Tras un nuevo miércoles marcado por la represión de la Policía Federal y la Prefectura Naval a los jubilados que reclaman por un haber digno frente al Congreso, la referente de esta lucha y víctima de los palos y los gases de Patricia Bullrich, Nancy Yulan, criticó con firmeza al Gobierno, exigió una mejora de las jubilaciones y relató que vive su "peor pesadilla".
Entrevistada por Víctor Hugo Morales, la jubilada aseguró que a dos años de haberse retirado de una larga carrera como docente, lejos de estar viviendo tiempos de ocio y descanso, está “viviendo su peor pesadilla”, con un Gobierno que tomó a este sector como principal área de ajuste.
“Me convoca mi condición de jubilada. Yo soy una docente autoconvocada que en dos años perdí el 30 por ciento de mis haberes. Hubiera podido trabajar unos años más. Pero pensé que tenía derecho a cierto jubileo. Pensé que iba a poder viajar por el país. Viajar a Mendoza, el lugar donde nació mi madre”, se lamentó Yulan.
Con angustia, contó que es chaqueña y que llegó a Buenos Aires años atrás junto a su familia para progresar. "Pensé que en esta etapa iba a poder dedicarme a viajar, a conocer lugares hermosos del país, que no conozco más que el Chaco”, lamentó.
Desde hace dos años abraza la lucha de los jubilados que la hace levantarse todos los días. “Porque tengo 5 millones de compañeros jubilados que ganan la mínima. Y porque si bien nosotros no ganamos la mínima, tampoco nos alcanza”, sostuvo.
Luego, afirmó: “Tengo boletas de luz, de gas, de agua, que son imposibles de pagar. Y ayudo a mis hijas, porque tengo dos hijas que son profesionales, pero que son muy precarizadas. Tratando de no pedirles que me ayuden porque me da vergüenza”.
En tanto, sobre la jornada represiva, dijo: “Me duele el pecho, me arden los ojos, me arde la cara. A la tarde tengo turno con el cardiólogo porque el gas pimienta fue desmesurado”.
Para Yulan, el Gobierno de Milei le tiene “miedo a un puñado de viejos” que van a protestar por sus derechos. Y añadió: “Tenemos derecho, ¿no? Y pasaron las fuerzas federales. Estaban muy ensañados con nosotros”.
“A mí me encajonaron en una esquina en frente del Congreso y me pusieron contra la vereda. Me aplastaron con un escudo el pecho y me desmayé. A pesar de que llevé un barbijo y antipara. No hubo caso. Lo mismo le pasó a muchos compañeros que estaban conmigo llevando una bandera”, finalizó el relato.