El Gobierno dio media sanción en Diputados al proyecto de Ficha Limpia que impide que sean candidatas aquellas personas que tienen condena en segunda instancia por un delito de corrupción. En ese escenario, quedó configurada una dicotomía falsa: la que coloca al oficialismo impulsando la ley y a la oposición rechazándola.
Sin embargo, no es cierto que nos opongamos a una iniciativa como Ficha Limpia. No coincidimos con el proyecto que impulsa el Gobierno, pero tenemos uno propio. Dos puntos centrales nos diferencian.
La primera discrepancia tiene que ver con el principio de inocencia: mientras hay instancias abiertas donde el acusado pueda defenderse, lo que rige es su inocencia. La culpabilidad es efectiva cuando el procesado ya no tiene oportunidades de apelación. El proyecto oficialista vulnera el principio de inocencia cuando no considera a la Corte Suprema de Justicia como instancia definitiva. ¿Qué pasaría si se aprueba el proyecto del oficialismo y luego la Corte Suprema decide que Cristina es inocente? Es lo que pasó en Brasil: Lula fue preso, ganó Bolsonaro, después se revocó el fallo y Lula fue electo presidente.
La segunda gran diferencia es que nuestro proyecto es mucho más abarcador: los delitos que imposibilitan acceder a cargos electivos integran una larga lista donde además de fraude, cohecho, tráfico de influencias, malversación de caudales públicos, negociaciones incompatibles con el ejercicio de funciones públicas y enriquecimiento ilícito de funcionarios y empleados, entre otros, se suman los delitos contra la seguridad de la Nación, contra la integridad sexual, trata de personas y sustracción de menores, atentados al orden constitucional y a la vida democrática y contra el orden económico y financiero, etcétera. Además, involucra a los privados copartícipes y beneficiarios de las acciones judicializadas.
El tema tiene fuerte actualidad: un decreto reciente del presidente Donald Trump elimina la prohibición para las empresas norteamericanas de pagar coimas en otros países. Recordemos lo que sucedió en los 90, cuando las empresas de EE.UU. se quejaban porque estaban en desventaja frente a las europeas que podían coimear mientras ellas no podían.
Está claro: el proyecto de Ficha Limpia que impulsa el oficialismo tiene un único objetivo que es lograr la inhabilitación política de Cristina Fernández de Kirchner para que no pueda participar en las próximas elecciones. Nuestra oposición es a ese intento de proscripción y no a la idea de Ficha Limpia, con la que estamos de acuerdo en tanto sea respetuosa del principio de inocencia y abarcadora del conjunto de los delitos enumerados.
En nuestra perspectiva, como ya dijimos, rige el principio de inocencia hasta que se cumpla con la última instancia de la Corte. Por el contrario, el proyecto del oficialismo lo interrumpe en la segunda instancia, sin ninguna fundamentación. Se diseña así un instrumento casi a la carta para la exclusión electoral de la ex Presidenta.
Una objeción que se suele plantear es lo que sucedió con el expresidente Carlos Menem, que apeló y fue a la Corte y durante diez años continuó siendo senador. Pero la respuesta a esa tardanza no puede ser eliminar la instancia de la Corte, sino establecer plazos para que el Poder Judicial se expida con mayor rapidez.
La indiferencia puede ser muy peligrosa, tal como se infiere del famoso poema, “primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los intelectuales y no dije nada porque yo no era intelectual (…) Luego vinieron por mí, pero, para entonces, ya era demasiado tarde”.
En una situación como la que vive la Argentina no podemos perder de vista la alerta que nos plantean estas líneas. Tenemos que reaccionar rápido. Más allá de simpatías o antipatías, el principio de inocencia, evidentemente vulnerado, es imprescindible para la democracia.
Durante la semana circularon trascendidos de una posible modificación del tipo de cambio. El atraso cambiario no es bueno. También creo que una devaluación generará más inflación y perjudicará a la ciudadanía, especialmente a los más débiles. Usar el ancla cambiaria como una de las herramientas para frenar los precios no es una buena política.
A la larga, todas las experiencias de atraso del tipo de cambio tuvieron problemas. Un ejemplo claro es la convertibilidad de Menem-Cavallo. La gran diferencia entre aquella etapa y la actual es que durante el menemismo el tipo de cambio fue ficticiamente mantenido con el producido de la venta de las empresas públicas. Ello permitió el ingreso de las divisas con las que se logró mantener una paridad insustentable. Si vamos un poco más atrás, nos encontramos con la tablita de Martínez de Hoz, muy parecida a lo que rige en la actualidad.
Hace poco desde el gobierno les dijeron a los exportadores que les convenía hacer “carry trade”, es decir que, con el 1% de devaluación y más del 2% de tasa de interés, estaba claro que les convenía liquidar las exportaciones rápido, ingresar las divisas, cambiarlas a pesos y generar ganancias a través del sistema financiero. No es sostenible. Porque, ¿quién paga esa diferencia? ¿Y de dónde saldrán los dólares cuando esos inversores decidan invertir la operación y pasarse de pesos a la divisa norteamericana?
Históricamente, estos esquemas de política cambiaria han generado crisis. Lo que se está discutiendo hoy es si ello va a ocurrir antes o después de las elecciones. Ya sucedió con Mauricio Macri: cuando los operadores del “carry trade” decidieron irse y para ello compraron dólares se hizo necesario el endeudamiento con el FMI. En ese marco, el desgaste político del gobierno se aceleró. Hasta entonces, Macri estaba bien en las encuestas y no parecía tener problemas en el horizonte.
No estamos planteando la inminencia de la crisis: es posible que el gobierno tenga márgenes en la actualidad para controlar la situación, por ejemplo, a través de la obtención de nuevos recursos por parte del FMI. Pero esto último tendrá consecuencias: al país no le fue bien cuando tomó deuda con el organismo internacional. Nunca esas experiencias han sido positivas para la Argentina. Sólo se ganó tiempo.
No necesitamos más deuda: por el contrario, lo que necesitamos es desendeudarnos. Como siempre decimos: el proyecto para pocos que intenta implementar el gobierno libertario no es sustentable. La única salida es un modelo de país que incluya a todos y todas.
* Diputado nacional Unión por la Patria y Presidente del Partido Solidario