La ciudad brasileña de Río de Janeiro atraviesa una de sus olas de calor más intensas. Con temperaturas que superan los 40 grados y alta humedad, la capital carioca se encuentra entre las zonas más calurosas del país. Aunque el fenómeno afecta a todo Brasil, la combinación de factores urbanos y geográficos en Río genera condiciones extremas, con temperaturas que afectan no solo la calidad de vida, sino también la salud de sus habitantes.
La ola de calor en Río se debe a una compleja interacción de factores meteorológicos y geográficos. La alta densidad de edificios, las emisiones de vehículos y la falta de vegetación contribuyen a la retención del calor. Además, este proceso se ve intensificado por la geografía local, ya que Río se encuentra en un terreno bajo rodeado por montañas, lo que limita la circulación del aire y atrapa las altas temperaturas.
El Instituto Nacional de Meteorología (Inmet) prevé que, el próximo lunes, Río experimentará una temperatura máxima de 40 grados. Esta cifra no refleja la sensación térmica real, que se ve multiplicada por los altos índices de humedad. El calor se hace más intenso y difícil de soportar debido a un fenómeno conocido como "anticiclón", en el que el aire es comprimido y calentado, impidiendo la formación de nubes y aumentando aún más las temperaturas.
Según los datos del Inmet, la combinación de 40 grados de temperatura y 50% de humedad podría generar una sensación térmica de hasta 51,6° grados, lo que puede resultar extremadamente peligroso. Las autoridades recomiendan tomar precauciones para evitar daños a la salud, especialmente para personas vulnerables, como los niños, los ancianos y aquellos con enfermedades preexistentes.
El impacto del calor en la ciudad y el mar
Uno de los aspectos más complejos de esta ola de calor es que Río de Janeiro no tiene un refugio natural para escapar de las altas temperaturas. Las tradicionales brisas del océano Atlántico, que normalmente ayudan a reducir el calor, no están presentes debido a las altas temperaturas del mar.
Durante esta temporada, el océano Atlántico ha estado más cálido de lo habitual, lo que impide que se genere la brisa refrescante que aliviaba a los residentes.
El clima cálido del océano está afectando la circulación del aire, lo que provoca que la brisa marina, normalmente más fresca, haya desaparecido. Como resultado, los cariocas se han visto obligados a enfrentarse a un calor implacable, sin ningún alivio proveniente del mar. La falta de lluvias, que ha caracterizado el verano de 2025, empeora aún más la situación.
Lluvias escasas y sequía prolongada
La ciudad viene de una sequía prolongada. Según los datos proporcionados por la investigadora del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales (Cemaden), Ana Paula Cunha, entre el 1 de enero y el 10 de febrero, Río recibió solo entre el 33% y el 40% de la lluvia promedio esperada. Este déficit generó una sequía que, a su vez, aumentó la concentración de calor en la ciudad, dificultando el alivio.
La ciudad también ha registrado un total de 71 días sin lluvias entre noviembre de 2024 y febrero de 2025. Los modelos meteorológicos no prevén cambios significativos en las próximas semanas, lo que indica que la ola de calor podría prolongarse hasta marzo, cuando finalmente se espera un descenso de las temperaturas.