, ¿no? Y depende mucho de la personalidad de cada uno. Los extrovertidos saben lidiar mucho mejor con la fama. Yo no. Yo era compositor. Me gustaba escribir, tocar y cantar mi música y listo. En mi país tenía una vida relajada, pero todo ese profesionalismo súper estricto que encontré en Norteamérica me resultó difícil. A la vez era muy joven, y no estaba preparado para estar tan lejos de mi gente por tanto tiempo, así que decidí volver a Brasil”.

Marcos Valle (Foto: Jorge Bispo)

PSICODELIA Y CENSURA

Volvió en 1967, tres años después del golpe de estado que instalaría una dictadura de veinte años. “Nos juntábamos regularmente con músicos para charlar acerca de cómo podíamos acelerar el regreso de la democracia con nuestra música”, recuerda Marcos. Llegó y grabó el LP Viola enluarada (1968) –con la participación de Milton Nascimento en la bellísima canción que da nombre al disco–, y a poco de eso lo fichó el sello Verve y lanzó Samba ’68 en Estados Unidos, un LP con composiciones en inglés más una versión en ese idioma de “Samba de verão” titulada “So Nice (Summer Samba)”. Vendió muy bien y lo convirtió en uno de los cantautores brasileños más conocidos de ese país, pero él continuó en Copacabana y se embarcó en una seguidilla de ocho discos en siete años que hoy rankean bien alto entre lo mejor de su obra. Siempre enraizado en la MPB, incorporó elementos del rock, el jazz, el soul y la psicodelia, y a tono con la época comenzó a jugar con las posibilidades del estudio. Así llegaron clásicos de su discografía como el autotitulado Marcos Valle (1970), Garra (1971), Vento Sul (1972) y Previsão do tempo (1973).

Las letras de muchas de esas canciones (escritas por Marcos y su hermano Paulo) apuntaban con juegos de palabras al gobierno militar, algo que no pasó desapercibido para la División de Censura de Diversiones Públicas del gobierno de facto. “Nos llamaban para cortar partes de canciones o directamente prohibirlas. Pero lo peor pasó cuando organizaron un festival y me citaron para participar”, recuerda. Chico Buarque, Marcos y un buen número de los músicos citados se reunieron y decidieron no presentarse: “Firmamos una carta y la publicamos, y ahí empezó el problema. La policía entró a mi casa y me detuvo. Después detuvieron a Chico y a Ediberto Montenegro. Nos llevaron a los tres y nos dijeron que seguiríamos presos hasta que todos los que habían firmado la carta se retractaran. Nos soltaron recién después de una semana. Obviamente no tocamos en el festival, pero todo se sintió muy pesado”.

En 1975 decidió partir nuevamente hacia los Estados Unidos. Primero se instaló en Nueva York, donde vivía el compositor y productor Eumir Deodato, amigo suyo. Pero extrañaba la playa, y un año después se mudó a Los Ángeles. Pronto Sarah Vaughan lo invitó a grabar junto a ella una versión de “Something”, de los Beatles. En su casa conoció a Leon Ware, compositor y arreglista del sello Motown, productor de Marvin Gaye y miembro de la banda Chicago. Enseguida se hicieron amigos y empezaron a escribir música juntos: “Hicimos alrededor de quince canciones. Grabé con él discos como su solista Rockin’ You Eternally (1981), y la pasamos excelente. Fue una época muy buena para mí. Pensé que solo iba a quedarme unos meses y al final me quedé cinco años”. En 1981 su hermano Paulo lo invitó a grabar un disco en Brasil. Tenían una oferta de la prestigiosa discográfica Som Livre. Marcos sintió que ya era hora de volver: guardó en su equipaje una pila de cassettes con canciones inéditas y emprendió su regreso definitivo a Río de Janeiro.

Con Milton Nascimento

TODO EL MUNDO IGUAL

Vontade de rever vocé (1981), el disco de su regreso, contaba con pistas que había grabado en los Estados Unidos junto a Leon Ware y Chicago, y otras que completó después junto a Paulo: “Fue el regreso perfecto para mí, un álbum que realmente quería hacer. Y sonó mucho en la radio”. El gran golpe llegó con el disco siguiente –nuevamente titulado Marcos Valle (1983)– y la canción “Estrelar”, su hit más grande desde “Samba de verão” y el más escuchado de su obra hoy en día en plataformas, viralización en TikTok mediante: “Esa canción para mí simbolizaba la libertad, la alegría, la playa, y se sentía como una manera de empujar el fin de la dictadura. No hay nada más democrático que la playa. Todo el mundo va, todo el mundo es igual, no importa la clase social ni nada. Era esa sensación de volver a brillar después de tanta oscuridad con un ritmo muy bailable, un carnaval de sol y sensualidad”.

Dos años después del éxito de “Estrelar” editó un nuevo disco para celebrar el regreso de la democracia, Tempo da gente (1986). Y entonces se guardó por más de una década. “Sentía que la música en Brasil se volvía cada vez más comercial. Dejé de grabar, sabiendo que ya en algún momento llegaría el tiempo de volver”. La señal llegaría desde Londres a mediados de los noventa, cuando DJs de la capital británica descubrieron sus discos y comenzaron a hacerlos sonar en discotecas y clubs del under. El sello Far Out Recordings se contactó con él y en 1998 lanzó Nova Bossa Nova, una nueva muda de piel con toques de acid jazz y beats electrónicos. Así comenzó una fructífera relación con el sello británico que continuó con su relectura de la MPB en Escape (2001) y Contrasts (2004), la visita a su días de funk y soul con Jet-Samba (2005) y el regreso a las melodías tradicionales brasileñas en Estática (2010).

A comienzos de la década pasada se dio un nuevo redescubrimiento de su música, esta vez del otro lado del océano y por parte de pesos pesados del hip hop norteamericano. El sello norteamericano Light in the Attic, que venía de trabajar en relanzamientos de Serge Gainsbourg, The Last Poets o The Monks, se contactó con él para reeditar cuatro de sus álbumes clásicos de los setenta. Pusha T y Kanye West samplearon uno de esos temas en la canción “New God Flows” y el actor y director Donald Glover –bajo su avatar musical Childish Gambino– hizo lo mismo en “The Palisades”. Marcos regresó a las pistas de baile disco-funk con Sempre (2019), y apenas un año después grabó un nuevo disco, Cinzento (“Gris”), con colaboraciones de Moreno Veloso, Doménico Lancelotti, Kassim y el rapero Emicida. La tapa tiene a Marcos en primer plano, rostro muy serio y enfundado en plastico transparente, y en cuanta entrevista le hicieron afirmó que el disco era un comentario acerca de lo malo que era el gobierno de Bolsonaro y todo el mal que le estaba haciendo a la cultura.

Túnel acústico, editado en septiembre del año pasado por Far Out, nació parte del azar y parte de la curiosidad del ingeniero de sonido y productor británico Daniel Maunick, hijo del guitarrista de jazz Bluey Maunick. “Tengo muchas cintas con demos que traje de Estados Unidos y todavía me gustan”, cuenta Valle. “Hay muchas ideas ahí, y cada tanto recurro a ellas”. Todo empezó cuando Daniel le preguntó si le quedaba alguna canción con Leon Ware: “Busqué entre todo ese material y le mostré ‘Feels So Good’, que habíamos grabado en Los Ángeles en el ’78 pero estaba sin terminar. Cuarenta años guardada en cassette en un cajón. Le encantó, y enseguida nos pusimos manos a la obra con las siguientes canciones del disco. Para ‘Feels So Good’, Daniel se la llevó la cinta a Londres para extraer la voz de Leon, y yo escribí una letra y canté en portugués. Quedó increíble, desde que salió la toco siempre y se convirtió en uno de los mejores momentos del show”.

Llega el fin de la charla. Las olas siguen rompiendo en la costa. “Nunca fui millonario ni nada de eso, pero la música me dio una vida hermosa”, cuenta. “Tengo dos hijos, uno economista y el otro abogado especializado en derechos de autor. Viajé por todo el mundo, viví haciendo siempre la música que me gusta y ahora finalmente voy a conocer Argentina, algo que de verdad me emociona. A mis 81 años sigo haciendo la música que quiero y sigue habiendo gente que me pide más, ¿cómo no voy a estar agradecido?”.

Hace una pausa y concluye: “Mirá... Yo amo la vida. Me gustar ser agradecido por todo lo que la música me dio, y nunca me quejo por lo que no. Me encanta esta vida tranquila, sentarme todos los días acá y escuchar el mar, este ruido de las olas. Ahí está, qué coisa maravilhosa… Bom bom bom tssss… ¿Lo escuchás?”.

Marcos Valle se presenta con su banda el jueves 20 en Deseo, Av. Chorroarin 1040. A las 20.