“El indio es naturalmente bueno y manso. Tímido con la timidez de tres siglos de persecución, sin el alivio de una victoria, cazado como fiera y sin derecho a radicarse en ninguna parte”. Esto lo escribió Juan Bialet Massé en 1904, cuando el presidente Julio Argentino Roca lo envió a recorrer el país para elaborar un relevamiento sobre la condición laboral y población obrera en las provincias argentinas. Fue el "Informe sobre el estado de la clase obrera". Massé nació en Cataluña y en 1876 llegó al país con su título de médico. Se radicó en Córdoba y se licenció de abogado en el plazo record de veinte meses. Para realizar el informe recorrió el país en trenes de carga y sulkis, a caballo, en barco, penetrando de lleno en los obrajes, las tolderías, los socavones, cordillera y montes. Tan grande fue su indignación, que sus escritos quedaron varios años sin ver la luz.

Entre otras cosas, sostenía que era fundamental pagarles a los indígenas con billetes de la Nación el precio de su trabajo, y dejarlos en completa libertad de gastar su dinero como les cuadre, sin proveedurías explotadoras, sin engaños, respetando su condición de hombres con sus propios hábitos y costumbres. Los del norte no salían de sus toldos los días de lluvia, pero eso no debía ser una preocupación ni tildarlos de haraganes. Era una precaución instintiva contra el beri-beri y las neumonías en general. Los qom le tenían un terror pánico a la viruela y huían de ella como del fuego. En las campañas médicas de vacunación, eran los primeros que acudían dejando de lado el trabajo o lo que fuere con tal de cuidar a sus hijos. Massé le desmiente a Roca todo lo que se dice sobre las Primeras Naciones: “No es verdad que estén de ociosos, unos tejen sus pitas, otros pescan, hacen lo que les parece mejor. Ellos no piden cuentas a los cristianos que pasan su tiempo en las tabernas o en los clubes y confiterías. El excelentísimo Gobierno me ha nombrado para que le informe la verdad y creo que se la debo completa”.

La explotación laboral siguió tras la muerte de Bialet Massé y la emigración hizo que Buenos Aires recibiera a cientos de indígenas desamparados, peones golondrinas, familias en busca de un lugar digno donde criar a sus hijos y nietos.

Sergio Gauna Cejas, El Toba, traía en sus melodías esa historia familiar. Su comunidad le había otorgado un nombre qom, Shiyayahua Quiguiñé, que quiere decir Hombre Gris. Nació en Quilmes, provincia de Buenos Aires, un 28 de febrero de 1961. Hijo de Armando Saturnino Gauna y Luisa Cejas. Tuvo un hermano mayor llamado Néstor que falleció a los veintidós años en un accidente con su moto.

Desde la infancia, para todos fue El Toba. Un creador de historias y sonidos ancestrales, bohemio, lleno de sueños, y un profundo amor a la naturaleza que lo crió, en especial los atardeceres a orillas del río Hudson. Desde niño siempre quería ser oído, improvisaba canciones, su imaginación le daba letra para contar un cuento que se lo iba inventando con el correr de los minutos, para entretener a los primos mientras viajaban en la caja de una chata. Además de un artista multifacético fue un filósofo, un poeta que le dedicó tiempo a sus orígenes, a la historia, encontrando inspiración en los seres queridos y en las calles de Berazategui donde vivió siempre.

De joven compartió las enseñanzas de los ancianos qom, uno de ellos Juan Cantero, con quien una tarde se pusieron a pensar en “las crines tobas” y reflexionaron diciendo que el toba “tiene el pelo grueso, áspero, seco en madejas grises. Con nudos enérgicos, eléctricos que hacen sonidos de cortocircuitos en las intersecciones, como si la tormenta, si los rayos, si los truenos. Nubes de pelo en chispazos”.

A los veintiún años tuvo una accidente automovilístico y El Toba estuvo muerto por quince minutos. Después de un largo periodo de recuperación recordaba palabras de su abuelo Tito, un orador de aquellos que había aprendido a leer y a escribir de muy grande. Mantenía esas enseñanzas de abuelo, hablando pausadamente, seleccionando en el aire las palabras para su nieto. Una vez le dijo que lo único que uno se lleva de esta vida es lo que se junta en el corazón. “Si no tenés muchas cosas buenas, te llevas poco, y si no hay emociones, no llegás tan alto”. Tiempo después, El Toba se animó a contar que en esos quince minutos de mortandad, “lo único que vi fueron cosas que me hicieron feliz en mi vida, como un collage de cosas buenas, hasta algunas que había olvidado. Te llevás los momentos que te llenan el corazón”.

En la década del setenta fue seminarista, estuvo unos años estudiando teología y filosofía. 

Sus canciones hablan de la identidad india, el mestizaje, la negritud. Su música es una fusión de ritmos y estilos. La lucha por el monte, la voz de los qom que se resiste al silencio. Su canción Indian Chief (jefe indio) dice “sincrónico tiempo, sin alas ni cuerpo, noche de vuelo, flama de hechicero, fuerza del fuego, unión de vientos, tambor viajero…indio de ciudad inmortal sendero, indio de ciudad, guerrero eterno”.

Desde chico, cuenta su compañera Sandy Brandahuer, El Toba tenía visiones, era una persona muy especial. Él decía que las visiones dependían del código instalado. Y daba el ejemplo de que cuando él había sido cristiano, veía a la virgen María, pero cuando se fijó más en sus orígenes qom, veía animales de poder.

En los años noventa se dedicó plenamente a la música, tocaba instrumentos de viento y con el tiempo se animó a cantar. Tuvo varias bandas, una de ellas La Minga, un trío de fusión étnico junto a Facundo Guevara en percusión, Toba Gauna en voz e instrumentos étnicos y Valdo Delgado en charango, ronroco y voz. La banda tuvo colaboraciones de Liliana Herrero, el Mono Isaurralde, Marcelo García, Pablo Trosman, Nora Sarmoria y Sandy Brandauer, entre otros.

En el barrio porteño de Villa Crespo había por esos años en Julián Alvarez un café, El café de los músicos. Por 1995 allí se juntaban religiosamente cada semana el Chango Farías Gómez, Peteco Carabajal, Willy Raimondi y El Toba que sin proponérselo, sin asumir ningún rol definido, era el que coordinaba, el que se hacía escuchar siempre con alguna idea, ocurrencia musical. Pero con un perfil tan bajo que hasta el día de hoy cuesta encontrar su material difundido a nivel nacional.

La banda que integró después se llamó Punto Q'om, una fusión de ritmos y estilos musicales. El Toba en la creación y composición musical. Su inspiración provenía del rock sinfónico, los ritmos y cantos africanos, los cantos armónicos mongoles, el didgeridoo de las Primeras Naciones de Australia.

Su formación inicial contó con la participación de Alberto Chaia en bajo, Pocho Stefan en Guitarra eléctrica, Claudio Barberon en las bases, Matías Pérez en batería y percusión, Sandy Brandauer en voces y accesorios, y El Toba en tresillo, flautas, percusión y voz.

El Toba colaboraba con la banda Los Piojos y tenía una estrecha amistad con su guitarrista, Tavo Kupinsky. Tavo fue el impulsor de la grabación del disco de Punto Q'om. Por medio de sus contactos consiguió que la grabación se realizara en el estudio de Javier Calamaro. Al no contar con dinero para la producción, el proceso se fue demorando. Claudio Barberón era técnico de sonido del estudio y en poco tiempo se convirtió en el compositor de las bases tecno de la banda.

La música, su propia cultura, fueron su pasión, pero nunca dejó de lado la reflexión, la mirada crítica de la actualidad. Una vez, alguien le preguntó qué esperaba de la educación, qué esperaba de los jóvenes del mañana y él respondió “espero una educación para seres humanos que no produzca seres para la competencia. Estamos en una sociedad que está establecida para eso. Establecemos un código de competencia para nuestros niños, desde el jardín de infantes para adelante, porque supuestamente lo mejor para progresar es competir, pero competir es establecer enemigos y establecer enemigos es alejarnos del otro”.

El Toba murió el 26 de septiembre de 2018 de un ACV en la provincia de San Luis. Fue un virtuoso de los que dejan su huella en el corazón de la gente. Sandy Brandauer escribió su biografía, que espera una editorial que se interese por difundir la vida de un hombre que vivió para enseñar, con el ejemplo, con la palabra y una armonía singular.

Esta semana salió su disco póstumo, una grabación en vivo, un material grabado en una sola toma de estudio. Del master original se extrajo su voz y los músicos rearmaron la banda para que esté a disposición de todos en las plataformas digitales. Se llama Pawk, Gira Eterna. Ahi vuelve la voz de El Toba desde las alturas, para demostrar la trascendencia de lo creado con amor y autenticidad.

Habrá que actualizar el informe de Juan Bialet Massé para ver cuánto hemos progresado como sociedad en cuanto a ejercer lo que se predica en materia de respeto e igualdad. Quizás baste con releer el informe para dar revancha en los tiempos que corren y no rendirse. “Todas las personas conocedoras de los indios saben que es más eficaz en el indio un canto que un cañón, un coro que una carga de caballería; el canto escolar, su canto en las escuelas, ¡Cuántos bienes haría!”