En 2024, el Nobel de Química fue para los creadores de “AlphaFold2”, el modelo de IA que predice las estructuras de las proteínas. Conocer la biología de los organismos a esa escala, en muy poco tiempo, podría revolucionar la salud, la detección temprana de enfermedades e impulsar la medicina de precisión. Los médicos, por ejemplo, podrían ser reemplazados por algoritmos, es decir, por sistemas que se entrenan para brindar tratamientos a partir de la última evidencia científica disponible. Y que, a contramano de lo que se creía hasta hace muy poco, también son sistemas que pueden ser entrenados para ser empáticos. El concepto de ‘hospital’ podría transformarse de manera rotunda, con robots atravesando los pasillos y atendiendo a varios pacientes en simultáneo. Parecen promesas vacías, salidas quizás de una de las tantas series distópicas que inundan las plataformas, pero: ¿realmente lo son o comienzan a tener su correlato en la realidad?
Imagínese ir a su médico de siempre y quien lo atiende, en vez de ser Jorge González, es el robot X. Lo invita a sentarse del otro lado del escritorio y, a diferencia de Jorge que durante buena parte de la consulta se la pasaba mirando a su monitor llenando formularios, a partir de una voz distorsionada, el robot la llama por su nombre y le consulta cómo se siente. Usted, sorprendida, le cuenta lo que le sucede y la máquina le pide un momento. Escanea su cuerpo, lo revisa prácticamente a escala molecular, explora la base de datos en la que está su historia clínica y le brinda un diagnóstico ajustado, preciso, híper calibrado. Le propone un tratamiento, conversa un poco más sobre temas que a usted le preocupan y cuando se está por marchar, le pide que se cuide. Una experiencia, a esta altura, posible.
“Una respuesta espontánea y visceral respecto de la IA en la atención médica nos permitiría afirmar categóricamente que una máquina jamás podrá reemplazar la mirada atenta, la escucha empática, la capacidad de decodificar gestos mínimos y el saludo cálido y reparador de un médico a un paciente. Sin embargo, debemos ser conscientes que esa conexión tan sutil y humana es cada vez menos frecuente, ya que entra en tensión con la lógica de ‘producción’ y la ‘eficiencia’ ampliamente extendida en los sistemas de salud públicos y privados”, dice Adrián Díaz, exfuncionario de la Organización Panamericana de la Salud.
La confluencia de la Inteligencia Artificial, la informática, la robótica y la biología molecular lo está revolucionando todo. Si hasta hace muy poquito, se pensaba que las máquinas solo podrían realizar las tareas automatizadas y repetitivas, y los humanos todas las demás, el paradigma cambió. Con algoritmos cada vez más ajustados, casi que cualquier tarea está al alcance de la mano. Y las ciencias de la salud podrán traspasar una nueva frontera, a partir de la medicina de punta.
Una carrera de dos
De manera reciente, desde China crearon una experiencia superadora. Se trata del Agent Hospital, el primer hospital del mundo diseñado íntegramente con IA. Desarrollado por investigadores de la Universidad de Tsinghua (Pekín), es un centro virtual atendido por 14 médicos y 4 enfermeras virtuales, es decir, algoritmos muy avanzados y preparados para dar respuestas profesionales a los pacientes. Son capaces, por supuesto, de hacer lo que hacen los humanos de guardapolvo y ambo: realizan diagnósticos, recetan medicinas e, incluso, pueden predecir epidemias.
Este paisaje atemoriza y encanta en dosis equivalentes. Consultado por este diario, Adrián Baranchuk, médico cardiólogo y presidente de la Sociedad Interamericana de Cardiología, dice: “Cuando uno ve un hospital totalmente regulado por IA, se pregunta: ¿existe evidencia de que eso va a ser mejor que uno comandado por seres humanos?”.
Y responde: “Lo más importante es analizar cómo fue el proceso de machine y deep learning. La Inteligencia Artificial sigue siendo alimentada por seres humanos. Entonces, si en un determinado aspecto de ese hospital, la máquina fue entrenada con data producida por lo más bajo de la pirámide del conocimiento, vamos a tener como resultado un proceso de toma de decisiones lleno de problemas”.
Como la IA en el hospital chino atiende en un entorno simulado, ya no hace falta que los pacientes se trasladen. Además, no tienen que esperar demasiado para ser atendidos, pues tan solo 14 médicos virtuales brindan soluciones a 3 mil personas por día. Un número que se podría triplicar en el corto plazo si el algoritmo mejora como lo está haciendo.
Estados Unidos, sin embargo, no se queda atrás. En febrero de 2023, el centro médico Elmhurst Memorial de Chicago fue noticia al incorporar dos robots-enfermeros. Ante la crisis de personal (bajas por covid que nunca se recuperaron y pocos egresados), la institución decidió incorporar a los moxie con el objetivo de ayudar a los profesionales humanos a repartir medicamentos y diversos suministros por las instalaciones. En este caso, no sería tanto un suplemento, sino más bien un complemento; inteligencias humanas y artificiales trabajando al compás.
Las máquinas realizaron 1.800 entregas mensuales, ahorrándole al personal de carne y hueso más de dos millones de pasos recorridos y 3.100 horas de trabajo. Además, trabajan 24 horas sin parar (salvo un breve descanso para recargar la batería) con gran eficacia, lo que equivale al menos al esfuerzo de cuatro personas. Y, para rematar, a diferencia de sus colegas humanos, no se quejan, no piden por mejores condiciones laborales y no se sindicalizan.
En resumen: aunque trabajen al compás, los empresarios que administran los hospitales ya ven a los robotitos con mejores ojos que a sus colegas de carne y hueso.
¿La empatía como consuelo?
Quizás como consuelo, los humanos todavía sostienen que los sistemas informatizados o chats conversacionales serán muy buenos analizando datos, pero no tienen la capacidad de demostrar sentimientos. Sin embargo, eso está cambiando: por un lado, las personas ya no exhiben tanta empatía y, por otro, los algoritmos son entrenados para dejar atrás esa imagen fría que antes los caracterizaba.
Una investigación reciente publicada por la Universidad de Ohio en la revista Plos Mental Health reveló que los pacientes catalogan como “más empáticas y satisfactorias” las respuestas que puede dar Chat GPT en comparación con sus psicoterapeutas humanos.
En paralelo, los pacientes que visitan los consultorios actuales, a menudo, llegan con más información si se lo compara con lo que sucedía décadas atrás. Es cierto, también, que los algoritmos son fuente de desinformación y temor, pero es un escollo que, si se deseara, podría saltarse fácilmente. Internet facilitó la democratización del conocimiento y modifica las relaciones de poder y las asimetrías entre quién sabe y quién no.
Así es cómo, poco a poco, la empatía y el conocimiento, ese cóctel que convertía al médico en alguien muy especial, podría ser reemplazado con opciones tecnológicas.
Luces
El historiador Yuval Harari revela que la adoración del nuevo dogma de “la religión de los datos” podría orientar el futuro de la medicina de precisión. Confía en que, en el corto plazo, los diagnósticos y los tratamientos serán tan específicos como las demandas de cada organismo.
Díaz apunta lo siguiente: “Centenares de artículos científicos publicados en los últimos años dan cuenta de la utilización de la IA en procesos tales como diagnósticos tempranos, selección de tratamientos, pronóstico de enfermedades, cirugías, formación médica, predicción y vigilancia de brotes epidémicos. Además, brindan resultados que en algunos casos superan los obtenidos por profesionales de carne y hueso, gracias al uso y el veloz procesamiento de macrodatos o ‘big data’”.
Así es como, de manera habitual, diversos equipos del mundo realizan aportes que emplean las bondades del aprendizaje automático con el objetivo de mejorar el diagnóstico precoz de diversas enfermedades; que van desde las neurodegenerativas hasta el cáncer. Y lo hacen recopilando información a escala molecular, con lo cual, una enfermedad que en el pasado solía detectarse cuando ya estaba en un estadio avanzado, en el presente, puede ser reportada mucho antes. En última instancia, la IA podría convertir en realidad uno de los axiomas de la medicina: la notificación temprana mejora las chances de sobrevida.
A su turno, Baranchuk comparte un ejemplo: “Hay un trabajo realizado por Linda Johnson de Suecia, que se acaba de publicar en Nature, que analiza la aplicabilidad de la IA para leer monitoreos de pacientes remotos. Es decir, pacientes que utilizan un holter para registrar alteraciones del ritmo cardíaco. El trabajo está muy bien construido desde lo clínico y nos sirve a nosotros para mostrar que en ese caso, el software es superior a la capacidad humana”.
Sombras
A cambio de “ser leídos por máquinas”, los humanos sacrificarán aún más su intimidad y su autonomía. Serán tecnologías manejadas por instituciones públicas o privadas que garantizarán soluciones promisorias y, como contrapartida, accederán a los aspectos más privados de las personas.
Díaz reflexiona lo siguiente: “Esta imagen futurista de consultorios médicos, quirófanos o salas de situación epidemiológicas, a cargo de robots o computadoras, no está exenta de grandes interrogantes que están aún sin resolver”. Y continúa: “Algunas preocupaciones están relacionadas a cuestiones prácticas o éticas como la ciberseguridad de los datos, la confidencialidad de información, el acceso equitativo a la tecnología o el consentimiento explícito e informado de pacientes respecto del uso de sus datos para entrenar a la IA”, explica.
Baranchuk apunta: “No alcanza con una idea seductora, ampliamente explotada en redes sociales, para ser directamente implementada en la práctica clínica médica. Debe haber estudios que demuestren que la IA es mejor”. Por ejemplo, la automatización de procesos en electrocardiografía, sigue el experto, existe hace más de 40 años. “Cuando nosotros hacemos un electrocardiograma nos viene un reporte de qué es lo que el examen muestra. Hoy sabemos que la sensitividad de ese informe es del 65 por ciento. Esto es: el 35 por ciento de las veces nos brinda un reporte que está mal y debe ser corregido por humanos”, ilustra.
Hay ejemplos variopintos y algo es innegable: aun estando de acuerdo o en completo desacuerdo, las tecnologías dictan el pulso de la vida cotidiana. Si en poco tiempo se comprueba que las máquinas son más eficaces que los humanos, ¿usted preferiría ser atendido por un algoritmo? ¿Le confiaría su salud, acaso lo más preciado que tiene, a una entidad que ni siquiera conoce y que difícilmente va a conocer en el sentido cabal del término?