El ministerio de Justicia del gobierno de Milei presentó una medida cautelar para prohibir la presentación del libro Lanzallamas, del filósofo Rocco Carbone, que iba a tener lugar este viernes en el Faro de la Memoria, en Mar del Plata.

El argumento del gobierno para justificar la inadmisible censura en tiempos democráticos no tiene desperdicio: "En línea con la decisión del Presidente de despolitizar los edificios públicos, presentamos una medida cautelar para suspenderlo. Esta persona, autor también de otros textos como 'De Hitler a Milei, tiene total libertad para seguir difundiendo sus ideas, pero no con la plata del Estado”. Es decir que el Estado solo es garante de la libertad de expresión de quien fuese el gobierno de turno, y en ningún caso permitirá que se divulguen ideas distintas a las propias. De este modo, confunde gobierno con Estado, algo inadmisible a esta altura del siglo XXI, y que nos retrotrae al absolutismo monárquico que reinó en Europa occidental entre los siglos XVI y XVIII.

El rey de Francia Luis XIV es generalmente considerado como la máxima expresión de aquella monarquía absoluta: su poder provenía de Dios, y por lo tanto solo debía rendirle cuentas de sus actos a él, fuente exclusiva de su autoridad sin límites. “El Estado soy yo”, sintetizaba. No viene a cuento recordar que ese régimen político fue derrocado hace dos siglos y medio por la Gran Revolución, ni que otro rey absoluto, Luis XVI, perdió la cabeza en ese trance, pero sí recordarle a este gobierno de trogloditas que estamos en democracia, y que en ella las ideas circulan libremente. El estado democrático así lo garantiza.

Vaya todo mi más enérgico repudio a esta salvaje censura, y mi fraterna solidaridad con el compañero filósofo Rocco Carbone.

Vivan la libertad, la igualdad y la fraternidad.

* Exdiputado socialista.