Cuando comenzó a circular en los escalafones más bajos de la sociedad estadounidense durante los coletazos del crack financiero de 1929, las autoridades, en asociación con diversas entidades religiosas, catalogaron al cannabis como "la planta del diablo”, la mismísima encarnación del Mal en la Tierra, una sustancia capaz de convertir hasta al mejor samaritano en un impiadoso asesino o violador. Pero hoy la historia es distinta, con múltiples países elaborando un marco regulatorio para explotar sus posibilidades medicinales. 

Como un reflejo de ese recorrido es que surgió, en 2019, el Festival Internacional de Cine Cannábico (FICC), que desde este miércoles 19 y hasta el domingo llevará adelante su quinta edición en la Ciudad de Buenos Aires. Buena parte de la programación estará online en la plataforma Octubre TV entre el 24 de febrero y el 10 marzo.

El desafío de sostenerse

El FICC 2025 tendrá 32 películas provenientes de 14 países, mientras que el año pasado hubo 25 títulos de 13 naciones. Más allá de esos números, lo cierto es que esta vez se exhibirán en cinco días contra los diez de 2024, un recorte que obedece a un contexto poco favorable para las iniciativas culturales. Menos favorable aún para un evento que propone, además de proyecciones, varios paneles, talleres y conversatorios relacionados con la plantita de hojas con forma de triángulo y dientitos de serrucho. Y que comienza una semana después de que la Ministra de Seguridad Nacional, Patricia Bullrich, anunciara que daría de baja el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann), que autorizaba el cultivo controlado con fines medicinales, porque existe “un desvío hacia el mercado ilegal”.

“El gran desafío de este año es sostenerse, que siga existiendo el festival como un punto de encuentro con propuestas innovadoras”, afirma la directora y coordinadora de programación Malena Bystrowicz, y sigue: “Esta situación nos agarra con varios años de festival encima y un equipo fuerte que tiene muy claro qué queremos y lo que significa este espacio, pero la verdad es que está muy complicado, sobre todo desde lo económico. En los últimos años logramos varios reconocimientos de organismos del Estado, tuvimos apoyo del Instituto de Cine y del Ministerio de Cultura y fuimos declarados de Interés por el Senado y la Cancillería. También nos apoyaban los espacios en los que funcionábamos, algo que ahora no se da por una decisión del gobierno nacional. Estamos sosteniendo al FICC con el apoyo de la gente, de las marcas, de las organizaciones y de todos los emprendimientos privados que son parte de esta cultura y de este movimiento”.

Codirigido por Alejo Araujo, el FICC se desarrollará en varias sedes. El Espacio cultural Woki Toki (Tacuarí 905) lo albergará durante los cinco días, mientras que la Alianza Francesa (Avenida Córdoba 946) prestará su espacio el jueves y el viernes; La Paz Arriba (Avenida Callao 1082), el jueves; y la Casa Brandon (Luis María Drago 236), el 19, 20 y 23. Allí se verá una programación organizada en cuatro competencias: Internacional de Largos de Ficción y Documentales e Internacional de Cortos de menos de cinco minutos de duración y otra de más de cinco minutos. También habrá una muestra gráfica de afiches de películas que participaron en ediciones anteriores, una feria cannábica, un taller de plantas medicinales, una experiencia 360º con gafas de realidad virtual de videos musicales de la banda brasilera Planet Hemp y la presentación del libro No te mates en mi cultivo de marihuana, de Julián Urman.

Avances y desprejuicio

La sección competitiva de largos de ficción tendrá siete contendientes, cuatro de ellas argentinas y una realizada en coproducción con Uruguay, mientras que entre los documentales las representantes locales serán dos y una coproducción con Brasil. “Siempre le dimos lugar al cine argentino, pero este año le dimos un especial porque había un montón de películas. De hecho, cuando estaba armando la programación pensé en hacer una competencia específica de cine nacional”, dice Bystrowicz, quien ve en ese corpus un síntoma de los avances legislativos y en materia de prejuicios sociales de los últimos años. “Eso hace que empiece a circular más información y a transmitirse eso en el arte. Hoy hay menos tabúes en decir que sos usuario o usuaria de cannabis, sea de uso terapéutico o el que sea. Cada vez hay más películas que tocan el tema de una manera desprejuiciada y naturalizada”, agrega.

Bajo naranja.

Para la programadora, muchas películas nacionales e internacionales de este año “tienen que ver con la adolescencia y las infancias, pero sobre todo con el momento de la pubertad, de despertar sexual, de adolescencia, de primeras experiencias sexuales, nocturnas y de contacto con las drogas, que suelen ser más o menos al mismo tiempo”. Es el caso del mediometraje Une nuit, à travers champs, del francés Guillaume Grélardon, sobre dos amigos que deciden ir a una fiesta en un conocido club nocturno del barrio de clase trabajadora donde viven. También del largometraje argentino Vera y el placer de los otros, de Federico Actis y Romina Tamburello, centrado en una adolescente que alquila de forma clandestina un departamento a otros jóvenes para que puedan tener sexo, un vehículo para explorar su propia sexualidad.

De adolescencias, aunque un tanto más tardías, versa Bajo naranja, filmada en la Argentina por el estadounidense Michael Taylor Jackson, quien en la ficción se pone en la piel de un mochilero californiano que viaja a Buenos Aires con el objetivo de rendir homenaje al pirata que conquistó su ciudad natal de Monterrey, pero termina envuelto en una relación poliamorosa con una banda de jóvenes actores que conspiran para secuestrar al embajador norteamericano. Otro joven es el protagonista de El placer es mío, de Sacha Amaral. Su nombre es Antonio, se dedica a la venta de marihuana y establece conexiones con personas que conoce a través de aplicaciones, aprovechándose de ellas para robarles dinero con la idea de emprender un viaje sin retorno hacia un destino sureño.

Y hablando de viajes, uno hasta el Impenetrable chaqueño enciende la mecha narrativa de Al Impenetrable, de Sonia Bertotti. Es el que emprenden tres jóvenes para hacer un programa de TV sobre las condiciones de vida de los Qom, pero al llegar descubren que la comunidad ha desaparecido y no tienen ni la más remota idea de cómo volver. Por su parte, en Las demás, ópera prima de la chilena Alexandra Hyland, hay dos amigas que deben enfrentar la hostilidad del sistema sanitario para que una de ellas se practique un aborto. La última película de competencia de ficción es Sánguche caliente, del sueco-uruguayo Manuel Facal, que sigue a un chico que, harto de su trabajo en una hamburguesería, viaja hasta Buenos Aires para vender su colección de muñecos para dedicarse a hacer podcast, un plan que se pone en peligro cuando le explote en el cuerpo una bolsa de cocaína.

La variedad también impera entre los documentales, sección que engloba desde Fuck You! El último show, de José Luis García, hecho sobre la base de grabaciones inéditas de los preparativos y el desarrollo de la presentación del último disco de Sumo en el Estadio Obras, hasta El otro mundo de Sofía, de la brasileña Rapha Erichsen, que registra la lucha de la madre de una nena con un síndrome muy extraño para mejorar su calidad de vida utilizando cannabis, cuando en ese país todavía el cultivo era ilegal.

Una lucha similar a la de varios de quienes prestan testimonio tanto en Quemando fronteras, en la que el realizador Leonardo Ferron Baggio recorre más de treinta mil kilómetros para dar voz a activistas, especialistas y ciudadanos fundamentales en este proceso, como en Higher Power, de Dewey A Ortiz Jr., que explora las disputas en Washington, D.C. por la legalización del cannabis. La oferta de documentales se cierra con Bajo el sol del rocanrol - El universo creativo de Jorge Pistocchi, dirigido por Mónica Simoncini y Omar Neri, que propone un retrato del editor y periodista Jorge Pistocchi y de toda una generación que lleva en su equipaje el rock.

* La programación completa y la grilla de horarios está disponible en el sitio del FICC

Sánguche caliente.

Cruzar las fronteras

Más allá de las dificultades en la escena cultural nacional, el FICC continúa creciendo hacia los países limítrofes. Luego de haber tenido ediciones en Chile y Uruguay, sus responsables están trabajando junto a los integrantes del Cannabis Monitor Brasil para lanzar una versión en Río de Janeiro a mediados de 2025. “Cuando empezamos no había una propuesta similar. Ahora, como el cannabis está cada vez más aceptado socialmente y teniendo más leyes, nos llaman cada vez que se abre un festival similar porque tenemos experiencia”, cuenta Bystrowicz antes de destacar que se está armando una red de festivales cannábicos junto a colegas de México, República Dominicana, Brasil, Chile y Uruguay. 

“La idea es poder intercambiar programación, contactos e ideas, además de sostenernos entre nosotros. Nosotros ya armamos una red a nivel local con organizaciones y otros sectores, y otra internacional. Es un poco la estrategia para sostenerse en estos tiempos difíciles, que no será la primera ni la última crisis que atravesaremos. De hecho, pasamos la pandemia, así que ésta también la vamos a pasar”, señala la realizadora.