Cada una de las presentaciones de la Tradicional Jazz Band es un motivo de celebración, a partir de una trayectoria ininterrumpida, que reúne décadas y continúa esta noche: a las 20.30 en la Terraza de Plataforma Lavardén (Mendoza 1085). El título del show es suficiente: “40 años no es nada”. “Parece mentira, ¡cuántas cosas pasaron! Pero sin embargo, la banda siguió subsistiendo, ¡y aquí estamos!”, comenta con orgullo Bambi García ante Rosario/12. El banjoísta (y fundador) de la Tradicional Jazz Band, integra su nombre a los de Marcelo Campillay (trompeta), Ricardo Marino (trombón), Claudio Lanzini (clarinete), Lucas Vacchino (piano), Mario Puntarello (tuba), Alejandro Garcilazo (percusión); bajo la dirección musical de Gabriel Alustiza.

“En aquel momento, cuando comenzamos, había más difusión del jazz, sobre todo del jazz tradicional. Además, antes que nosotros, ya había cuatro o cinco bandas de estilo tradicional en Rosario, que después fueron decayendo y la cosa un poco se perdió. Yo era compañero en la Escuela Industrial de uno de los integrantes de aquellas bandas, que tocaba la tabla de lavar y la batería. En algún momento, nos encontramos y me invitó; yo fui de espectador, y comenté que tenía un banjo colgado en la estufa de mi casa, como decoración. ¡Para qué lo habré comentado! Me dijeron: ¡Traélo que nos viene fenómeno para hacer algo tradicional! Cuando nos dimos cuenta, ya estábamos arriba del escenario con smoking”, continúa García.

En aquellos primeros años, como señala el músico, “había más aceptación por parte de la gente, todavía había grupos de tango y no habían penetrado tanto otros ritmos, incluso de jazz más moderno. La ciudad estaba medio sumergida en esas cosas tradicionales, y fue más fácil para nosotros. Al principio tocábamos muchísimo, había convenciones y encuentros, algo que después, con el paso de los años, fue cambiando. Pero seguimos en pie de guerra. Estás hablando con un tipo de 85 años; a mi edad, el que no se jubiló, partió (risas)”.

-Aun con todos estos cambios, en la ciudad el jazz siempre estuvo.

-Hay muchas manifestaciones diferentes, que uno piensa que no existen más, pero están. ¿Música árabe? Hay escuelas de baile. ¿Cultura japonesa? También. Son reductos muy chicos y sin mucha difusión, porque no es como en Buenos Aires, donde tenés mayor cantidad de gente, más turismo, donde cualquier manifestación artística se mantiene; acá cuesta un poco más. Fontanarrosa decía que aquí todo el mundo tocaba la guitarra porque no sabía qué hacer.

-¿Hubo contacto con Nueva Orleans?

-La banda no viajó a Nueva Orleans, pero tenemos relación con el Museo de Jazz Tradicional; yo pude viajar y hacer este contacto. Aquí, en el país, cuando fue el auge de los festivales de jazz tradicional, participamos muchísimo. Generalmente, el epicentro era La Pampa; después, nosotros pudimos hacer tres festivales muy importantes, el FestiJazz, donde invitábamos a 6 u 8 bandas durante 3 o 4 días. Eso tuvo mucha difusión, también en el exterior. Como soy culo inquieto, me comunico con bandas del exterior; y cuando hicimos la relación con el Museo del Jazz, les mandamos las grabaciones, que ellos se encargaron –algo que hacen todavía- de difundir, junto a los diferentes grupos de jazz del mundo, a través de una radio que llega al sur de los Estados Unidos. Ahora estamos recibiendo saludos de diferentes partes del mundo: España, Alemania, Italia, Estados Unidos, lugares donde quedan bandas que hacen el estilo tradicional.

-¿Cómo definís al jazz tradicional?

-El tradicional tiene sus orígenes en los primitivos negros, que no sabían música ni armonía y trataban de hablar con los instrumentos, de mantener un diálogo entre el trombón, la trompeta, con un clarinete en el medio. Se logró que el estilo tenga grandes improvisadores, que conocieran muy bien la frase musical, más allá de la música. Es como si fuera un partidito de fútbol; tenés la base: el banjo, el piano, la tuba, y la tabla de lavar o la batería; los tres instrumentos de adelante son los que empujan atrás de la trompeta, que es el líder, y generalmente cubre los baches que va teniendo el trombón; y en el medio se mete el clarinete. Todo eso no es fácil de asimilar, no te podés escapar de esa conversación. Se crearon un montón de temas, que son los temas primitivos del jazz y que todavía se conocen, como “Cuando los santos vienen marchando”, que deriva de cuestiones propias de los negros, que ellos tocaban al salir el féretro de la iglesia; y es un momento de júbilo porque quien murió salió de la esclavitud de la tierra para entrar en los cielos. Muchos temas son gospels, y hay otros, curiosos, como “Rata paseandera”: había un tipo pesado, de la noche, le decían El Gato y tocaba el trombón en uno de los boliches más populares de Nueva Orleans; cuando veía que algún músico entraba a ofrecerse, le tocaba esa melodía; y como era un tipo jodido, los que llegaban se iban. La melodía se hizo famosa y no hay oportunidad donde toquemos en la que no te pidan “Rata paseandera”.

-Es notable cómo esas melodías terminaron por ser apropiadas de otras maneras.

-Pero hay algo curioso. En la época de Perón se prohibió la música extranjera y hubo auge por el folklore, así que el jazz tradicional quedó en un freezer, a no ser por el Mono Villegas y quienes tenían la posibilidad de comprar discos. Cuando se volvió a escuchar otra vez jazz tradicional, ya no era el mismo, pero acá quedó con las costumbres muy viejas. Cuando estuve en Nueva Orleans, me agarró la locura y me tuve que comprar un banjo; estuve tocando y hacía determinadas cosas que los tipos con los que tocaba -músicos negros, con más de 60 años- me miraban como diciendo: “¿De dónde salió este bicho?”. Pero eran cosas de lo más tradicionales, y tocamos bárbaro. Fijate qué cosa rara, cómo se han conservado ciertas cuestiones, por no haber tenido esa difusión que hizo que la música evolucionara.