"Puedo contar con los dedos de una mano las películas en las que he trabajado con mujeres", se ríe Michelle Monaghan. Para demostrarlo, empieza a contar las películas en las que ha participado y se queda rápidamente sin dedos. Monaghan, la esposa, novia y compañera en apuros más prolífica de Hollywood, ha pasado 25 años en el cine y la televisión en relaciones románticas con todo el mundo, desde Tom Cruise y Adam Sandler hasta Woody Harrelson y Jake Gyllenhaal.

Todos ellos eran diferentes tipos de esposa y novia, debe añadirse -torturada e inquieta mientras estaba atrapada entre Harrelson y Matthew McConaughy en True Detective; dura e ingeniosa cuando era secuestrada por Philip Seymour Hoffman y evitaba misiles mortales en las películas de Misión: Imposible. No es que Monaghan se haya pasado casi tres décadas cortando verduras en escenas de cocina y aplicándose loción en las manos antes de meterse en la cama. Pero aún así. Incluso si contamos Desapareció una noche -donde resolvía un caso de desaparición junto a Casey Affleck- o su papel estelar como actriz en apuros en la espumosa comedia criminal Entre besos y tiros, de Shane Black... han sido un montón de parejas.

"No sé si me di cuenta durante mucho tiempo", dice hoy la actriz de 48 años, vestida con un lujoso traje en una habitación de hotel londinense, donde promociona la tercera temporada de The White Lotus, ese sensacional desfile semestral de ricos, blancos y repugnantes que este domingo 16 estrena su tercera temporada en la plataforma Max. "Cuando empecé a actuar, eso era lo que había. Si actuabas en una película, tenías muchos coprotagonistas masculinos. Si veías una película, veías a muchos hombres. Era la cultura. Era lo que nos servían en bandeja y lo que comíamos".

Tampoco se dio cuenta porque nunca fue un problema para ella. Monaghan admite ser una eterna optimista, y dice que ha llevado una vida encantadora en la industria -no ha habido drama, ni escándalo, ni intentos de socavar su voz en los sets tan masculinos. "En Entre besos y tiros, Robert Downey Jr. fue como mi mentor, muy bueno y generoso conmigo", dice. "Y luego trabajé con Tom Cruise, a quien tengo en gran estima. Esas experiencias fueron los cimientos de mi carrera, ¿sabés? Y sólo me dieron poder". Más tarde, cuando palidezco ante otra historia de un coprotagonista masculino divino (George Clooney, aquella vez), ella parece cronometrar mi cinismo. "Sé cómo sueno, pero te digo que todos fueron encantadores", presume. "He tenido buena suerte, ¿qué puedo decir?".

Monaghan encarna un tipo abstracto de famosa. "Ella estaba en esa cosa", bromeó una vez. "¿La comedia romántica que vimos en el avión, quizá?". Su rostro es increíblemente llamativo (inevitablemente, fue modelo antes de dedicarse a la interpretación), pero también camaleónico: uno podría imaginársela como el resultado de un experimento de laboratorio con ADN robado a Jennifer Garner, Katie Holmes, Kate Beckinsale y Ruth Wilson. En la pantalla, incluso en un papel poco elaborado, transmite fuerza y garra, algo probablemente fomentado en su educación: creció en una pequeña comunidad rural de Iowa con una población de sólo 772 personas, su padre trabajaba en una fábrica y su madre en una guardería. Películas independientes poco vistas como Trucker (2008), lúgubre pero esperanzadora, se apoyan plenamente en ese temple que tiene; una serie cargada de testosterona como True Detective pareció tropezar con ella casi por accidente. En todo, sin embargo, Monaghan inspira un susurro de cómoda familiaridad más que un frío reconocimiento. Tal vez, hasta este mes.

En la nueva temporada de The White Lotus Monaghan ofrece lo que podría describirse como una actuación estelar, a la vez radiante y completamente insoportable. Pero insoportable es un requisito mínimo para The White Lotus. La perspicaz sátira de Mike White -un éxito de crítica, audiencia y premios que sorprendió incluso a la cadena HBO- reúne a actores poco conocidos como si fueran piedras del infinito, los lleva en avión a la franquicia de complejos vacacionales ficticios del título y les proporciona creaciones espinosas para interpretar. Este año, junto a un reparto (casi) totalmente nuevo que incluye a Walton Goggins, Parker Posey, Jason Isaacs y Aimee Lou Wood (de Sex Education), Monaghan es parte de un trío de amigas de toda la vida que visitan la sucursal tailandesa del resort The White Lotus durante una semana de sol, espiritualidad y agresividad pasiva latente.

Ella, Carrie Coon y Leslie Bibb -sí, Monaghan tiene coprotagonistas femeninas reales aquí- interpretan a mujeres que existían en igualdad de condiciones cuando eran adolescentes, pero que ahora tienen vidas muy diferentes. Monaghan es una famosa actriz de televisión, Bibb se ha casado con un rico y Coon es una estresada madre soltera. Todas están irritables, agotadas y sutilmente mezquinas, disfrazando su crueldad mutua de falsa preocupación.

"Mike había sido testigo de amistades en su vida, y en particular de amistades femeninas, que no hacen más que perpetuar las comparaciones, y el juicio que nos hacemos a nosotros mismos en comparación con los demás", dice. Él decía: "Man, las mujeres lo tienen difícil ahí fuera". se ríe. "Pero eso me animó mucho: que puede escribir sobre estas mujeres de una forma divertida y exagerada, y al mismo tiempo hacer que parezcan muy reales y cercanas".

White quería que las amigas parecieran "una gran mancha rubia", recuerda Monaghan, y su audición consistió en líneas de diálogo de cada uno de los tres personajes, como si fueran intercambiables. Cuando la contrataron, le dieron los ocho guiones de la temporada -algo poco habitual en televisión- y los leyó de cabo a rabo durante un vuelo de Los Ángeles a Australia.

¿Cómo se sintió al ser una actriz de éxito interpretando a otra actriz de éxito? Hace una mueca. "Voy a ser sincera", dice. "Fue un poco incómodo y confuso. En la primera página: ¿una famosa actriz de televisión que vive en Malibú? No voy a mentir, eso me toca un poco la fibra". Pero a medida que leía, vio las diferencias entre ellos. Jaclyn, su personaje, es un poco horrible, por ejemplo. "Es una persona única, sin duda", dice, lo cual es bastante bonito. "Y eso fue reconfortante".

Sin develar demasiado (los periodistas sólo pudieron ver los dos primeros episodios de la temporada), una de las principales tensiones que subyacen en la dinámica entre Jaclyn, la Kate de Bibb y la Laurie de Coon es que Jaclyn -que se ha hecho infinitamente rica a lo largo de su amistad- pagó el viaje a Tailandia de su propio bolsillo. Y aunque ella promete que no es para tanto, uno no está muy seguro de creerle. Es un regalo. Tal vez. No requiere nada a cambio. Más o menos. Es algo único. De nuevo: más o menos. Inevitablemente, se convierte en un problema.

Tengo curiosidad por saber si Monaghan, dada su procedencia de la clase trabajadora, se ha enfrentado a este tipo de situaciones. "Sería ingenuo decir que no soy consciente de dónde vengo y cómo vivo ahora", afirma. "Pero creo que las cosas que te sostienen como persona, y en el sector en el que trabajo, son las que permanecen contigo todo el tiempo. Tus valores, tus relaciones y esas cosas tan básicas. Para mí, esas cosas no han cambiado. Han sido fundamentales para mí".

Monaghan y Tom Cruise en la saga Misón: Imposible.
 

Si la carrera de Monaghan siempre ha parecido avanzar a un ritmo constante, puede deberse a que ocurrió por accidente. "Convertirme en actriz no era algo con lo que soñara", dice. "Fue algo en lo que, sinceramente, caí. Sólo pensaba en ello como una forma de pagar mis préstamos universitarios". Mientras estudiaba periodismo en Chicago, trabajaba como modelo para llegar a fin de mes, y poco a poco pasó a la interpretación por capricho.

En aquellos primeros días, tuvo el incómodo honor de terminar en la sala de montaje con espeluznante regularidad. Su papel de compañera de trabajo de Richard Gere en el thriller erótico Infidelidad se redujo a una sola línea, mientras que importantes papeles secundarios en la adaptación del comic Constantine, de Keanu Reeves, y en el thriller político Syriana, de George Clooney, ganador de un Oscar, fueron completamente eliminados: en la primera había interpretado a la demoníaca ex de Reeves, y en la segunda a una reina de la belleza casada con un rico árabe. Le digo a Monaghan que probablemente yo entraría en una crisis existencial si fuera nueva en el mundo de la interpretación y me siguieran eliminando de las películas en las que participo, pero ella admite que no le molestó demasiado.

"Creo que lo que me ayudó fue que ya tenía un fuerte sentido de mí misma", dice. "Ya había viajado por todo el mundo como modelo, así que sabía cómo defenderme y abogar por mí misma. Cuando empecé a actuar ya tenía la piel tan gruesa que no tenía ego".

Recuerda que Francis Lawrence, el director de Constantine, la llamó para pedirle disculpas. "Me dijo que tenía que eliminarme de la película, simplemente por lo larga que se estaba haciendo, y mi respuesta fue literalmente: '¿Tengo que devolver mi sueldo?'". Se encoge de hombros. "Yo estaba tan verde en ese momento que realmente pensaba que tenías que devolver el dinero si te sacaban de una película, y ya había estado pagando mis préstamos con él. Así que sólo me preocupaban las cosas prácticas".

Monaghan tiene una extraña habilidad para ver siempre el lado positivo de las cosas. Clooney le envió una preciosa nota a mano disculpándose profusamente por su desaparición en Syriana. Y el metraje cortado de Constantine acabó en manos del cineasta J. J. Abrams, que invitó a Monaghan a hacer una prueba para su Misión: Imposible III. "¿No es una locura?", comenta. "Es el universo el que me está cuidando. Creo firmemente que todo sucede por una razón. Muchas veces, cosas que sobre el papel parecen contratiempos terminaron siendo realmente fantásticas para mí a largo plazo."

Sigue siendo una gran admiradora de Cruise, con quien ha trabajado en tres de las películas de Misión: Imposible. Me pregunto, sin embargo, si recibe la infame "torta Tom Cruise", la golosina de coco vagamente apócrifa que Cruise envía a cada uno de sus coprotagonistas y colaboradores en sus cumpleaños y/o en Navidad.

"Claro que me regalan la torta de Tom Cruise", responde Monaghan, como si le hubiera hecho la pregunta más absurda del mundo. "Me la dan todos los años y me encanta".

Nunca he conocido a nadie que haya recibido una, le digo.

"¡Oh, es anual y es tan serio!".

Por favor, insisto, contame absolutamente todo al respecto.

"OK", empieza ella. "Bueno, es de coco y viene con un pequeño adorno, porque se envía durante las fiestas. Y dice, ya sabés, 'saludos cordiales, Tom Cruise'".

Pero no ha terminado.

"Y es tan húmedo, tan denso, y simplemente el pastel más increíblemente delicioso que hayas comido en tu vida".

 

Le creo. Pero imagino que aunque supiera horrible, Monaghan -entre todas las personas- sería capaz de darle un buen giro. De hecho, Monaghan está tan entusiasmada y animada con esta torta que estoy convencido de que puede haber visto a Dios en ella. O puede que haya pasado demasiado tiempo en The White Lotus.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.