Desde el inicio de la historia, o del capitalismo, que es cuando comenzaron las estafas y los sistemas delictivos complejos, del "cuento del tío" y los "vendedores de buzones", que tan bien retrataba Roberto Arlt en la Buenos Aires de entre guerras, a las estafas digitales de hoy, hay una máxima que no falla. 

El estafador, para lograr su objetivo, apela a la codicia del estafado. Logra hacerlo sentir un poco más vivo, para que así acceda, sin siquiera sospechar acerca del resultado final. 

Algo de ese orden ocurrió en la provincia de Buenos Aires, por mencionar casos recientes, con la estafa de la fintech Wenance, que embolsó 300 millones de dólares en un esquema Ponzi tradicional, o con "la china de San Pedro". 

Todos ellos prometían ganancias descomunales. Duraron un poco más e hicieron menos ruido, porque no había ningún presidente involucrado. El tuit de Milei aceleró el fondeo y, en consecuencia, también la toma de ganancias, volviendo todo demasiado evidente. 

Desde la madrugada del sábado, cuando Milei primero publicó y luego borró el tuit invitando a invertir en $LIBRA, caída la explicación oficial ("no estaba interiorizado") por el cúmulo de evidencia, apenas a un par de clics de distancia, hasta su confesión de ineptitud en la amigable charla que tuvo con su amigo Jonatan Viale, la discusión giró básicamente en torno a si el Presidente o su entorno sólo fueron idiotas útiles o eran parte del negocio, como si alguna explicación lo dejara a salvo de las consecuencias. 

La respuesta se va confirmando y delineando con el paso de las horas y las declaraciones de los socios de los Milei que, como la prensa internacional, no temen a los trolls ni esperan ya ningún favor ni pauta publicitaria del Presidente: las dos cosas a la vez. 

Va in crescendo la evidencia que demuestra cierta angurria compartida por los dos vértices enfrentados del triángulo de hierro, Karina Milei y Santiago Caputo. Una mirada piadosa podría calificarlos como improvisados para el lugar que ocupan. La conducta, en sí misma, es propia de lúmpenes.

El empresario cripto Charles Hoskindson denunció que le reclamaron una importante coima para sentarse con Milei y que ocurran "cosas mágicas". El otro visitante de la Rosada, Mark Hayden Davis, dice que tiene los cien palos en su cuenta custodia y espera instrucciones del gobierno para moverlos. 

Tal vez porque se trata del presidente surgido de X, que supo capitalizar esa red como nadie antes, el hecho es que nunca en la historia argentina fue tan fácil armar el rompecabezas completo de un choreo. Está todo ahí.

Pero una cosa no quita la otra. Los Milei, en su codicia, no midieron las consecuencias de su accionar, ni a nivel político ni judicial, ni nacional ni internacional, ni para ellos ni para terceros, mucho menos para el país, probablemente encandilados por la promesa de dinero fácil y rápido. 

Y acá reside su ineptitud, que es un punto de no retorno, no para un presidente, sino para cualquiera que haga política. Golpearon a su propia base política y electoral, en un momento crítico, en la víscera más sensible de todas, el bolsillo. Esa movida es, básicamente, si no suicida, al menos autolesiva.

El primer cálculo rápido daba cuenta de 44 mil inversores que habrían perdido un total de 87 millones de dólares, lo que da una inversión promedio de 2 mil, todos ellos seguidores de Milei en  las redes, fascinados con la cultura cripto y la promesa de enriquecimiento acelerado. 

No hace falta ser un genio para saber a quién votaron esos pibes en la última elección. Son los que creyeron la promesa de los dólares, que fueron juntando por los regalos familiares en cada cumpleanios, o acumularon con esfuerzo.  

Ahí están, casos como uno de los hijos del diputado bonaerense Diego Santilli, o como el influencers Fran Fijap, que puso 7500 dólares con la expectativa de comprarse una casa y hoy no tiene nada.

Como en un capítulo de Black Mirror o de Years and Years, Milei, el profeta del individualismo y las inversiones exitosas, ha caído del cielo al lodo y sus acólitos acaban de entender cómo funciona realmente el capitalismo financiero digital, una lección que recordarán de por vida. 

Milei podrá, si se alinean los planetas,seguir gobernando. Pero su proyecto político está terminado.  Su figura también.  La duda que persiste es qué consecuencias tendrá este baño de realidad sobre los pibes que creyeron, confiaron y fueron estafados por su líder, pero a nivel ideológico.